Un Paso en Falso de un Director Demasiado Ambicioso

Por Leonardo Tavani
Calificación: Regular ()

 Valerian y la ciudad de los mil planetas
 (Valerian and the City of a Thousand Planets) Francia, 2017. 137 min.
Dirección y guión: Luc Besson – Elenco: Cara Delevingne, Dane DeHaan. Ethan Hawke, John Goodman, Rihanna, Elizabeth Debicki, Clive Owen. - EuropaCorp.-

        ¡Ay, ay, ay, Luc Besson! ¡Qué desilusión, pibe! Y mirá que vos sabés de esto, che… Si te pasaste la infancia devorándote cuanto cómic de tu país hubiera; si eras un fanático de Jean-Claude Mézières, ese genio del plumín galo que precisamente ilustraba “Valerian et Laureline”, tu historieta preferida. ¡Mirá si no sabrás de esto que aquélla deliciosa —aunque mal entendida— The Fifth Element (1997) no fue otra cosa que un homenaje a Mézières! Pero no hay caso, che… bien dicen que el que mucho abarca poco aprieta, y mejor aún, que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Acá pasó todo eso junto. En fin, tengo que ser profesional y pasar a modo crítico serio. Por lo que valga, allá voy.
            Valerian and the City of a Thousand Planets es el resultado de 25 años de espera y paciencia infinitas. Fan confeso de la saga de cómics creada a inicios de los ‘60s por  Pierre Cristin y el ilustrador Jean-Claude Mézières, Besson se pasó un cuarto de siglo intentando plasmar en pantalla esta historia. Como apuntamos arriba El Quinto Elemento tuvo un diseño visual y estético directamente influenciado por el trabajo de Mèziéres, pero la historia iba para otro lado, e incluso los muy buenos efectos visuales del filme no alcanzaban todavía para ilustrar correctamente el mundo de Valerian. El director galo estaba en posesión de todos los engranajes necesarios desde hace ya bastante tiempo, pero aún así decidió poner el freno de mano porque todavía quería hacerse de un elemento más: la distribución mundial. ¿Cómo? Simple. Fortaleció a su propia compañía, EuropaCorp, hasta lograr que en el último bienio se erigiera como distribuidora intercontinental; y si bien no logró distribuir en EE.UU. por sí sola, sí pudo hacerlo asociada a una major local, Columbia/Sony para ciertas pelis y Fox para otras.

            Tanto control, tanta obsesión pasando por una sola cabeza parece haber afectado seriamente al producto final, de modo que el vuelo creativo y la audacia formal que son maraca de fábrica del director de Nikita (1991) se esfumaron apenas pasados los créditos de apertura. Porque si algo genera entusiasmo en ‘Valerian y...’ es su espléndida secuencia de créditos principales, una obrita maestra de elipsis narrativa y puro lenguaje visual —que es la materia misma del cine como arte— que transcurre mecida por los acordes de “Space Oddity”, el temazo de David Bowie en su etapa Ziggy Stardust. Apenas pasa esta perlita y comienza la película propiamente dicha, las cosas empiezan a diluirse como granadina en agua mineral. El asombro visual es permanente y el diseño de este universo futurista impacta como pocas veces; es más, dado que la peli fue un estreno del último trimestre del 2017, resulta patente el contraste entre los impecables y sencillamente asombrosos efectos visuales de Valerian, contra gran parte de los tanques made in Hollywood del año, que dieron vergüenza ajena, con la sola excepción de la extraordinaria Blade Runner 2049, simplemente perfecta en todos sus rubros.

Breve guía infantil sobre las ideas en el cine de los '80s en sólo 4 ejemplos

(Ahora que STRANGER THINGS lo puso de moda)  

Por Leonardo Tavani
          Érase una vez un mundo que habitaba en un tiempo muy especial, conocido como “los años ‘80s”. En el gran territorio del norte gobernaba un señor poco afecto a los cambios liberales, un ex actor mediocre devenido político. Como conocía bien el paño, supo influir en la industria del cine de su terruño y comenzaron a proliferar entonces películas bastante reaccionarias, un poquitín violentas y con héroes ‘musculados’ a puro esteroide y creatina. Una de esas, muy pero muy emblemática, se conoció en los territorios sureños como “Rambo” (First Blood; 1982, Ted Kotcheff),
y de golpe todo el cine de por allí comenzó a supurar el mismo mensaje: que en el inmenso ex imperio zarista eran todos malos malísimos, dispuestos a comerse a nuestros hijitos con páprika, que la salud pública le quitaba dinero a los ejércitos que nos salvaban de tales bestias come-niños, que los diferentes y excluidos eran veneno para el tejido social, así que mejor apalearlos, que bien merecido lo tenían por no ser ‘como la gente normal’ ; en fin, cosas así que adulaban los oídos de personas bienpensantes y un poco asustadizas, para quienes los cambios resultan vitriolo. Para colmo, allende el Atlántico Norte, en la antigua Anglia, mandaba una señora algo rígida, igual de convencida que el viejo cowboy de las mismas ideas. El cine de allí, en el que campeaba un espía al servicio de Su Majestad algo avejentado y servil, había olvidado por completo a unos señores cineastas muy pero muy revulsivos, llamados Lindsay Anderson, Tony Richardson y Karel Reisz, entre otros.
Y si todo esto ya suena muy malo, imaginen cuanto peor resultaría que un romanísimo líder religioso llegado de la Polish Land, aseverara tenazmente que todas aquéllas ideas, esos líderes y aquél estado de cosas era muy bueno y deseado por el Altísimo.
            Pero claro, el demonio está en los detalles, y de vez en cuando se colaban algunas peliculitas bastante peculiares, meros detallitos, de esas creadas para divertir a muchos y satisfacer a más, pero que extrañamente —cuando uno se ponía a verlas con algo de atención— contaban un cuentito algo diferente al esperado. Utilizaban los mismos ingredientes que de costumbre, pero curiosamente el cóctel resultante presentaba un sabor inesperado. Algo ácido, para ser precisos. Veamos por qué. Imaginen por ejemplo a una pandilla de chicos, casi casi preadolescentes (igualitos a esos de Stranger Things, ¡sabrá Dios de dónde sacaron la idea sus creadores...!), que están a punto de perder sus casas porque un capitalista local se quedó con las hipotecas.

El Correcaminos vs el Coyote a puras Explosiones (Killing Gunther)

Por Leonardo Tavani
Calificación: Muy Buena ()
Killing Gunther (ídem, USA, 2017), 93 min.
Dirección y Guión: Taran Killam. Música: Dino Meneghin. Fotografía:
Blake McClure. Reparto: Arnold Schwarzenegger,  Cobie Smulders,  Allison Tolman,  Hannah Simone, Taran Killam,  Bobby Moynihan,  Aaron Yoo,  Joel Labelle,  Ryan Gaul,  Peter Kelamis, Alex Duncan,  Amir Talai,  Elizabeth Bowen,  Paul Brittain y Amitai Marmorstein.



    Un asesino a sueldo muy joven e impetuoso decide alcanzar la cumbre de su profesión con una movida tan simple como arriesgada: liquidar a quien hasta ahora ostenta el liderazgo absoluto en el área, nada menos que el enigmático y escurridizo Gunther, nombre clave que oculta la identidad jamás revelada del killer número uno del planeta. Narcisista, neurótico e inseguro, Blake Hammon (Taran Killam, que también co escribe y dirige el film) contrata a un grupo de cineastas para que rueden un documental que testimonie la eliminación del mítico y eficaz Gunther. Y aquí ya encontramos el primer gran acierto de la cinta: en todos los casos de falsos documentales el producto final resulta invariablemente un bodrio intolerable, porque dicho efecto narrativo genera un distanciamiento gélido en el espectador, que se ve incapaz de involucrarse afectivamente en la trama y asiste desde ‘afuera’ a lo que pasa en pantalla. OK, ustedes objetarán que el cine se trata justamente de ser un voyeur, pero vamos, uno que se estremece, teme, suda, ríe, llora, etc. O sea, un voyeur que de algún modo está involucrado en aquello que espía. Es lo que le pasaba al personaje de Jeff, que interpretaba brillantemente  James Stewart en La ventana Indiscreta (Rear Window, 1954), esa gran perlita de Hitchcock que homenajeaba al propio arte cinematográfico y a la vez revelaba el cariz de gran mirón (y por qué no metiche) de todo espectador. Como decíamos, en esta peli el falso documental se desenvuelve con naturalidad y organicidad, de modo que casi no parece ser tal, y el espectador puede seguir e inmiscuirse en la trama con fruición y delectación.
         


 
Desde el principio Blake nos presenta a cada miembro del equipo de “profesionales” que compartirán la gloria de eliminar a Gunther, cada uno de ellos experto en alguna forma específica de matar (explosivos, venenos, fuerza bruta, etc.), y a la vez, como iremos descubriendo, un perfecto grupo de chapuceros seriales, incapaces de matar a una cucaracha adicta al Raid. Tampoco seamos injustos, puede que los muchachos sean algo torpes, pero es que Gunther les lleva tanta ventaja y resulta tan endiabladamente ingenioso que haría falta toda la 5ª Flota del Pacífico para matarlo, si acaso se hallara a la deriva y con apenas un salvavidas de hule.

Stranger Things - El Espejo tiene dos Caras: los '80s También


Por Leonardo Tavani

Calificación: Excelente (★★★★)


Stranger Things (Serie de TV) (Ídem) EE.UU, 2016-2017.

17 episodios. Creada por The Duffer Brothers.

Dirección: Matt Duffer ,Ross Duffer, Shawn Levy, Andrew Stanton,  Rebecca Thomas. Guión: Matt Duffer, Ross Duffer,  Jessica Mecklenburg, Justin Doble, Alison Tatlock, Jessie Nickson-Lopez  y Kate Trefey – Elenco: Winona Ryder,  David Harbour,  Matthew Modine,  Finn Wolfhard, Millie Bobby Brown,  Gaten Matarazzo,  Caleb McLaughlin,  Natalia Dyer, Charlie Heaton,  Noah Schnapp,  Cara Buono,  Joe Keery,  Rob Morgan, John Reynolds,  Joe Chrest,  Ross Partridge, Sean Astin,  Paul Reiser,  Linnea Berthelsen, Brett Gelman,  Will Chase.-




            Cuando una serie alcanza el nivel de exposición y difusión que Stranger Things ha logrado en apenas dos temporadas y 17 episodios en total, es necesario separar la paja del trigo para comenzar a ver con claridad. En la actualidad vivimos una explosión global de opiniones en red, voces inexpertas, pseudo críticos, videos en youtube y bla, bla, bla. Es demasiado ruido. En nuestro comentario al filme Liga de la Justicia ya esbozamos una radiografía de este fenómeno, aunque sin agotarlo, y tampoco lo haremos ahora; pero es interesante notar cómo se logra influir en la opinión de las personas a través de estas redes, de modo que el otrora consumidor audiovisual hoy orienta sus elecciones de acuerdo a los opinadores en red. Esto se extiende también a lo que se dice sobre la producción de las series y películas, o sea, no a las tramas y su realización sino al making off de las mismas. Así que despejemos ya mismo algunos nubarrones, que siempre es bueno ver claro.


            Lo primero que se advierte al ver los dos primeros episodios de Stranger Things, y que se confirma por completo al devorarse las dos temporadas completadas hasta ahora, es que se logra derribar el mito creado acerca de la nostalgia ochentosa como único motivo para ambientar este cuento en ese marco temporal, junto a esa cháchara engorrosa —y malintencionada— que le sucedió. Esta serie está ambientada a inicios de la década de 1980 porque a sus creadores, los hermanos Duffer, no les quedaba otra. Simple y sencillo. El tipo de historia narrada y el anclaje emocional de los personajes para con su microcosmos resultaría inviable en nuestra realidad líquida. Ahora un ejercicio compartido para justificar esto: imaginemos la mutua solidaridad de estos chicos, su devoción por el “grupo”, su amistad a prueba de balas, el modo en que la tecnología de la década interactúa con sus vidas pero sin abducirlos y robotizarlos como en el presente; en fin,  la adorable ingenuidad con que afrontan la vida desde su niñez. Ahora visualicemos a Eleven e imaginemos como sería tratada por una bandita de pibes de hoy día, y si ese trato sería parecido siquiera al que recibe de la pandilla de amigos.

Una Secuela Demasiado Recargada


Por Leonardo Tavani

Calificación: Buena (★★)

Kingsman: El Círculo Dorado (Kingsman: The Golden Circle) U.K/U.S.A., 2017. Fox/Marv.

Dirección: Matthew Vaughn. Guión: M.Vaughn y Jane Goldman.
Con:  Taron Egerton ,Channing Tatum, Colin Firth, Mark Strong, Julianne Moore, Halle Berry, Jeff Bridges, Pedro Pascal y Elton John.




            En 2014 llegaba a los cines Kingsman: The Secret Service, la genial película del talentosísimo director y productor británico Matthew Vaughn, quien  pergeñó perlitas como Stardust (El Misterio de la Estrella), Kick Ass o —ya como encargo pero con su particular  impronta— X-Men: First Class. El filme resultó una joyita inesperada, no porque hubiera dudas sobre su talento sino porque el cómic en que se basaba (creado por Mark Millar, también autor de Kick Ass, y dibujado por Dave Gibbons (Watchmen), presentaba aristas complicadas para su transposición fílmica. Al igual que ocurriera con la citada Kick Ass, Kingman debería pasar por un cierto filtro que suavizara muchos de sus aspectos más polémicos. Polémicos para el cine angloparlante de hoy día, se entiende: pacato, temeroso de perder espectadores y esclavo de la abominable ‘corrección  política’ (y bajo el dominio de corporaciones avariciosas que conciben este negocio sólo como contabilidad creativa),  dicho cine no soporta actualmente los productos revulsivos, polémicos o antisistema que florecían en los ‘60s y ‘70s. 

            Este cómic, además de ser extremadamente violento —con ese tipo de violencia gráfica que excede todo buen gusto o límite moral alguno, marca de fábrica de su guionista— presenta apuntes negrísimos y corrosivos sobre la nobleza, la clase alta y el resto de la sociedad inglesa y sus desigualdades, cosa especialmente notable en la forma cruda y cruel con que pinta el entorno social de Eggsy, su madre, su pareja traficante y demás perdedores. Aunque haya nacido del profundo amor al primer perfil cinematográfico de James Bond 007, el de la era Connery, el único parecido con dicha saga estriba en el remarcado estilo, elegancia y sofisticación que ostentan tanto  la organización como cada uno de sus agentes. Ahora, en cuanto al tratamiento de la acción y la violencia se ubica más allá de cualquier estómago delicado. Si bien Kick Ass película resultó sumamente violenta y no escapó a cierta polémica[1], comparada con el cómic original parecía la biografía de Santa Teresa de Ávila. Aquí, en cambio, la pasadita por lavandina podía costar demasiado caro: por sus propias características intrínsecas el producto para la pantalla bien podía degradarse a una pueril parodia sin energía, encanto ni pasión. Pues bien, afortunadamente la alquimia funcionó y todo encajó a la perfección, de modo que se logró un producto innovador y a la vez old fashioned, que capturó de inmediato a todas las audiencias, y muy en especial al público no amante del agente 007. Y por supuesto también al que sí lo es, y que añora los tiempos en que su personaje favorito no parecía un clon furioso de Jason Bourne.


La Rebelión de las Máquinas o Espartaco Revisitado



Por Leonardo Tavani

Calificación: Excelente (★★★★)

Westworld (Ídem. EE.UU, Canadá; 2016), 1a temporada de 10 episodios.

Creada por Jonathan Nolan. Dirección: Jonathan Nolan,  Fred Toye,  Jonny Campbell, Richard J. Lewis,  Michelle MacLaren,  Neil Marshall,  Vincenzo Natali, Stephen WilliamsGuión: Ed Brubaker, Dan Dietz, Halley Wegryn Gross, Lisa Joy, Kath Lingenfelter, Dominic Mitchell, Jonathan Nolan, Daniel T. Thomsen, Charles Yu- Fotografía: Paul Cameron, Brendan Galvin, Robert McLachlanMúsica: Ramin DjawadiElenco:  Evan Rachel Wood,  Anthony Hopkins,  Ed Harris,  Thandie Newton,  Jeffrey Wright, James Marsden,  Rodrigo Santoro,  Sidse Babett Knudsen,  Ben Barnes, Jimmi Simpson,  Shannon Woodward,  Clifton Collins Jr.,  Luke Hemsworth, Ingrid Bolsø Berdal,  Louis Herthum,  Lili Simmons,  Steven Ogg,  Currie Graham, Jeff Daniel Phillips,  Kyle Bornheimer,  Angela Sarafyan,  Talulah Riley, Leonardo Nam,  Nia Kingsley,  Tessa Thompson,  Simon Quarterman,  Tina Grimm, Catherine Fetsco,  Ptolemy Slocum,  Michael Wincott,  Wade Williams,  Betty Gabriel, Gustaf Skarsgård. -




            Westworld, la serie, nace de una película casi olvidada por el gran público pero que se ha mantenido a lo largo del tiempo en la consideración de un pequeño grupo de cinéfilos, todos amantes de la ciencia ficción futurista, quienes han sabido ver los muy buenos apuntes que había en su historia original. Se trata del film homónimo de 1973, escrito directamente para la pantalla y dirigido por Michael Crichton, quien ya entonces poseía bastante experiencia como productor, guionista y director. De hecho, entre sus varios guiones originales (como el que nos ocupa), sus novelas adaptadas y filmes como director, podemos contar perlitas como The Andrómeda Strain (1971, Robert Wise), Coma (1978, Crichton), Pursuit (1972, Crichton), Extreme Close-Up (1973, Jeannot Szwarc) o The Great Train Robbery (1979, Crichton), entre otras muchas. Claro que hoy en día eclipsa gran parte de su obra el hecho de haber escrito Jurassic Park (1990), la novela llevada al cine por Steven Spielberg en 1993.


         Veamos. En esta película nos hallamos inmersos en el mundo de Delos, un gigantesco parque temático para adultos donde cada uno puede vivir su propia fantasía y satisfacer su ego y vanidad. El parque se subdivide en distintas parcelas, en cada una de las cuales se recrea una época, tierra o cultura diferente. Empezando por el reino de los mongoles, pasando luego por el de los vikingos, los romanos y algunos otros, llegamos finalmente a Westworld, el enorme lote dedicado al salvaje Oeste norteamericano, que es sin dudas el más visitado y requerido. Sin embargo, todos ellos están poblados por robots de perfecta apariencia humana, los cuales tienen vedado hacer daño a los visitantes. Claro que se producirá un evento inesperado, en un principio el desperfecto de uno de ellos, que desencadenará una cascada de eventos imparables y peligrosos. Protagonizado por Yul Brynner, Richard Benjamin, James Brolin y Dick Van Patten, el film tuvo un modesto éxito en su tiempo, al punto que consiguió incluso una secuela, Futureworld (1976, Richard T. Heffron), bastante digna y con más de un paralelo con Invasion of the Body Snatchers (1956, Don Siegel). Ahora, en plena era dorada de las series y cuando el formato de temporadas cortas  se ha impuesto completamente[1], llegó finalmente el turno de aquélla historia casi olvidada, pero que tenía un potencial intrínseco enorme. Lo cual ha quedado grata y escalofriantemente demostrado en los 10 envíos que conforman su primera temporada.

La Vida de Adèle: Una pasión abrasadora en un film esplendoroso

Por Leonardo Tavani
Calificación: Excelente (★★★★)

La vida de Adèle. (La Vie d’Adèle) Francia, 2013.                        Dirección: Abdellatif Kechiche. Guion: Abdellatif Kechiche y Ghalya Lacroix sobre el comic book “Le bleu est une couleur chaude’’, de Julie Maroh. Elenco: Léa Seydoux, Adèle Exarchopoulos, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jérémie Laheurte. Duración: 178 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años, con reservas.
  
afiche americano del filme
La Vida de Adèle”, filme del director franco magrebí Abdelatiff Kechiche (Juegos de amor esquivo; Cous-Cous), ganadora absoluta de la Palma de Oro del Festival de Cannes 2013, es una de las experiencias cinematográficas mas perturbadoras y movilizantes que el cine contemporáneo ha brindado a nivel mundial. Las tres horas de su metraje vuelan como un barrilete enamorado del viento, incluso con sus planos eternos, sus secuencias interminables y su cámara nerviosa y fascinada ante su protagonista, la monumental, sorprendente y casi extraterrestre Adèle Exarchopoulos, —la actriz debutante que encandiló a director, co estrella, técnicos y medio mundo—, en cuyo honor y gloria fue rebautizado el personaje protagónico. Porque si algo resalta en este filme imprescindible, es la absorbente presencia de Exarchopoulos destilando un magnetismo animal y salvaje, vital y desgarrado a la vez, desparramando en cada plano y en cada momento una mirada demoledora, que transmite con una verosimilitud y un realismo agobiante toda su carga de insatisfacción y búsqueda, deseo y decepción, placer y dolor.  
            Adèle es una jovencita de 17 años que vive con sus padres en Lille, al norte de Francia. Es una familia marcadamente proletaria y ya desde el vamos la cámara nos conduce por la rutina de la adolescente, sus clases en la escuela normal, sus amigas obscenas e hipócritas, su primer amor.  Sus cenas familiares son otra cosa: Kechiche es meticuloso al extremo mostrándonos al núcleo familiar reunido a la mesa, sus diálogos banales, la contagiosa fruición con que Adèle devora los spaghettis que su papá amasa, —prólogo a la misma pasión que, multiplicada, la joven pondrá en el amor—, la tele siempre encendida y tantas otras sutilezas que, en ocasiones, incluso escapan al espectador.

         

Un reparto a la deriva en una comedia sin gracia

Por Leonardo Tavani
Calificación: Mala (★)

ZOOLANDER Nº 2 (ídem) EE.UU., 2016. 102 min.
Dirección: Ben Stiller – Fotografía: Daniel Mindel – Música: Theodore Shapiro – Elenco: Ben Stiller,  Owen Wilson,  Will Ferrell,  Penélope Cruz,  Kristen Wiig,  Fred Armisen, Kyle Mooney,  Milla Jovovich,  Christine Taylor,  Justin Theroux,  Nathan Lee Graham, Cyrus Arnold,  Billy Zane,  Jon Daly,  Sting,  Benedict Cumberbatch,  Justin Bieber, Olivia Munn,  Ariana Grande,  Demi Lovato,  Kim Kardashian,  Kanye West, Madalina Ghenea,  Katie Couric,  Christiane Amanpour,  Kiefer Sutherland, Susan Boyle,  Willie Nelson,  Katy Perry,  Alexander Skarsgård,  John Malkovich, Susan Sarandon,  Neil deGrasse Tyson,  Anna Wintour. – Paramount.-

            La crítica cinematográfica es una profesión de riesgo. Puede sonar pomposo y exagerado, lo sabemos, pero no por ello menos cierto. Por caso, después de ver un engendro como Zoolander Nº 2, el crítico puede sufrir desde una apoplejía, un paro cardiorrespiratorio o un ACV,  hasta una pueril aunque olorosa diarrea. Y todo para que ustedes, los espectadores, eviten tal esperpéntica experiencia. O para que la abracen avisados. No hay de qué.
            Ahora en serio. Todo comenzó en 1996, cuando la célebre revista Vogue organizaba su entrega anual de premios a la moda y el diseño. Como es usual, además del desfile de rigor con las últimas colecciones del momento, el evento contaría con selectos números artísticos. Uno de ellos, una sorpresa ideada por los productores, consistió en contratar a Ben Stiller para aparecer subrepticiamente en la pasarela, interpretando a un modelo masculino paradójicamente poco guapo, narcisista y altamente estúpido: Derek Zoolander. Resultó un éxito total, todas las personalidades de la moda se divirtieron y tanto la tele como los periódicos no pararon de hablar del evento durante semanas. Esto le dio una idea a Stiller, que deseaba no tanto parodiar sino satirizar a ese mundillo de vanidades y oropeles. Así nació Zoolander (2001), una ácida radiografía acerca de la cultura de los ‘90s y la modernidad líquida. Si por años se había denunciado la explotación de la mujer como mero objeto, Zoolander traspasaba a los varones dicho rol vacuo, esclavizándolos a la dictadura de la imagen, el consumismo feroz y la ausencia total de ideas, ideologías o creencias. El “ámate a ti mismo” de las filosofías new age llevado a extremos sicóticos, lo que se envolvía en el oropel de una aventura al mejor estilo 007 y plena de comedia inteligente.
    

SuperHéroes: Del Entusiasmo al Agotamiento

Por Leonardo Tavani


Actualmente todos tenemos un problema con el subgénero de ‘superhéroes’. Como dijo recientemente el director James Mangold (Logan, 2017; Knight and Day, 2010), las películas de este tipo equivalen hoy al Western de los ‘50s. En esa época se estrenaban cerca de cinco a la semana, e incluso más; desde las magníficas de Anthony Mann, Delmer Daves, John Ford o Howard Hawks, hasta las mediocres de clase ‘B’ protagonizadas por actores en estado preagónico, sobrevivientes de la era dorada de Gene Autry, William S. Hart y Tom Mix. El problema está en que aquél cine inolvidable podía contar cualquier tipo de historias, porque su imago mundi anclaba en la realidad histórica (para colmo muy cercana temporalmente, tanto que en algunos estados la modernidad no llegó hasta mucho después de 1910), y  se ubicaba en un amplio territorio estrictamente real y concreto. En cambio, el cine basado en cómics de superhéroes no puede exceder de ciertos límites específicos, ya que su propio ethos se lo impide. El ser superior sencillamente no existe; los extraterrestres no se estarían descubriendo ante nosotros, y los seres mejorados por experimentos científicos sólo campean en la imaginación.

El western americano de los '50s: apogeo del héroe sin nombre

Por LEONARDO L. TAVANI
                    
                       
Al cabo de dos décadas de aventuras fabulosas, pioneros, indios asesinos y héroes sin mácula, el decenio de 1950 vería con asombro el surgimiento de un novel estilo narrativo y temático para el ya transido género norteamericano por excelencia, el western. Y esto no ocurrió por una graciosa casualidad, sino que acaeció a resultas de una serie de tensiones profundas en el seno de la sociedad norteamericana de posguerra, una sociedad que abría los ojos por vez primera a sus miserias culturales y políticas; una clase media que emergió de la inocencia insular que le era propia para hallar no solo un mundo ferozmente dividido en polarizantes ideologías, sino también a una “culta y refinada” Europa capaz de engendrar genocidios, dictadores y racismos varios. 
                         A este panorama internacional y a su propia y polémica participación en la segunda gran contienda, la intelligentsia progresista demócrata, tanto de centro como de izquierda, asistía  con asombro a la ruptura del cascarón del huevo de la serpiente:  en casa, —en el paraíso de las Libertades Civiles y la Democracia—, coexistía un universo de racismo, violencia, paranoia estatal y persecución; esta última representada claramente en los Comités de Actividades Antinorteamericanas, liderados por el  obsesivo Senador McCarthy, de funesta memoria.

Una distopía aterradoramente posible

Por Leonardo Tavani
Calificación: Muy Buena (★★★★)

¿Qué le pasó a lunes? (What happened to Monday?) G.B., 2017. 124 min.
Dirección: Tommy Wirkola –Fotografía: José David Montero – Música: Christin Wibe – Elenco: Noomi Rapace,  Glenn Close, Willem Dafoe,  Robert Wagner,  Pål Sverre Hagen, Chico Kenzari,  Adetomiwa Edun,  Lara Decaro,  Christian Rubeck.-

            En un artículo anterior[1], deslizábamos casi al pasar que las distopías futuristas se habían tornado tanto o más habituales que el cine de superhéroes y animación. Y claro está, la sobreabundancia conduce a la dilución argumental. Pero en el caso que nos ocupa, esta coproducción entre Inglaterra, EE.UU., Bélgica, Francia y Netflix resulta una gratificante sorpresa. Y una que bien vale una reseña.
            En un futuro cercano la sobrepoblación planetaria ha superado las previsiones de Malthus, y junto a una dramática disminución en la cantidad, calidad y capacidad de producción de alimentos, la vida en la Tierra se ha tornado inviable. Con la asesoría de una científica con aspiraciones de poder (Glenn Close), se implementa una política rigurosa y cuasi policial de un solo hijo por familia. Para los pocos audaces que excedan este número existe la opción ‘nada opcional’ de un sueño criogénico para cada niño, mediante una tecnología creada y patentada por la propia mujer de ciencia. Ahora bien, una joven muere al dar a luz nada menos que a septillizas. Su abuelo —(un impecable Willem Dafoe, exudando en cada plano la tortura interior que padece su personaje a causa de la vida que deberá brindarle a sus nietas—) las adopta, recluye y entrena a través de los años para vivir en la clandestinidad. Les ha dado a cada una el nombre de un día de la semana, y sólo pueden salir a la calle o la escuela de a una por día, el de su onomástico. Pero en el exterior se hacen pasar por Karen Settman, su extinta madre, y deben caminar sobre alfileres para que todas sepan hasta el más mínimo detalle de lo vivido cada día en el exterior, así su relevo puede actuar en la siguiente jornada como si fuera la misma y única persona. Cuando el espectador asiste a ciertos actos de crueldad cometidos por su abuelo, con el fin de evitar ser descubiertos y mantener la mascarada, verdaderamente le corre un frío seco por la espalda.


            Ya grandes, al tiempo que comienzan a surgir las tensiones entre las siete y la insatisfacción por la vida casi miserable a que se ven sometidas, cada una de ellas trabaja (recuerden, fingiendo ser la misma) en una importante corporación, la misma desde la que se controla férreamente la natalidad. Al atardecer del día homónimo, Lunes no regresa. Pasan las horas y se torna evidente que ha desaparecido. No pueden quedarse de brazos cruzados y una de ellas deberá salir en su búsqueda. Así comienza tanto la improvisada investigación como una cacería a las hermanas que se tornará feroz. Está claro que las han delatado, y en medio de esa pesadillezca persecución asistimos al descubrimiento de una conspiración aberrante; y la lucha por la supervivencia —o la tragedia que se cierne sobre las hermanas (tanto como la amarga verdad sobre alguna de ellas) —, servirá para revelar la aberrante miseria que ha caído sobre la humanidad por aceptar dócilmente soluciones inmorales, por muy bien disfrazadas de ética bienhechora que estén.


            A medida que la narración avanza el film despliega una atmósfera irrespirable, con una ambientación impecable, un detalle que es vital para una narración como esta. Tratándose de un mundo superpoblado y escaso de recursos, cada toma nos muestra astutamente gente apiñada, caminando a los trompicones, sin un resquicio donde no haya personas. Y del mismo modo las fachadas lucen derruidas, viejas y gastadas; las calles se ven atestadas y saturadas, carentes de toda belleza o siquiera mera funcionalidad. Por oposición, únicamente los edificios gubernamentales y la poderosa corporación que da empleo a la supuesta Karen Settman lucen brillantes y asépticos, plenas de gran tecnología y eficiencia. Pero no es la perfecta ambientación la que justifica los méritos de la cinta, sino el tenso crescendo del drama y la cacería, en medio de los cuales se yergue la figura de Jueves, la hermana rebelde y contestataria, quien deberá asumir un liderazgo no querido para salvar a las hermanas que pueda y resolver el misterio. La labor de la prestigiada Noomi Rapace, la inolvidable Liszbeth Salander de la trilogía ‘Millennium’, resulta en un tour de force sorprendente y difícil de olvidar. No se trata solo de la dificultad de interpretar a siete personas distintas en un mismo espacio, por caso, sino de la capacidad asombrosa de esta actriz sueca para brindarle a cada una su íntima gestualidad, un cariz peculiar y particular, —hasta miradas diferentes y respiraciones de diferente intensidad—, de modo que en pocos planos se logre que ya estemos familiarizados con todas y cada una de ellas, comprendiendo sus sicologías y personalidades. Y sus tensiones interiores.



            Del otro lado, la enorme Glenn Close ofrece su competencia habitual para encarnar a un ser complejo que oculta a un monstruo interior, disimulando su verdadera naturaleza con el altruista discurso de siempre, aquél que reza el tranquilizador “lo hago por la humanidad”. De todos modos su personaje padece de contradicciones (algo bienvenido en favor de la carnalidad de su criatura), en las que asoma un amago perturbador de conciencia, cosa de la que carece por completo su asistente personal, un sádico nazi que en la piel del actor Pål Sverre Hagen causa vero pavor. El film posee una estructura narrativa casi de relojería; jamás se excede en la cantidad ni intensidad de sus escenas de acción, que en esta ocasión son imprescindibles y funcionales al cuento, y los personajes con quienes se topa Jueves en su huida poseen tridimensionalidad y motivaciones creíbles.


            Se trata, en definitiva, de un film muy sólido tanto en lo narrativo como en lo visual, coherente en su propuesta y con un planteo distópico lamentablemente probable y posible, en sintonía con las claras señales de peligro del presente,  lo que causa no poca incomodidad en el espectador informado. Por lo demás, nos brinda un festival actoral de Rapace, actriz de innumerables recursos y dueña de una presencia en pantalla de infrecuente intensidad. Para no perdérsela.-
        
Disponible en Netflix y DVD



[1] Ver nuestra crítica a “Baby: El Aprendiz del Crimen”.-

Cuadros que son espejos: un cine que nos refleja

Por Leonardo Tavani
Calificación: Excelente (★★★★★)

ANIMALES NOCTURNOS (Nocturnal Animals) EE.UU., 2016.
Dirección y guión: Tom Ford – Elenco: Amy Adams, Jake Gyllenhall, Armie Hammer, Isla Fisher.-

            ¿Somos modelos para armar? ¿Nos colocan en la vida dentro de reducidos espacios performáticos, como muñecos glorificados en una muestra de arte posmoderno? ¿Los deseos y aspiraciones de nuestros padres nos atraviesan de tal modo que no podemos escapar de su inexorable consecución? ¿Amamos a otros por lo que queremos que sean, en vez de verlos nítidamente como son? Y si acaso los vemos tal como son, ¿los aceptamos desde su singularidad, para enriquecer la nuestra, o los queremos cambiar para luego descartarlos cuando comprobamos que no logran cubrir nuestros altos estándares? ¿Somos capaces de defender a quienes amamos hasta la muerte, o preferimos la venganza como alternativa a aceptar nuestra culposa cobardía?

            Estas, y muchas otras, son las perturbadoras preguntas que nos plantea Animales Nocturnos, la película del diseñador de modas, decorador y artista plástico Tom Ford. Su polimórfico carácter artístico se plasma en cada plano del filme, impregnado de una estética ferozmente gélida, recargada y aséptica a la vez, según sea que deba remarcar el distanciamiento que Susan, la protagonista, siente acerca de su trabajo como galerista y promotora de arte, o la claustrofóbica perfección ‘cúbica’ y frígida de su mundo íntimo y privado.

Recuperar la propia memoria

Por Leonardo Tavani
Calificación: Muy Buena (★★★★)

LA DAMA DE ORO (Woman in Gold) G.B./EE.UU., 2015.

Dirección: Simon Curtis – Fotografía: Ross Emery – Música: Martin Phipps &
Hans Zimmer – Elenco: Helen Mirren, Ryan Reynolds, Daniel Brühl, Antje Traue,
Charles Dance, Jonathan Pryce y Katie Holmes. - BBC Films & The Weinstein Co.-


            Basada en hechos reales, esta atrapante y emotiva película del británico Simon Curtis relata, —con buen sentido y sensibilidad—, la odisea tanto íntima como judicial que emprendió a partir de 1998 María Altmann, una testaruda viuda de Los Ángeles que emigró allí poco antes del estallido de la 2ª guerra mundial (forzada a dejar atrás a sus padres y tíos que no pudieron huir de una Viena infectada con el veneno nazi del Anschluss), para obtener la justa restitución de una obra de arte otrora propiedad de su familia.
            Ocurre que María era nada menos que la sobrina de Adèle Bloch-Bauer, la dama retratada por el genial pintor austríaco Gustav Klimt (1862-1918) circa de 1909, en el cuadro titulado “Mujer en Oro”. La obra fue un encargo pagado por su marido, tío paterno de María. Al estallar la guerra, —con ella misma, su flamante marido y su hermana refugiados en América—, el célebre cuadro ya había sido confiscado por los nazis, destino compartido por tantas posesiones y bienes de millares de familias judías del continente. Ulteriormente, la pintura acabaría en el Museo de Bellas Artes de Viena, donde se convertiría en un ícono socio-cultural de la capital austríaca.


            Viuda, sin hijos, dueña de un carácter férreo y caprichoso que en el fondo oculta sus fragilidades, María (interpretada con conmovedora entrega por la monumental Helen Mirren) se niega a dejar que el pasado envenene la aparente estabilidad de su vida. Ni siquiera ha aceptado volver a Viena jamás. Esa parte de su existencia parece clausurada en el ático polvoriento de los recuerdos dolorosos. Su hermana acaba de morir, y con ella parece extinguirse un previo intento por recuperar el cuadro; es en el mismo funeral que una de sus mejores amigas —madre de un joven e inexperto abogado llamado Randolph Schönberg— la impulsa a consultarlo para intentar la restitución buscada. María duda. Sabe que esta acción traerá memorias  que prefiere olvidadas. Pero lo llama, movida por una ambigua pulsión. La relación entre ambos iniciará tensa, a medio camino entre cierto despotismo algo impostado por la anciana y el desdén impregnado de fastidio de un hombre que a sabiendas se halla donde no quiere, apenas cumpliéndole un favor a su madre.
             Randy (un Ryan Reynolds a la altura del rol, demostrando que puede mucho más que solo prestarle el cuerpo a Deadpool), está tan desconectado de su herencia familiar y religiosa, como María lo está del pasado trágico que sepultó en Europa. Él es sobrino nieto del afamado compositor austríaco Arnold Schönberg (1874-1951), creador del dodecafonismo. Cuando invariablemente alguien le pregunta por su apellido y su ilustre pariente, el joven abogado apenas si asiente con huraño desinterés y total desdén por su legado de sangre, como si le pesara esta herencia y sus implicancias. Sin embargo, al involucrarse cada vez más en el caso de restitución, comprendiendo azorado la legitimidad del reclamo y la enormidad de la injusticia  que cometen las autoridades vienesas, cómplices así del pillaje nazi, Randy le abrirá una puerta a sus ignoradas raíces, al dolor de su pueblo y, por qué no, a la propia alma de la Sra. Altmann.


            El filme entrelaza bellamente los recuerdos familiares de María, postales agridulces de una Viena de la Belle Époque, —en los que resalta la presencia amorosa de su tía Adèle, aquí encarnada por la alemana Antje Traue (Man of Steel, 2013; Criminal, 2016) —, con la imagen de la aséptica ciudad de hoy día, en la que parece haberse borrado cada rastro de un antisemitismo cruel y despiadado. Porque María, en efecto, sí recuerda ese racismo profundo que la historia parece haberle adjudicado sólo a la Alemania nazi, exculpando a su país de ello; y muy a su pesar y a regañadientes deberá aceptar volar a su ciudad natal, donde hallará que ese racismo del pasado no está tan olvidado, después de todo, y en la que su abogado recibirá también una bofetada que lo reencontrará con su herencia tanto judía como familiar, de modo que el caso por fin lo involucrará tanto íntima como ideológicamente.


            Curtis dirige con una sobriedad encomiable, alejando su filme de todo exceso sensiblero, pero también evitando el obvio panfleto de “buena conciencia”, del que  huye tanto como de todo golpe bajo. Para ello cuenta con un equipo técnico impecable y, por sobre todo, con un reparto actoral de gran solidez. En ese rubro merece destacarse la breve pero fundamental participación de Jonathan Pryce (Brazil, 1985; Carrington, 1995), que interpreta al presidente de la Suprema Corte norteamericana, cuyo rol será vital para las posibilidades de la demanda. Y por supuesto, como lo apuntamos al inicio, la conmovedora entrega de una actriz única, Helen Mirren, capaz de impregnar con su transparente mirada a todo el filme, guiándonos hasta ese apartamento vienés transido por el tiempo, donde su María reencontrará al fin a su familia, vivos otra vez, amándose de nuevo. Como antes. Como antes del horror. Como antes del supuesto bálsamo del olvido. Como ayer nomás.-

(Disponible en DVD, Netflix y otras plataformas)


Dos montañeses que se ríen del género gore

Por Leonardo Tavani
Calificación: Muy Buena (★★★★)
Tucker & Dale contra el mal (‘Tucker & Dale vs. Evil’), Canadá 2010.
Dirección: Eli Craig  – Guión: Craig y Morgan Jurgensson - Fotografía: David Geddes – Música: Mike Shields – Elenco: Tyler LabineAlan Tudyk y Jesse Moss. -

            Veamos. De un lado, un grupo de universitarios bastante descerebrados, con muchas ganas de sexo, porros como para anestesiar a una jauría de lobos y menos sentido común que Zulma Lobato en un mal día. Por el otro, dos amigos montañeses con cara de pocos amigos y menos jabón que un linyera, dispuestos a beberse toda la cerveza enlatada disponible en el hemisferio norte. Ambas partes coincidirán en algún lugar de los Apalaches durante un fin de semana para no olvidar, especialmente por la muy poco común acumulación de cadáveres destripados que irán sucediéndose.
            Hasta aquí, nada que ustedes no hayan visto desde Martes 13 (1980, Sean S. Cunningham) hasta Hostel (2005, Eli Roth). Pero hay un detalle. Uno muy importante. Esta película es una comedia delirante, con toques macabros y un crescendo dramático impecable, que parte de una premisa que no por trillada resulta menos efectiva y acertada: las apariencias engañan. Porque Tucker y Dale no son otra cosa que dos buenazos con poca cabeza, a los que les gusta ir a pescar, tomar cerveza y dormir bajo las estrellas en una noche cálida; dos tipos de poca suerte, a los que las chicas bonitas eluden tan ágilmente como los evita el dinero. Y allí están ellos, dispuestos a pasar un fin de semana en una cabaña ruinosa que han adquirido, justo cuando aquéllos universitarios deciden acampar en esas mismas tierras. Un simple accidente; Dale al rescate de la chica en problemas, y lo que debería acabar en un sencillo “gracias por todo, cuídense”, se complica hasta desembocar en un pandemonio macabro, donde las muertes se suceden de modo tan impensable como ineludible. Porque el meollo de “Tucker & Dale contra el Mal” radica en la esencia misma del fenómeno de la discriminación.

Ser y no ser Trek

Star Trek: Discovery
Por Leonardo Tavani.
Calificación: Buena (★★★)
USA, 2017: (1ª Temporada de 15 episodios)
Creada por Bryan Fuller & Alex Kurtzman
Con Sonequa Martin-Green (Michael Burnham), Jason Isaacs (capitán Gabriel Lorca), Michelle Yeoh (capitana Georgiou), Anthony Rapp (Tte. Stamets),  Doug Jones (teniente Saru), Chris Obi (T’Kuvma), Rekha Sharma (Tte. Landry).

            Cuando Giuseppe Tomasi di Lampedusa concibió su única novela, El Gatopardo, —que se conoció póstumamente—, jamás imaginó que en el futuro se acuñaría el término “gatopardismo”, derivado de aquélla. Decimos que se practica gatopardismo cuando, en un ámbito dado, en especial el político, se cambian o alteran algunos elementos y variables para que en realidad nada cambie. O sea, mover algunas piezas, lavar ciertos rostros y dejar el contexto macro tal como está. Si aplicamos este concepto al universo narrativo audiovisual, encontramos que cuando se administran sagas o marcas registradas muy longevas y particularmente sensibles en lo que respecta a su relación con los fans, resulta esencial tener la perspicacia de aplicar, cada tanto, una saludable dosis de cínico gatopardismo.



            Esto viene a cuento porque a 4 episodios del inicio de Strar Trek: Discovery, la nueva serie basada en la genial creación de Gene Roddenberry, hallamos que sus creadores han hecho caso omiso de la máxima lampedusiana, y en vez de aggiornar prudentemente el concepto Trek para renovar el interés de nuevas audiencias, —pero manteniendo las reglas que le dan su específica identidad—, hicieron tabla rasa con las premisas más caras y basales de la franquicia, sin por ello lograr expandir sus horizontes narrativos o diversificar sus alcances temáticos. Para ser claros: innova hasta la despersonalización, se aferra a una visión tan oscura como pesadillezca, y sólo logra con ello un producto que suena remotamente a Star Trek, pero asaltado por impostores.
       

“LA BESTIA ESTELAR”: Doctor Who celebra su 60 aniversario recuperando toda la magia Perdida

Por Leonardo L. Tavani Calificación: Muy Buena ★★★★ El sábado último regresó la mítica serie Doctor Who . Lo hizo con el primero de lo...