HONRAR LA VIDA SIGNIFICA CONDENAR A QUIENES LA DESTRUYEN

Por Leonardo Luis Tavani      

    Existen únicamente dos bandos, el de la JUSTICIA y el de los HIJOS DE PUTA. Esta mañana del domingo 15 de octubre de 2023, mientras escribo esto, esa división queda definitivamente consagrada. Hace ocho luctuosos días que las bestias inmundas del grupo terrorista anti judío Hamas irrumpieron por aire y tierra en territorio israelí, masacrando de manera aterradora —antihumana— a bebés, niños, adolescentes, ancianos y a cuanto otro ser humano se les cruzó por el camino. Violaron mujeres, violaron cadáveres —a los que de inmediato hicieron desfilar por las calles de Gaza mientras los humillaban hasta lo indecible— y secuestraron civiles inocentes de cuyos destinos es dable perder toda esperanza. La cuestión es, por lo menos en la Argentina, que las víctimas de tanto horror son judías; judías israelíes, para ser más preciso, además de otros extranjeros residentes tanto temporales como permanentes. Y en nuestro país eso es un problema. Porque en los últimos veinticinco años GANARON LOS HIJOS DE RE MIL PUTAS.

            Los HIJOS DE RECONTRA MIL PUTAS odian a Israel y desprecian a cualquier judío que se les cruza. Siempre hay una excusa. La historia y la geopolítica son gelatina para ellos, porque así como lo hicieron con el pasado argentino, reescribiéndolo a placer e inventando héroes dónde en verdad había terroristas subversivos apátridas financiados desde la Cuba castrista, lo hacen ahora con la intrincada historia del conflicto árabe israelí, demonizando únicamente a una de sus partes, la que todos sabemos; la que todos conocemos. La progresía vernácula ve progromos, apartheid y genocidio dónde debería advertir las consecuencias geopolíticas del fanatismo étnico y religioso. Esta misma mañana, leyendo el artículo de John Carlin para el diario Clarín, me encontré con un periodista que respeto y que ha recorrido el mundo en conflicto dos veces y media, quien equivocadamente (quizás a causa de su profundo conocimiento directo del drama sudafricano previo a la asunción de Mandela) juzga la situación de Gaza como un tipo de apartheid. Lo repite varias veces en su nota, pero así como discrepo furiosamente con él acerca de esto, debo decir que Carlin se redime al menos de la hijaputez ‘argenta’ cuando afirma y reafirma a lo largo de todo el artículo que lo perpetrado por Hamas es una monstruosidad genocida. Él lee mal el origen del conflicto, pero cuando menos no duda ni titubea al llamar a las cosas por su nombre y defiende el derecho de Israel a protegerse. Si al menos, durante estos ocho terribles días, yo hubiera advertido esta misma postura en una parte de la opinión pública local, podría haber dormido tranquilo y habría dejado en paz a mis lectores. Pero no. No fue así. Marchas en pro de Palestina y los terroristas frente a la embajada porteña de Israel, dirigentes políticos echándole la culpa a las víctimas por haber supuestamente incitado tal odio asesino, candidatas a cargos públicos con la bandera palestina en sus solapas, etc., etc., etc. No hay dudas entonces. No hay vacilaciones posibles. La misma tragedia que nos ha llevado a una pauperización socio cultural sin parangón histórico, esa que conduce a celebrar a aquellos que se enriquecieron obscenamente con nuestro esfuerzo a cambio de migajas y prebendas, esa que ha trastocado profundamente los valores más íntimos de nuestra sociedad, es la tragedia —repito— que ha delimitado definitivamente a nuestra nación creando dos bandos irreconciliables: el de los hombres y mujeres de bien que aún quedan en esta patria, y el de los MAL PARIDOS HIJOS DE PUTA.

            Los HIJOS DE RECONTRA MIL PUTAS, o sea, los MALPARIDOS, se alegraron con los aberrantes asesinatos en masa del pasado sábado siete de octubre en Israel. Lo gritan a los cuatro vientos y lo justifican de múltiples y variopintas maneras. El resto, los que entendemos de qué lado de la vida hay que estar, solo podemos llorar en silencio y desear la paz eterna para los asesinados y algo de consuelo para sus familiares y deudos. Los que no ponemos EXCUSAS PUERILES para justificar el horror asesino, decimos en voz alta, pero muy alta:

¡PAZ Y CONSUELO PARA EL PUEBLO DE ISRAEL!

¡PAZ, CONSUELO Y RESPETO PARA TODOS LOS JUDÍOS DEL MUNDO!

 

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