por Leonardo L. Tavani
Calificación:
Buena ★★★
Mi Ex Es Un Espía (The
Spy Who Dumped Me) EE UU, 2018. Lionsgate & Imagine Entertainment; 117 min.-
Dirección y Guión: Susanna
Fogel – Fotografía: Barry peterson – Música: Tayler Bates – Elenco: Mila Kunis,
Justin Theroux, Kate McKinnon. Gillian Anderson, Sam Heughan, Fred Melamed y
Hasan Minhaj.-
Estrenada en
Buenos Aires el pasado 30 de agosto, acabamos de ver Mi Ex es un Espía,
comedia de acción y espionaje dirigida por Susanna Fogel y protagonizada por
Mila Kunis y Kate McKinnon. Veamos a continuación qué tan aceitada está la
maquinaria hollywoodense y cómo se ha comportado con esta interesante
producción.
Audrey (Kunis) cumple años.
A su lado, como siempre, está únicamente Morgan (McKinnon), su mejor amiga y
confidente. La cumpleañera, fracasada serial (cosa en común con el autor de este artículo), tiene poco ánimo para
el festejo: le va como el demonio en su trabajo y acaba de ser dejada por su
novio vía mensaje on line. Muy pronto
Audrey descubrirá que su ex no era precisamente quien decía ser, y que entre
las pertenencias que dejó en su casa hay un objeto que esconde un valioso
elemento por el que vale la pena matar. A ella, claro está, o a cualquiera que
lo posea. Pues bien, esta es apenas la punta del iceberg de la trama de este
divertido filme, una mezcla no siempre bien ajustada de elementos bastante
disímiles, ya que si bien la comedia policial y la de espionaje carecen de
secretos para la industria hollywoodense, en esta ocasión el guión se permite
algunas secuencias de notable crueldad, a las que la directora no está para
nada interesada en disimular. Todo lo contrario, luego de ver el filme uno no
puede evitar pensar que Fogel bien podría ser convocada por Barbara Broccoli
para dirigir alguna futura cinta Bond, especialmente en estos tiempos de
reivindicación femenina. Sería muy, pero muy interesante ver una peli de 007
con ella tras la cámara, ya que en esta producción se luce en las secuencias de
acción (que son muchas), tanto como lo hace a la hora de balancear la trama de
espionaje, que en un principio parece algo confusa, pero a la que luego sabrá
llevar por los carriles correctos. Pero, como apuntamos, hay algunas escenitas
que no le escapan a cierto sadismo que parece salido de otro filme, y la
comedia —en esos instantes— queda relegada a un notorio segundo plano.
El primer gran acierto del
guión, del que la directora es coautora, consiste en echar mano del viejo pero
para nada gastado recurso del “macguffin”.
Concepto —simple neologismo— creado por Hitchcock, se refiere a un elemento del
argumento (sea este material o inmaterial) que dispara, justifica y a la vez re
significa las peripecias del o de los protagonistas. En sus conversaciones con
Truffaut de mediados de los ‘60s, plasmadas luego en un célebre libro, el
Maestro se quejaba de que las entonces recientes películas Bond abusaban de
dicho recurso, convirtiéndolo en el único eje de sus tramas. En efecto, desde
la decodificadora Lektor de From Russia With Love (1963, Terence
Young), pasando por el improbable dispositivo Solex de Live and Let Die (1973,
Guy Hamilton), hasta el ATAC de For Your Eyes Only (1981, John
Glen), todas las historias de los filmes del agente 007 contienen, con mayor o
menor fortuna, algún inevitable macguffin. En el caso de Mi Ex es un Espía
(horrible título local que esconde al original The Spy Who Dumped Me,
algo así como “El espía que me desechó”),
el macguffin consiste en un objeto que se oculta en un insignificante trofeo de
bowling (ya verán de qué se trata), al que las amigas se verán forzadas a
trasladar por media Europa para que llegue a las manos correctas y no caiga en
las equivocadas. Y lo cierto es que el recurso funciona, se vuelve interesante,
atrapa la atención del espectador y hace que nos preocupemos por la suerte de
estas chicas. Por otro lado, la excelente química en pantalla entre ambas
actrices se transforma rápidamente en el otro gran acierto del filme. Si bien
Mila Kunis no es ninguna novata en la comedia (brilló en Amigos con Beneficios,
por ejemplo), el caso de McKinnon es diferente: la destacada comediante de Saturday
Night Live, en dónde se luce desde hace bastante más de un lustro, no
ha tenido —sin embargo— la misma suerte en la gran pantalla. En sus hasta ahora
pocas apariciones cinematográficas no ha podido mostrar lo mejor de sí misma,
presa de guiones poco creativos y directores que no supieron lidiar con su
peculiar talento. Pero llamó (y mucho) la atención en la reciente remake
(versión femenina) de Los Cazafantasmas, filme dispar
—para nada desechable, sin embargo— en el que resultaba imposible quitarle los
ojos de encima. Afortunadamente, esta vez tanto el guión como la dirección de
actores se ajustaron como un guante a su personalísima vis cómica; y como
dijimos, su química con la Kunis resulta perfecta. Ambas se complementan a la
perfección, se dan los pies justos y realmente parecen viejas amigas del alma
metidas en un descomunal aprieto.
Si bien las actrices
aportan lo mejor de sí en esta ocasión, es su directora quien merece llevarse
las palmas por su buen hacer y la correctísima mezcla de elementos tan
dispares. Susanna Fogel tenía hasta ahora una carrera muy amplia en televisión
pero más escasa en la gran pantalla. Su anterior trabajo (Life Partners, 2014) fue
realmente muy bueno, pero la duda estaba en si podría estar a la altura de una
costosa producción como esta. Y lo cierto es que lo está. Desde el prólogo mismo,
una electrizante secuencia de acción y suspenso que deja sorprendido al
espectador, la directora apela a recursos propios de la clase ‘B’ más bizarra
(esa que no le teme a la violencia extrema ni a las tripas saltando por los
aires), mezclados con una estética purista del género de espionaje. Si algo
falla, y eso ocurre sólo en ocasiones aisladas, son ciertos pasos de comedia
menos logrados —especialmente los más feministas, que no se integran tan bien
al relato— y algunas pocas transiciones climáticas, de esas en las que el salto
desde la comedia hacia la acción pura y dura no se muestra con la fluidez y
organicidad requerida. Si la comparamos con Keeping
Up with the Joneses (Espiando a los Vecinos;
2016, Greg Mottola), cuya crítica está disponible en este mismo blog, tal vez
parezca que su contenido humorístico sea menos sólido que en dicha película,
pero ocurre que además de las objeciones recién formuladas, Espiando
a los Vecinos se basaba fundamentalmente en la comedia de situaciones y
la sátira social, dejando la acción para una secuencia aislada en la mitad de
su metraje y un par de escaramuzas cerca del final; pero Mi ex es un Espía no
cuenta con dicho beneficio (el de la claridad en cuanto a su género de
pertenencia), sino que opta por no renunciar a ninguno de los dos estilos a que
apela, por lo que en ocasiones camina por una cornisa excesivamente estrecha.
Pero en esta ocasión el riesgo vale la pena, ya que si bien no es tan compacta
ni tan uniformemente graciosa como su citada rival, sus muchos aciertos
compensan con creces la experiencia de su visionado.
Y antes de concluir, una
perlita. En estos casos, o sea en filmes como el que nos ocupa, suele echarse
en falta algún personaje que rompa con la monotonía narrativa o que se salga de
los carriles usuales. Pues bien, no pasa así con esta cinta: entre su
variopinta paleta de caracteres conviene prestarle atención a una top model
internacional, una ex atleta rusa casi anoréxica, que en realidad es una feroz,
despiadada y psicótica asesina a sueldo. No diremos más, pero sus apariciones
en pantalla son genuinamente delirantes, una fiesta para el tipo de espectador
que extraña al Tarantino de antaño, el de la pólvora seca. Podríamos haber
opinado lo mismo de Gillian Anderson, aquí la jefa de Inteligencia, pero ocurre
que la ex Scully de los X-Files (quien luce una cirugía
facial + un retoque digital en todos sus planos que la torna irreconocible) no
muestra el necesario sentido del humor para que su personaje de en el clavo. De
hecho, cada vez que la Morgan de McKinnon la azuza para ser aceptada como
agente de campo, Anderson le devuelve la pelota sin efecto; o sea, sin gracia.
Pero, en definitiva, es una objeción de purista. En cuanto a los rubros
técnicos, resultan todos impecables, pero el mayor destaque queda a cargo de la
excelente fotografía de Barry Peterson (Viena y París lucen como nunca) y la acertada
música de Taylor Bates. En definitiva, no reinventa el género, no descubre la
penicilina, pero resulta divertida, ágil y vertiginosa; y además presenta a dos
personajes protagónicos queribles, interesantes y ultra graciosos. El epílogo
deja entrever que se vienen más aventuras de las amigas devenidas espías: de
ser así, este crítico no piensa perdérselas. ¿Ustedes?.-
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