“Jessica Jones”: El Lado Oscuro y Descarnado de Marvel

Por Leonardo L. Tavani
Calificación: Excelente ★★★★★
Jessica Jones. EE UU, 2015 y 2017.
Producción de Marvel, ABC y Netflix.
Dirección: Melissa Rosenberg (Creadora),  Simon Cellan Jones,  S.J. Clarkson,  David Petrarca, Stephen Surjik,  Uta Briesewitz,  John Dahl,  Billy Gierhart,  Rosemary Rodriguez, Michael Rymer  -Guión: Brian Bendis, Melissa Rosenberg, Michael Gaydos, Jenna Reback, Dana Baratta - Elenco: Krysten Ritter,  David Tennant,  Rachael Taylor,  Mike Colter,  Carrie-Anne Moss, Erin Moriarty,  Wil Traval,  Ryan Farrell,  Susie Abromeit,  Eka Darville,  Robin Weigert, Paul Pryce,  Michael Siberry,  Colby Minifie,  Nichole Yannetty,  Rebecca De Mornay, Lisa Emery,  Clarke Peters,  Gillian Glasco,  Danielle Ferland,  Rosario Dawson, Elizabeth Cappuccino,  Kieran Mulcare,  Catherine Blades,  Ruibo Qian,  Alexis Wolfe.-
Dos temporadas de 13 episodios c/u, por Netflix.-

Usted imagine, cualquiera sea su edad, que desprecia por completo el (sub)género de superhéroes y demás personajes provenientes del cómic. Visualícese odiando a cada filme y a cada serie que se basa en dicho(s) universo(s). La mitad, o casi, de nuestros cyberlectores encaja en esta suposición; la otra parte —por favor— síganos el juego. Está por demás sobreentendido, entonces, que si usted adopta la postura que planteamos, jamás, pero jamás, verá Marvel’s Jessica Jones. Si usted es como este humilde escriba, que en su adolescencia tan solo leía historietas de Editorial Columba (El Tony, Nippur Magnum, etc.) pero ignoraba casi todo lo referente a Marvel —e incluso bastante acerca de D.C.— entonces es más que posible que el simple título de esta serie apenas si le evoque la idea de una heroína femenina, acorde a los nuevos tiempos, la que sin dudas será más de lo mismo pero arropada con algunos toques posmodernos destinados a los espectadores ‘millennials’. Si es así, entonces, ocurre que tanto usted como el autor están (‘estamos’) irredimiblemente equivocados.

Jessica Jones es, simple y sencillamente, una de las diez mejores series que este crítico ha visto a lo largo de toda su vida. No es exageración, ni mucho menos falta de criterio. Es un hecho. Así de sencillo y así de taxativo. Téngase en cuenta, empero, que esta afirmación —de la que jamás nos retractaremos— se basa en dos consideraciones seminales: la primera, que Jessica Jones se beneficia del novedoso sistema de producción para plataformas de streaming y demás servicios ‘on demand’. 13 episodios, que a la sazón funcionan como uno sólo de trece horas, siempre resultarán más efectivos que las otrora agotadoras temporadas de 20 o 25 capítulos, que para colmo había que ver en homeopáticas dosis semanales y con riguroso respeto por los horarios de emisión. La segunda consideración, es que nunca debemos comparar a las series desde su continente, sino desde su ‘contenido’, o sea a partir del ethos que proponen al espectador, y a consecuencia de ello centrar el análisis en la gramática y semántica narrativa que las moldea. Para que se entienda: no podemos comparar Brigada ‘A’ (The A-Team, 1982-’86) con S.W.A.T. (ídem, 1975-’77) por su género y/estilo; si bien ambas pertenecen al policial de acción y aventura, centradas en el accionar de un grupo heterogéneo de especialistas, la primera es una liviana comedia de acción para adolescentes varones (aunque entrañable, eso sí), mientras que la segunda es un drama urbano y policial, que pone el acento en las vidas privadas de los miembros del grupo y en las pequeñas tragedias que produce el delito. Un ejemplo más contemporáneo podemos hallarlo en otras dos series de la propia Marvel Studios, Agentes de S.H.I.E.L.D. y Agente Carter. Ambas pertenecen a idéntico género, abrevan en los mismos cómics y participan del mismo universo que ‘Jessica…’ y ‘Daredevil’, pero tanto los objetivos como los resultados de estas últimas resultan por completo opuestos a los de sus “primas cercanas”. En este sentido Jessica Jones resulta un producto imbatible e impar, muy por encima, incluso, de las propias pretensiones de sus creadores y productores. Excede por lejos las posibles limitaciones de sus señas de identidad ab origen, y se transforma en un dignísimo producto que puede ser disfrutado por cualquier espectador que exija apenas una cosa, ser tratado con respeto por su inteligencia. Veamos por qué.
Jessica y el siniestro Kilgrave
Jessica Jones rescata en pleno siglo XXI el viejo y amado género Noir: el policial negro. Casi como una ironía kármica, vimos las hasta ahora dos temporadas de esta serie apenas una semana después de haber publicado en este blog nuestro extenso artículo acerca de dicho género cinematográfico. Quienes quieran repasarlo apenas requerirán de un click. Pero por múltiples razones, que no analizaremos aquí ni ahora, el ‘noir’ prácticamente desapareció del formato televisivo desde hace varias décadas atrás. Las primeras de las nueve temporadas de Perry Mason, allá por mediados de los ‘50s, y sin dudas Peter Gunn (de idéntica década) — la creación de un muy joven Blake Edwards— fueron claramente producciones noir. Pero la tele no solía (ni podía) permitirse la sutileza narrativa y la minuciosa construcción de climas requeridas por el género, y así fue que los detectives más famosos de la pantalla chica recorrieron casi siempre territorios menos oscuros. Aunque el color, la imagen full H.D. y demás yerbas ‘Hi-Tech’ no se ajusten precisamente a la estética del policial negro, Jessica Jones —muy especialmente en su primera temporada— hace suyas dichas señas de identidad para crear una personalidad narrativa particularísima e intransferible. La serie transcurre en las calles de Hell’s Kitchen, ese barrio neoyorquino tan decadente y corrupto —tan deshumanizante— que necesita, como su personal protector, de un atribulado demonio ciego y sin miedo. Pero a diferencia de Daredevil, Jessica no quiere ayudar a nadie; ni siquiera a sí misma. Es una mujer quebrada, rota por dentro e intoxicada de alcohol, víctima de un síndrome de stress postraumático cuyos síntomas se presentan en los momentos menos adecuados. Ella deambula por los suburbios de la ciudad fotografiando maridos infieles y esposas insatisfechas, apenas sobreviviendo con migajas de una posible vida que no fue. Sin embargo, alguna vez Jessica tuvo algo. Una familia, una amiga especial, algún sueño. Un accidente cambió todo eso. Fue la única sobreviviente, pero al cabo de unas semanas borradas tanto de su memoria como de los registros del hospital, la huérfana descubre que su fuerza física es extraordinariamente alta. También lo será su compulsión autodestructiva. Su única mejor amiga, Trish ‘Patsy’ Walker (una estrella infantil explotada por su avariciosa madre), consigue que su progenitora la adopte. Será la peor época para ambas. La mujer se hará cargo de la adolescente sólo como publicidad positiva, pero puertas adentro le hará la vida un infierno a ambas.

En el presente, además de sus propios fantasmas, la detective privada carga —amén de sus pérdidas— con el horror por un simple nombre propio, Kilgrave. En efecto, al comenzar la serie, Jessica está intentando rearmar su vida luego de pasar por las manos de un psicópata obsesivo, un ser verdaderamente siniestro que porta una capacidad que se transforma en una maldición para todos los que lo rodean. Kilgrave puede controlar la voluntad de las personas, y aunque estas son conscientes de estar bajo su dominio, se ven compelidas a ejecutar inexorablemente cada acción que él desea. Incluso el homicidio. Incluso el suicidio. Jessica, en un principio, parece haber escapado por un pelo de él, aunque luego sabremos que debió cometer antes un par de atrocidades que el inglés le indujo a realizar. La culposa sombra de dichos actos envenena todavía más su alma, torturada desde el vamos. Pero, claro está, el espeluznante controlador de mentes no ha desaparecido realmente, apenas si ha soltado a Jessica lo suficiente como para que esta se crea segura antes de caer —otra vez— en su definitiva telaraña. Claro que esta anti heroína no se relaja jamás por nada ni por nadie, y tal vez ello la mantenga —si el alcohol se lo permite— un tanto más perceptiva ante la trampa que se cierne sobre ella y su pequeño, pequeñísimo, círculo. Y dicho círculo, precisamente, será uno de los magníficos aciertos de esta producción. Como la propia protagonista, cada uno de ellos tiene entidad propia, sus personalidades y motivaciones resultan creíbles y sus acciones se ajustan siempre a lo racionalmente posible y/o probable, incluso en medio de los ‘extra-ordinarios’ eventos que enfrenta nuestra chica. Este variopinto muestrario de humanidad (y no siempre lo mejor de ella, se entiende) va desde una despiadada, arrogante y snob abogada lesbiana (Jeri Hogarth), a la que Carrie-Anne Moss (Trinity en Matrix, 1999) pinta con un talento inigualable, pasando por un vecino adicto cuyo destino se enlazará indefectiblemente con el de Jessica (Malcolm Ducasse, personaje a cargo del actor Eka Darville), hasta un policía de oscuro pasado militar, Simpson (Will Traval), el que mostrará más de una faceta equívoca y peligrosa.
El enorme David Tennant como Kilgrave
 Ahora bien, Jessica Jones coloca en el centro de la escena a una mujer real, tan parecida a cualquiera de nosotros que asusta —incluso cuando su vida parezca fabulosamente opuesta a la nuestra— y esa resulta la mayor cualidad de la serie. Jessica se halla inmersa en circunstancias extraordinarias, lo repetimos, pero en todo momento es posible identificarse con su destino. No es, de ningún modo, un personaje más grande que la vida —ni mucho menos operístico— sino un ser patéticamente solo que no puede ni sabe pedir ayuda, ni muchos menos aceptar la que se le ofrece. Jessica quema todos los puentes que cruza y por momentos queremos cruzarle la cara de una bofetada, para que despierte y vea que no está tan sola, para que no se empeñe en ofender a todos los que se le acercan. Pero ella es tan ciega como lo somos muchos de nosotros, de modo que en ocasiones se torna incapaz de ver la realidad aunque esta se estrelle frente a su nariz. Eso y su obstinación, su inexcusable afición por no rectificar el curso, la hacen —paradójicamente— irresistible para el espectador, sea tanto por identificación como por negación neurótica. Por otra parte, esta agresiva ciudad de Nueva York se divide entre quienes aceptan a los humanos con “habilidades” y aquellos que los desprecian. Los segundos tienden a ser mayoría, y siempre que la detective privada debe mostrar —usualmente contra su voluntad— algo de su fuerza extraordinaria, de inmediato se topa con expresiones de desprecio, resentimiento y desconfianza. Las escasas veces en que se alude a alguno de los miembros de ‘Los Vengadores’ se patentiza una cierta discriminación de clase: ellos serían ‘superhéroes’ de elite, incluso respetados (si cabe el término), mientras que personas como Jessica, Luke Cage o incluso Danny Rand (protagonista de Iron Fist), apenas si merecen el beneficio de la duda. En un medio como este la inexistente autoestima de nuestra protagonista no se ve para nada estimulada a brotar. Y es que el envío ahonda en más de una ocasión —y casi con exclusividad en la segunda temporada— en el tema de los “daños colaterales emocionales” que se producen al convivir con personas extra o meta humanas, sea por la “tierra arrasada” que dejan a su paso, o por la imposibilidad de sentirse capaz de emularlos, o simplemente por envidia y resentimiento. Brian Bendis, autor de la historieta y ahora productor, ubicó este tema como el eje dramático de su cómic y supo mantenerlo, sabiamente dosificado, en esta eficaz transposición a la pantalla chica.

Jessica Jones está basada en el cómic Alias (creado y escrito —precisamente— por Brian Bendis y dibujado por Michael Gaydos), y fue adaptada para la tevé por Melissa Rosenberg, quien también es la showrunner del envío, contando con el propio Bendis como productor y coautor de varios de sus guiones. El resultado ha sido altamente satisfactorio. Otro gran acierto de la serie ha consistido en alejarse lo suficiente de la versión original pero sin perder por ello las señas de identidad del personaje. Si bien la historieta pertenece al sello Marvel’s MAX, lanzado por la empresa en años recientes para competir en el segmento adulto, en esta versión se le ha otorgado —incluso— mayor seriedad y dramatismo, se han eliminado las referencias a su pasado junto a los Vengadores (aquí ello nunca ha sucedido) y se afianzaron las relaciones interpersonales de los personajes, tornándolas más ricas y atractivas. Incluso Kilgrave se nos presenta muy diferente a su versión de papel, en la que se lo mostraba como un mutante cuya piel era íntegramente de color púrpura: más realista y por ende más peligroso, el rol del magnífico David Tennant (Doctor Who) apenas si portará en un par de ocasiones un traje de dicho color, como mera referencia para los fans. Por otro lado, resulta sorprendente el modo en que se alinearon los planetas para que tanto esta como su serie ‘hermana’, Daredevil (que próximamente reseñaremos aquí) pudieran desarrollarse con absoluta libertad y madurez narrativa. En el caso que nos ocupa, apenas si Disney Televisión ha influido para eliminar el tabaquismo de entre las adicciones de la protagonista. Aunque por la forma en que nos la muestran beber, poco hubiera importado sumarle el cigarrillo a sus (malos) hábitos; y eso por no citar las varias y explícitas ocasiones en que algunos personajes consumen drogas como para el campeonato. En concordancia con esto, el sexo es mostrado en la serie con una honestidad —y una explicitud— verdaderamente brutal. Pero la otra característica con la que Jessica Jones supera ampliamente al cómic Alias es, en definitiva, el cariz dramático de su narración: la serie es —simple y sencillamente— una tragedia griega. Ni más ni menos. Y esta cualidad se acrecentará exponencialmente en la segunda temporada, cuando dicho sino (su pathos) se multiplique hasta el infinito. Las cosas que le suceden a nuestra antiheroína encajan como un guante en la definición clásica de la Tragedia, y —pueden creerlo— son de un calibre y una magnitud que acabaría con la cordura del más ecuánime.

  En el rubro actoral tenemos que destacar, además de la fascinante presencia en pantalla de Carrie-Anne Moss (que ya hemos citado), a la actriz Rachael Taylor, verdaderamente excelente en el rol de Trish Walker —la única amiga de Jessica— y ciertamente todo un descubrimiento; más aun en la segunda temporada, cuando su rol pegue un giro inesperado que sorprenderá al espectador. El siguiente gran destacado es el ya mencionado David Tennant, quien da vida a uno de los dos (absolutamente) mejores villanos de la historia catódica: el espeluznante Kilgrave. El otro es el Wilson Fisk, alias ‘Kingpin’, del inconmensurable Vincent D’Onofrio, pero de él hablaremos extensamente en la review de ‘Daredevil’. Aquí nos importa este escalofriante personaje, un ser psicopático, narcisista extremo, obsesivo, manipulador y despiadado, el que para cobrar vida requería de un actor con capacidades poco comunes. Y el equipo de producción de esta serie finalmente lo halló, por fortuna para nosotros. Y como ya es costumbre cuando algún rol resulta harto peliagudo, los yanquis meten violín en bolsa y recurren a sus primos de allende el Atlántico Norte, quienes en cuestiones de formación actoral no tienen rivales. Tennant hace honor a este elogio presentando una caracterización que eriza la piel y pone los pelos de punta incluso del más frío de los mortales. Su Kilgrave resulta aterrador, abominablemente peligroso y —por sobre todo— impredecible. Gracias al actor y a unos guiones brillantes y milimétricos, el espectador genuinamente “siente” la angustia que causa la imprevisibilidad del ultra neurótico carácter de este villano. El otrora TimeLord ha dejado su T.A.R.D.I.S. bien arrumbada en el arcón de los recuerdos y se calza un guante que muy difícilmente se pueda olvidar, ya que su criatura está dotada de una crueldad y —a la vez— de una paradójica humanidad que la hacen sencillamente irresistible. Además, Kilgrave aparecerá recién después de tres episodios, al cabo de los cuales se nos ha bombardeado ya con suficiente información acerca de su monstruosidad como para incrementar exponencialmente nuestra ansiedad. Doble logro y mérito de una producción, como venimos apuntando, sencillamente impecable. En cuanto a la temporada 2, la villanía cambiará de mano, por cierto, pero ahora para volverse más difusa en cuanto a los límites entre “buenos” y “malos”. La aparente lentitud con que arranca la historia en esta segunda etapa, que esconde un volcán de horrores para la protagonista, se corresponde con la tragedia personal de Jessica, ya que en esta ocasión el “monstruo” brotará de su propio (e ignorado) pasado.


Pero dejamos, como es obvio, la frutilla del postre para el final, y ese lugar de honor le corresponde a Krysten Ritter. La actriz, que apenas unos años atrás coprotagonizaba comedias románticas como Loca por las Compras (Confessions of a Shopaholic, 2009; P. J. Hogan), se revela aquí como una sobresaliente intérprete de carácter, dueña de unos recursos actorales estupendos. Ella carga con un peso muy elevado, puesto que su personaje está siempre al borde de lo tolerable, pudiendo fácilmente caer en ciertos excesos que la tornarían repudiable para el espectador. Pero eso nunca sucede, fundamentalmente porque Ritter dota a Jessica de una humanidad desgarrada y descarnada tan, pero tan a flor de piel, que resulta imposible no empatizar por y con ella. Como dijimos más arriba, por momentos queremos abofetearla, en otros abrazarla y simplemente contenerla, pero siempre —absolutamente siempre— nos importa su destino. Nos involucramos con ella gracias a la portentosa verosimilitud y a la abrumadora sensibilidad con que la actriz dota a su caracterización. Se trata de uno de esos papeles que marcan carreras y vidas, y Ritter no se desprenderá de él por mucho que haga en el futuro, fundamentalmente por la vibrante carnalidad y la absoluta honestidad actoral con que ha construido a su Jessica Jones. A quienes no hayan leído el cómic Alias previo al visionado de la serie, se les hará muy difícil aceptar luego el trazo de los dibujos de Michael Gaydos, ya que Krysten Ritter y Jessica Jones han llegado a ser una misma y única persona; enorme, monumental logro de la joven actriz, que la deja parada en un lugar de privilegio en la industria. En resumen, se trata hasta ahora (26 episodios en total) de un producto dueño de una profundidad inusual, unos climas absorbentes, personajes fascinantes y tridimensionales, y una dirección y realización integral digna de los mejores exponentes de este o de cualquier género. Por lo pronto, y siguiendo el esquema de estrenos bianuales que comparte con Daredevil, Jessica Jones retornará con otros 13 episodios en el primer semestre de 2019, cuando Netflix estrene su nueva y —desde ya— muy esperada tercera temporada. Si todavía no la conocieron, denle una chance sin dudarlo un minuto. Nos lo agradecerán.-  

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