La araña vuelve a casa con demasiado humor

Por Leonardo Tavani
Calificación: Buena (★★★)
SPIDER-MAN: DE REGRESO A CASA 
(‘Spider-Man Homecoming’), USA, 2017. 133min. Dirección: Jon Watts– Guión: John Francis Daley, Jonathan M. Goldstein, Christopher D. Ford, Chris McKenna, Jon Watts, Erik Sommers –Música: Michael Giacchino - Elenco: Tom Holland, Robert Downey Jr., Michael Keaton, Marisa Tomei, Jacob Batalon, Zendaya, y Jon Favreau.


    El sueño de la razón engendra monstruos. Es una frase hecha, es cierto, pero una para no ignorar. En el film que nos ocupa el sueño de poderosos, organizaciones secretas, millonarios megalómanos y científicos desbocados ha engendrado, en efecto, monstruos de magnitud interplanetaria. Ocho años atrás la ciudad de Nueva York se vio asolada por esta pesadilla. Al despertar, sólo quedó la desolación. Y los escombros[1]. Por lo tanto, mientras la gente se despierta del horror alguien tiene que reconstruir, y para eso hay que limpiar y recoger los restos del armagedón. Un contratista empeña todo su capital para ganar la licitación de tamaña obra. Comienza a trabajar, contrata empleados, invierte en maquinaria. Pero de golpe, con la prepotencia del dinero, le quitan todo. Lo expulsan de la ‘zona cero’, le confiscan todo el material y la chatarra alienígena y no le reembolsan un centavo. Cuando pide explicaciones no las encuentra. La empresa de Tony Stark está detrás de todo, y como ya es costumbre, los asuntos del millonario acaban por parir más problemas de los que resuelve, y más monstruos.

            En el presente, la Gran Manzana está siendo azotada por delitos muy violentos que incluyen el uso de armas con tecnología extraterrestre. Alguien las fabrica y se las vende a los peores criminales. Un inmaduro Peter Parker, recién llegado de la confrontación que se vio en ‘Capitán América: Guerra Civil’, se topa con la situación y pretende solucionarla solo. No será tan fácil. Apenas lleva un tiempito explorando su nueva vida como Spider-Man y la tutoría de Stark parece ser menos beneficiosa de lo esperado. El adolescente se comporta como lo indica su edad, y la supertecnología que el empresario pone a su disposición, como el caso del ultra sofisticado traje arácnido, no hace otra cosa que convencer a Peter de que vive en Disney. La realidad siempre es más dura.
             Spider-Man Homecoming es el enésimo reboot del personaje más amado por su creador, Stan Lee. Es una película mucho más sólida de lo que se esperaba, aunque sufre de un problema repetido en casi todas las últimas producciones de Marvel: el desequilibrio narrativo interno. Este detalle importantísimo es la piedra angular del análisis cinematográfico, e ignorarlo impide por completo la correcta interpretación de un film. En el caso que nos ocupa, la friolera de seis guionistas para un único producto indica claramente que no se tenía un norte claro al inicio del proyecto. Sin embargo, el script definitivo, —o al menos lo que vemos en pantalla de él—, ha resultado bastante coherente y se beneficia de la firme conducción del director Jon Watts. Sin este piloto de tormenta la cinta recorrería caminos más accidentados. Pero vayamos al punto. La vida social de Peter y su dualidad como superhéroe no está tan bien integrada al relato como en la inmediata anterior encarnación (The Amazing Spider-Man, 2012). Aquí encontramos al héroe en plena posesión de sus habilidades, no se necesitan mayores explicaciones acerca del cómo las adquirió. Pero si bien esto es un avance (¿para qué querríamos ver una vez más el origen del chico araña?), por otro lado le quita organicidad al relato. Todos sabemos de sobra que el joven huérfano se lanza a combatir el crimen a causa del asesinato de su tío, algo que pudo pero no supo evitar. Esa culpa lo obliga a madurar de golpe, elevándolo por sobre su condición de adolescente. En esta nueva cinta no existe tal conflicto.
La tía May tiene ahora la sensualidad y belleza de Marisa Tomei (Mi Primo Vinny, 1992; Sólo Tu, 1994), actriz para la que el tiempo no pasa, y eso se tuvo en cuenta. La bella tía es o bien soltera o bien divorciada, no se clarifica esto en el film, pero de ningún modo una viuda reciente. Y esto diluye tanto su relación con Peter, que se torna menos maternal y más relajada, como la credibilidad acerca de las motivaciones del muchacho. Para colmo, desde el inicio vemos al chico retornar de su participación en la batalla entre los Avengers comportándose como un niño con juguetes nuevos. Okay, él tiene esa edad, lo entendemos, pero en Homecoming se nos sugiere que se lanza como héroe únicamente como imitación de sus propios superhéroes, los Avengers, y ello le quita tridimensionalidad y profundidad a su personaje. Por otra parte, el humor excesivo de la cinta conspira para profundizar este desbalance, algo que se patentiza en algunas secuencias que requerían de menos comedia y más de tensión dramática. La relación con su mejor amigo, —un personaje insufrible que es encarnado por un chico asiático y obeso para que Disney/Marvel cumpla con la cuota semestral de corrección política—, se torna patética por momentos y demasiado subrayada. Su atracción por la chica linda de la escuela (también incluida en la cuota mencionada), es pura nadería, pero adquiere significación cuando el espectador asista a una inteligente vuelta de tuerca que ni por asomo ‘espoliaremos’.
            En cuanto al villano Vulture, interpretado con astuta displicencia por un cada vez mejor Michael Keaton, se vuelve un hallazgo notable para el film. Sus motivaciones son realistas y estrictamente materialistas; sus acciones se fundan en la más pueril de las revanchas y en la creencia de que debe proveer a su familia echando mano de cualquier recurso disponible, aunque sea de índole criminal. Está claro que en otras circunstancias este individuo pasaría como el más adaptado de los ciudadanos, pero su realidad despierta ciertas fibras sicopáticas en él, que lo tornan imprevisible. Se echa de menos más presencia en pantalla de este gran oponente, que en cambio está saturada de chistes y cameos de los otros Avengers, que pocas veces dan en el clavo.
            Ahora bien, la extensa parte final de esta historia es otra cosa. Cuando se devela por fin aquello que no podemos revelar, incluso la actuación de Tom Holland adquiere otra vibración. Hasta entonces su Peter Parker no sale de la medianía, —más gracioso con la máscara puesta de lo aconsejable—, pero cuando el drama se desate el actor mostrará que tiene pasta y fibra para el rol, adoptando la gravedad y seriedad precisas. El epílogo es altamente disfrutable, porque incorpora un sorpresivo giro en la conducta de Peter que lo ennoblece como individuo e indica que comienza a madurar, aunque sea a los golpes. En definitiva, Spider-Man Homecoming resulta un entretenimiento sin pretensiones, que al adoptar una postura de menor compromiso dramático acaba beneficiando a la película toda: más leve, más divertida y un poco siniestra cuando es preciso serlo, es el producto que más se parece a la algo ingenua épica de aquéllos cómics de los ‘60s, los que escribía Stan Lee y dibujaba Steve Ditko. No apta para intolerantes al popcorn.-




[1] Se trata de la batalla final vista en Marvel’s The Avengers, 2012, Joss Whedon.-

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