Por
Leonardo L. Tavani
Estimados Amigos: abandonamos, por esta vez, la solemnidad de nuestros últimos artículos —solemnidad obligada, por cierto, a causa de sus temas (caza de brujas, nazi-fascismo, etc.)— y les proponemos divertirnos un rato. ¿Cómo? Pues bien, con una demora de algo más de un año, vimos finalmente la primera temporada de la serie de Netflix y Paramount The Haunting of Hill House (2018), ciertamente muy interesante, pero a la que muy bien le haría un poco de sana desmitificación y —no poca cosa— tomarse a sí misma menos seriamente. ¡Y entonces se nos prendió la lamparita! (¡perdón Edison!) Llevamos casi 120 años pensando que los únicos protagonistas del cine de terror son los monstruos clásicos de la literatura decimonónica, Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo y demás mascotas… Pero, ¿y los fantasmas? ¿Acaso no hay un maldito sindicato que reivindique los derechos de estos verdaderos desheredados de la gran pantalla? Sí señor, ¡El Cine Por Asalto los vindicará! Así pues, espectros, aparecidos, luz mala, fantasmitas amigables y Zulma Lobato, ¡vamos por ustedes!
A
seguir leyendo, entonces, que el tren fantasma es más caro y no asusta a nadie.