Trying ("Ciclos")—Excelente (★★★★★)— es una deliciosa
miniserie británica coproducida por BBC y Apple TV + que transforma lo que pudo
ser un mamotreto dramáticamente intenso en una luminosa comedia urbana poblada
por personajes tan humanos como queribles. En seis acotadísimos episodios de
apenas 30 minutos se asiste a las divertidísimas desventuras de una parejita de
treintañeros londinenses que buscan concebir un hijo pero no lo logran, por lo
que deciden —no sin ciertas reticencias— lanzarse a la aventura de adoptar. Claro
que aunque Inglaterra no es Argentocracia (o República Burocrática Argentina,
como ustedes prefieran), los chicos tendrán que afrontar algunos buenos
trámites, ¡cómo no!, antes de enfrentarse al temible comité de admisión de
parejas al programa de adopciones. Y como no podía ser de otra manera, tamaña
decisión y semejante forma de desnudar la propia intimidad ante un “jurado” de
extraños despertará temores, dudas, recelos y no pocas marchas y contramarchas.
Aquí, por supuesto, viene a cuento aquello que apuntamos más arriba, ya que
todo esto está ilustrado por medio de sutiles viñetas que hablan, con profunda
ironía pero también con mucho amor por sus personajes, de nuestros absurdos
miedos y las tontas mentiras que nos decimos a nosotros mismos para disfrazar
la angustia que nos produce no estar a la altura de lo que otros esperan de
nosotros.
Nuestra pareja de marras,
interpretada con conmovedor compromiso por Esther Smith y Rafe Spall (hijo
menor de ese otro monstruo de la actuación que es Timothy Spall), deambula por
el barrio de Camden Town (al norte de Londres, zona en la que los alquileres
son un tanto más económicos que en el resto de la capital) preguntándose a cada
paso si están a la altura del desafío o si no meterán la pata a la hora de
hacerse cargo de un niño. Cada episodio los colocará en situaciones que pondrán
en entredicho sus buenas intenciones. Desde todo un día cuidando a los hijos
pequeños de un matrimonio amigo, agotadora empresa digna de cinco filmes de
Woody Allen a la vez, hasta una picante cena con la hermana de ella y su
insufrible novio (cuyo sentido se advertirá a poco de avanzar los episodios),
los chicos irán poniendo blanco sobre negro en cuanto a la sinceridad y
honestidad de su búsqueda, pero por sobre todo aprenderán a conocerse mejor
como pareja. Llevan conviviendo muchísimo tiempo, sin dudas se quieren, pero
este cambio que se avecina les devuelve una imagen de sí mismos que o bien no
estaba tan clara o bien se hallaba enterrada debajo de otras abulias
cotidianas. Ahora bien, Trying es quizás, sin la menor duda,
la primera miniserie de comedia que realmente pone el foco sobre la nueva ética
de los jóvenes millennials. Por vez
primera se asiste al espectáculo que brindan unos personajes que realmente
viven y actúan como en efecto lo hacen (o lo intentan, cuando menos) tanto los centennials como los treintañeros promedio.
Nuestra chica trabaja como teleoperadora de una agencia de alquiler de
automóviles y sus aspiraciones apenas si superan a las de cualquier adolescente
de los años ‘80s, sin embargo ella actúa con la cándida creencia de que está
curando la leucemia. Nuestro novio de marras, por su parte, ha quedado anclado
en un trabajo que suele ser tomado como temporario para todos los que lo
emprenden, el de profesor de inglés para inmigrantes en una escuela pública de
idiomas, cuyo salario apenas si alcanza para darse un par de gustitos al mes.
Sin embargo, la parejita, que es perfectamente consciente de sus bajos
estándares, ni se inmuta cuando alguien se sorprende por el hecho de que se
conformen con tan poco. A ellos les basta y sobra con tener lo suficiente para
ir de copas con amigos, algún viajecito a lo hippie y poco más. ¿Algún parecido
con la realidad del piberío vernáculo? Cuando la supervisora de admisiones al
programa de adopción queda en ir a conocer su departamento, ellos salen
disparados a la casa de los padres de ella y prácticamente la saquean: hasta la
alfombra se llevan. Y sin embargo, eso mismo los hace perfectamente queribles y
adorables… poseer cosas les parece una banalidad y aferrarse a ellas una total
idiotez, solo lo auténticamente importante les incumbe. Este crítico, que amó
la serie, no puede afirmar —empero— que la forma de ver y vivir la vida de
estos chicos sea mejor o peor que la propia, pero ciertamente se llevó la clara
impresión de que hay otros modos de encarar la vida mucho más lúdicos y
“descontracturados” que los aprendidos hasta ahora. Y sin dudas que eso mismo les
pasará a muchos mayorcitos que vean Trying. Que es un fresco plagado de
humor adulto e inteligente, realista y maravillosamente esperanzador.
¿Triunfará la pareja por sobre el terremoto que se le viene encima? ¿Los
aceptarán como papás elegibles para la adopción? Las respuestas, a un click de
distancia… y créannos, ¡nos lo agradecerán! ¡Imperdible!
Ahora, una verdadera perlita, Casi
Una Duquesa (The Duchess,
2020; Netflix), alucinada miniserie
de comedia—Excelente (★★★★★)—
que se libra de todos los prejuicios para bucear con un humor desaforado (y a
veces hasta cruel) en la nunca asumida inmadurez sentimental de una mujer que
es absolutamente de todo, menos convencional. Creada, producida, íntegramente
escrita y protagonizada por la canadiense Katherine Ryan, The Duchess echa una
ácida mirada sobre la vida de Katherine (¿será casual que la polifacética
actriz le haya dado su propio nombre al personaje?), una mamá soltera
definitivamente única en toda la amplia acepción del término. Ella es una canadiense
suelta en Londres desde que siguiera a Shep (Rory Keenan), líder de una banda
de rock que a principios del 2000 estaba de gira por la tierra de Michael Bublé
y a quien ella (por entonces una jovencita) acosó cual “groupie” en celo. De aquellas calenturas, por cierto, surgió la
maravillosa Olive (Katy Byrne), una inteligentísima niña a todas luces
sobreadaptada (¿cómo compensar y
sobrevivir a esa madre, si no?), quien a pesar de su corta edad suele tener las
cosas mucho más claras que su progenitora. La trama inicia con Kate llegando a
la conclusión de que Olive le ha salido realmente bien, por lo que el siguiente
paso lógico consistiría en embarazarse de nuevo. Sin un padre oficial, eso sí,
ya que esta increíble mujer no piensa renunciar ni por asomo a su libertad como
tampoco al puro utilitarismo con que trata a los hombres. Entre ellos al fiel
Evan (Steen Raskopoulos), suerte de perrito faldero que se desespera por
agradarla y llegar a algo serio con ella, pero al que Katherine no puede ver de
ningún otro modo que no sea en su propio interés. El chico acepta dormir en la
habitación de Olive, quien siempre lo hace junto a su madre, acurrucándose como
puede en una camita diminuta (¡y aun así nada de eso le asegura siquiera una “alegría”
en tal territorio!). Kate
y Shep se odian con ganas, quizás más por sus diametralmente opuestas visiones
de la vida que por auténticas diferencias de pareja, pero lo cierto es que
ambos son incapaces de ver más allá de sus intereses y poner a Olive primero.
Katherine afirma hacerlo con una tenacidad conmovedora, pero la realidad indica
que no es así en absoluto, mientras que el “antisistema” Shep —“tremendo”
cabeza fresca— es cuando menos más sincero respecto de sus escasas cualidades
como padre. Eso sí, adora a su hija, y el inteligente guión de esta miniserie
sabe remarcarlo para que el espectador no se quede con la furibunda opinión que
la protagonista tiene de él. Ahora bien, si se lee entre líneas lo dicho hasta
aquí, podría asegurarse que esta historia es un drama en toda regla poblado de
personajes despreciables, pero ocurre que nuestra intención ha sido
precisamente que lo parezca, para que de ese modo (una vez se emprenda el
visionado de sus apenas 6 episodios de media hora) el espectador logre
justipreciar la maravillosa esencia disruptiva de su trama, ya que hunde el
bisturí en situaciones que deberían ser de máxima dramáticas y de mínima patéticas,
pero lo hace con una mirada compasiva hacia sus criaturas a la vez que
ferozmente ácida, políticamente incorrecta (¡incorrectísima!) y electrizantemente graciosa. Casi una Duquesa arranca carcajadas casi
al mismo tiempo que produce espasmos de asombro, utiliza un lenguaje soez y
desfachatado que pide a gritos se lo disfrute en inglés con subtítulos (ver
esta miniserie doblada al español es como leer a Shakespeare “traducido” por un
analfabeto), y no deja títere con cabeza en lo que respecta a la satirización
de los peores tics de las clases media alta y alta de la sociedad londinense. Y
aun así lo mejor de todo sigue siendo el maravilloso y movilizador proceso por
el que transita Kate, sumamente divertido —por cierto— pero que no le evita ser
mostrada con cierta saña argumental. Nuestra antiheroína merece por momentos
ser corrida a patadas hasta Cornualles, pero a la vez resulta querible y hasta
se le disculpan muchas de sus peores y egoístas acciones sencillamente porque
se nos deja advertir la profunda angustia que se halla en su interior. Kate no
es ni por asomo la mujer sofisticada, segura de sí misma y ultra manipuladora
que pretende ser, sino un ser frágil que está en deuda con una verdadera
educación emocional. Todo esto, lo repetimos, se muestra en medio de un humor
visceral y casi agresivo en su despliegue, que tiene todos los ingredientes
para dejar al producto en lo más alto del sitial de las mejores comedias
televisivas de la historia. No exageramos, lo que ocurre es que no se puede dejar de
elogiar hasta el cansancio la inteligencia con que Katherine Ryan ha construido
una comedia ferozmente insidiosa y luminosamente graciosa a partir del sutil
estudio del comportamiento y la psicología de sus personajes. Pero
esta comedia no sería lo que es sin las magníficas actuaciones de su
protagonista y autora, quien compone a una mujer de múltiples capas a la que le
cuesta horrores verse a sí misma en profundidad y abrazar sus carencias, y por
supuesto la de un soberbio Rory Keenan, quien construye a un Shep sencillamente
perfecto, lleno de contradicciones, narcisista, chapucero y desprejuiciado a la
vez, un tipo incapaz de serle fiel a nadie pero también (paradojalmente) el más
conectado consigo mismo y el más sincero entre todos. La Olive de la pequeña
Katy Byrne, por su parte, demuestra que el mundo angloparlante “fabrica”
pequeños actores de un talento abrumador. En suma, una miniserie de comedia
verdaderamente genial que tiene múltiples capas de lectura y que no dejará
insatisfecho a nadie. ¡Háganla suya!
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