Por Leonardo L. Tavani
Calificación: Buena plus ★★★+
Más
allá de los géneros cinematográficos, a los que los vanguardistas desprecian
con la misma intensidad que al sentido común, los filmes de “fórmula” son ya un
clásico en toda regla. Una “fórmula” no es un género en sí mismo, sino una
suerte de plantilla argumental que puede aplicarse a diferentes géneros o
incluso a un cruce entre ellos. Los filmes de adolescentes, y en particular los
de asesinos seriales de púberes, son claramente una fórmula que el cine
norteamericano ha explotado hasta el hartazgo. Lejos, lejísimo, han quedado
dignos exponentes como Viernes 13 (Friday The 13th; 1980, Sean S. Cunningham) o la “multiclonada” Halloween
(ídem; 1978, John Carpenter), a los que tanto la calidad de sus tramas como sus
muy dignas realizaciones les valieron un lugarcito eterno en el corazón de los
fans del gore y el “slasher”. Ahora bien, esto de presentarnos a un héroe o
heroína adolescente y tímido/a, usualmente víctima de bullying (aunque muy
inteligente), quien siempre acaba en medio de un baño de sangre causado por
algún mítico asesino enmascarado que destripa pibes sin soltar palabra, pues ya
nos tiene a todos hasta las “tarlipes”.
No hay otra forma de decirlo… Si alguien quería volver sobre el tópico, tenía
que hacerlo con un planteo o alguna vuelta de tuerca tan pero tan novedosa que
hiciera valer la pena la experiencia. Pues bien, el director y guionista
Christopher Landon (uno de los hijos del recordado Michael Landon, al que tuvo
mientras rodaba la segunda temporada de La Familia Ingalls/Little House on the Prairie; 1974-‘82),
lo ha logrado — ¡y con creces! — con la divertidísima y desprejuiciada Freaky
(“Este Cuerpo está Para Matar”).
El
planteo de Freaky es simple: un asesino enmascarado (¡y además
“homeless”!) roba una antigua daga ritual azteca que posee poderes oscuros,
pero algo sale mal y al momento de intentar despanzurrar a Millie (nuestra
joven heroína de turno, correctamente interpretada por Kathryn Newton) el
maligno hechizo precolombino hace que los espíritus de ambos intercambien cuerpos. Por la mañana Millie se hallará en la
tosca humanidad del homicida (maravillosamente interpretado por Vince Vaughn) y
este en el cuerpo de nuestra atractiva pero a la vez “débil” adolescente. La
comedia está servida, señores, pero no sin contener hectolitros de sangre
chorreando por las paredes y cientos de vísceras saltando por los aires. Hay,
además, una ingeniosa trampita: se descubrirá que el hechizo solo puede
revertirse antes que se cumplan 24 horas desde el intercambio de “almas” y
siempre que uno de los involucrados apuñale al otro con la dichosa daga. Con
semejante planteo, Landon y su coguionista Michael Kennedy logran una sátira de
horror ágil, divertida, fresca y “novedosa”. Y lo mejor del planteo consiste
paradójicamente en cierta “contención” del realizador a la hora de echar mano
de los recursos clásicos del slasher. Mientras que el espectador espera que se
escupan tripas por la pantalla cada dos segundos, se encuentra en cambio con
que Landon se las apaña para dosificar los homicidios e incluso espaciar varios
de ellos entre una considerable cantidad de minutos de metraje, dándole a la
historia la oportunidad de bucear en la sobrenatural y sorpresiva situación de
estos dos personajes tan opuestos, y en cómo esta afecta gradualmente a cada
uno de ellos y a su entorno. Además
de lo ya dicho, Freaky: Este Cuerpo Está para Matar tiene la audacia e
inteligencia de brindarles a sus protagonistas una cierta tridimensionalidad
que resulta muy bienvenida y que en ningún momento luce forzada. Nuestra
heroína es una chica bonita que sin embargo no cree en sí misma, que se halla
haciendo equilibrio entre el reciente fallecimiento de su padre, un cierto
abuso del alcohol por parte de su madre (debido a su pérdida, se entiende), y
una hermana mayor policía, quien ha resuelto mucho mejor el duelo y la presiona
demasiado para que salga de su caparazón. El resto de los personajes también
están muy bien delineados, incluso demasiado bien en algunos casos, y esto con
el mérito sumado de haberse logrado con pocas y precisas pinceladas. El mejor
ejemplo de ello es el señor Fletcher que compone Alan Ruck (¿se acuerdan del
capitán Harriman, que aparecía en los primeros minutos de Star Trek Generations?),
el abusivo profesor de carpintería del colegio que humilla a Millie más y peor
que las compañeras “populares” de la preparatoria; o también el Josh
de Misha Osherovich (al amigo gay de la protagonista), cuyo dibujo está muy
alejado de los habituales lugares comunes en que caen estos personajes. Pero si alguien merece esta vez los
mayores elogios, ese es Vince Vaughn. Usualmente insoportable, plagado de tics
y manierismos, el intérprete de filmes como Los Rompebodas (2005), Viviendo con mi Ex (2006) o Be Cool (Tómalo con Calma, 2005), parece haber
comprendido las necesidades de la película y realiza una labor encomiable,
sumamente contenida, inteligente y totalmente carente de sus habituales (y
gastados) recursos. Gran parte de sus secuencias son aquellas en que Millie se
halla en su cuerpo, y para cualquier comediante holgazán —que como él, haya
institucionalizado su propia personalidad como “producto”— hubiera sido pan
comido abusar de cierta gestualidad amanerada y “feminoide”, o de poner voz de
falsete para parecerse a una mujer histérica. Para nuestra sorpresa, Vaughn no
hace nada de eso; y en cambio opta por construir a una Millie que intenta
ajustarse como puede a su sorprendente y nueva realidad y que —a pesar de que
el reloj corre y debe hacerse con la daga— se toma su tiempo para observar su
propia vida desde la perspectiva de ese hombre alienado. El actor habla casi a
media voz, no hace estridencias ni siquiera cuando tiene que convencer a sus
amigos de que en efecto es “ella”, y cuando brevemente vuelva “a ser” el
homicida, apenas un par de miradas y algunas frases filosas como estiletes le
bastarán para causar miedo e incomodidad. Aquí no caben dudas de que gran parte
del mérito de esta sobria performance está en manos del director Landon, dado
que se advierte claramente una guía conductora tras su estrella, labor que los
directores más laureados de Hollywood suelen dejar de lado en pos de no herir
el inflado ego de sus intérpretes. Si
bien Freaky
utiliza otra fórmula largamente transitada en la comedia, la del intercambio de
“almas” y cuerpos (por caso, desde la ya lejana Freaky
Friday /1976, con una jovencísima Jodie
Foster, hasta The Hot Chick
/2002, debut en la pantalla grande de Rachel McAddams junto a Rob Schneider),
los resultados obtenidos aquí son altamente satisfactorios. Claramente se trata
de un filme que no reinventa nada y que abreva en dos fórmulas tan trilladas como
populares, pero al que sin embargo se disfruta ampliamente y que incluso emana un
cierto perfume de originalidad, todo ello gracias a una mirada fresca y
desprejuiciada que no le teme al ridículo ni piensa el producto desde una
planilla de Excel. En suma, si usted se quiere divertir un rato sin que
insulten su inteligencia, y además desea llevarse sus buenos sustos sin que le
muestren los mismos trucos de siempre, Freaky
es su película. Nada mal para estos tiempos.-
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