NUEVA SECCIÓN: “Historias en SERIE”: Las SERIES Que Hicieron HISTORIA


Hoy: Los Vengadores (The Avengers)
     Inglaterra, ABC: 1961-’69.-
Por Leonardo L. Tavani
Prosiguiendo con la nueva etapa de nuestro blog, en esta ocasión inauguramos una nueva sección que esperamos les guste: “Historias en Serie: Las Series que Hicieron Historia”. Y nada mejor que acudir al rescate del más maravilloso recuerdo de nuestra infancia, el de la serie que definió una época —la década de los ‘60s— y creó un estilo inconfundible. Casi sin discusión, la mejor serie británica de la historia, y la que más ha influido en la cultura pop de su tiempo. Sean bienvenidos al fascinante mundo de Los Vengadores: o “de cuando el espionaje era puro glamur y sofisticación”. Pasen y vean.

            1960. La década dorada acaba de iniciar. Sydney Newman, el veterano productor inglés, está a cargo del departamento artístico de la ABC, televisora privada que —en cuestión de semanas— habrá de perder  a uno de sus shows más emblemáticos, Police Surgeon. Su estrella, Ian Hendry, se queja de la calidad de los guiones y de las limitaciones de producción. Actor popularísimo entonces, desea dar el salto a la gran pantalla y busca excusas para dar de baja su contrato. Una inesperada huelga de escritores pone en riesgo la continuidad de la serie justo cuando se acerca el fin de año. La empresa opta por dar un giro de timón y, a cambio de un contrato más jugoso, le ofrece una nueva serie a estrenarse en enero de 1961. Newman será el showrunner y —haciendo honor a su fama de productor expeditivo— concibe la idea y convoca al equipo de productores en cuestión de días. Aun no sabe muy bien de qué tratará el show, pero ya tiene el título: The Avengers. Años después, para la BBC, hará lo mismo con su inmortal creación, Doctor Who, cuyo título se le impuso en la mente aun antes que el concepto estuviera totalmente desarrollado. Newman convoca a Brian Clemens, verdadera gloria de la tevé británica (creador, entre otras, de C.I 5: The Professionals, The Adventurer y Danger Man), pero este tiene que negarse; está ocupado con un contrato de exclusividad, aunque sí se le autoriza a colaborar con algunos guiones, siempre y cuando no estén escritos en soledad. Será, pues, el coguionista del futuro episodio piloto, “Hot Snow”, lo que decidirá el tono inicial de la historia. El Doctor David Keel (Hendry) encuentra a su prometida asesinada; unos traficantes de heroína, que por error le han entregado un paquete con droga, la eliminan para evitar ser reconocidos. Keel, desesperado, se juramenta hallar a los culpables y, si acaso no logra que la Justicia se encargue de ellos, tomar la venganza en sus manos. Pronto se topará con un enigmático espía, John Steed (Patrick Macnee), quien también está detrás de la banda. En esta premisa estará contenida la justificación del título del show. Así entonces, ambos unirán fuerzas y se encontrarán con diferentes retos semana a semana, mientras intentan dar con los asesinos de la novia de Keel. Pero antes que esto se materializara había que encontrar al Steed correcto, y ese fue un desafío que Newman encaró personalmente.
Ian Hendry (a la derecha) como el Dr. Keel
            Sidney Newman conocía al actor Patrick Macnee de su paso por Canadá un par de años antes, cuando trabajó como ejecutivo para una televisora privada de dicho país. Macnee había pasado los últimos 8 años radicado allí, actuando en teatro y produciendo para tevé. De hecho, acababa de producir la miniserie The Valiant Years, acerca de la vida de Winston Churchill y su accionar durante la guerra, dirigida por un muy joven John Schlesinger (Midnight Cowboy). Acababa de regresar a Inglaterra para firmar unos contratos con la ITV, intentando que la miniserie se emitiera en su país natal, cuando Newman dio con él y le ofreció el rol de Steed. Macnee se mostró escéptico acerca del proyecto, fundamentalmente porque estaba totalmente alejado del mundillo artístico inglés y ni siquiera conocía a Hendry o sabía de su popularidad. Cuando el productor le aseguró que ganaría casi cuatro veces más de lo que estaba cobrando entonces, el actor no se lo pensó dos veces. Macnee contó estas anécdotas con un admirable humor, plagado de ironías, en una entrevista brindada al periodista Karl Shook en 1997, para la revista Starlog, en ocasión del reestreno norteamericano de la serie (en copias remasterizadas) por la cadena A & E, cuando se había conseguido recuperar toda la segunda temporada y parte de la tercera, hasta entonces virtualmente perdidas. Todas las siguientes citas textuales de Macnee y muchas de las anécdotas más jugosas las hemos extraído de dicha fuente.
Macnee junto a Honor Blackman como Cathy Gale
La primera temporada de Los Vengadores, que debutó en la pantalla de la ABC (Associated British Corporation) en enero de 1961, cuando James Bond aun era un fenómeno de novelas pulp y no había saltado al cine, contó con 26 episodios, de los cuales apenas se han rescatado dos, The Frighteners y The Girl on the Trapeze, los que se hallaron en poder de un coleccionista privado a principios del nuevo siglo. Todo el resto, lamentablemente, se halla irremediablemente perdido. Esta primera etapa, al igual que las dos siguientes, fueron rodadas en condiciones muy pobres, ya que si bien la industria británica era muy prolífica, sus medios técnicos de producción resultaban cuando menos arcaicos para la época. Tanto la crisis económica derivada de la Segunda Guerra como los estragos causados por los bombardeos nazis a la isla, afectaron la evolución de la tevé británica, obligándola —hasta muy avanzados los años ‘60s— a trabajar con equipos que ya entonces estaban obsoletos y en estudios improvisados, por ello estas primeras temporadas de la serie lucen como un programa en vivo, con imagen e iluminación propias de un talk-show o un noticiero. El producto, empero, fue bien recibido y tuvo respetables niveles de audiencia, pero —a poco de terminar la temporada— Hendry volvió a insistir con sus divismos y decide no renovar su contrato, sumándose a una inesperada huelga de actores a modo de innecesaria molestia para con sus contratantes. Tanto la empresa como Sydney Newman deciden que el show vale la pena y optan por seguir adelante. Como habían quedado sin rodar unos pocos guiones pensados para Hendry, se convocó al actor Jon Rollason (como el Dr. Martin King)  para coprotagonizar estos escasos episodios, aunque las grandes estrellas de la segunda temporada fueron sus auténticas incorporaciones, Honor Blackman como Catherine Gale y Julie Stevens como Venus Smith. Newman fue un adelantado a su época en cuanto a la valoración de la mujer; amaba trabajar rodeado de ellas (lo que le trajo no pocos dolores de cabeza) y les confiaba puestos de decisión que por entonces no era usual se les brindara. De hecho, y a pesar de no pocas tiranteces dentro de la BBC, pocos años después le confiaría a Verity Lambert la producción integral de su nuevo bebé, Doctor Who. En la ocasión que nos ocupa, fue suya la decisión de incluir mujeres como compañeras de Steed, el personaje que ahora pasaba a tener la delantera. Fue, ciertamente, una decisión revolucionaria: nunca antes (y mucho menos en la tradicionalista Inglaterra) se había visto un personaje femenino como el de Cathy Gale. No se trataba de una ama de casa ocupada de sus niños, sino de una agente altamente entrenada, experta en judo, expeditiva y decidida. Su personaje, que a poco de salir al aire eclipsó al de su compañera, obligó —precisamente— a eliminar de la saga al de Venus Smith. Esta segunda temporada (mayo de 1962 a marzo 1963) fue muy popular y, como evocaría Macnee refiriéndose a Blackman, “su aparición fue tan impactante y su personalidad en pantalla tan magnética, que al cabo terminé siendo su compañero, su ayudante. Pero trabajar con Honor resultaba una delicia; era una actriz intuitiva y muy profesional, y una compañera de lujo”.
La tercera temporada de la serie (y segunda con el personaje de Cathy Gale) se emitió entre junio (algunas fuentes citan el mes de mayo) de 1963 y marzo de 1964. Los Vengadores se estaba convirtiendo en una serie de enorme éxito y ya empezaba a incorporar tramas mucho más sofisticadas y exóticas. Hasta entonces se había mantenido como un policial de espionaje bastante realista, a pesar de lo sorprendente que lucía el personaje de Blackman, pero esto comenzó a cambiar con bastante rapidez. Sin embargo, y a pesar del éxito, la actriz decide abandonar la producción para labrarse un futuro en el cine. Harry Saltzman y Albert R. Broccoli la convocan para interpretar a la ya mítica Pussy Galore en Goldfinger (1964, Guy Hamilton), el tercero y el más exitoso de los filmes Bond hasta entonces. A estrenarse en octubre de ese año, su rodaje coincidiría inevitablemente con el de la serie y la actriz no tuvo más remedio que renunciar, ya que era imposible sustituirla sobre la marcha o justificar su ausencia. Por otra parte, Newman —siempre inquieto— había abandonado bastante antes la producción para partir a Canadá (volvería ese mismo año para incorporarse a la BBC). En la ABC se pensó, entonces, en un relanzamiento del envío que le diera un look renovado, para lo cual convocaron a Brian Clemens (quien ahora estaba en libertad contractual) y Albert Fenell, quienes fueron los responsables del más impactante giro que una serie haya dado en la historia de la tevé mundial. En diciembre de 1964 (a modo de adelanto, ya que la temporada oficial arrancaría en enero siguiente)  se emitiría el episodio The Murder Market, y el resto sería historia. Vamos a por ella.
Con la ya mítica Diana Rigg, como la Sra. Peel
Existen muchos casos de producciones televisivas a las que, luego de un tiempo al aire, se le inyectan fondos frescos y se le dan nuevos aires, pero ninguno ha resultado como el experimentado por The Avengers. Clemens y Fenell optan por un camino nunca transitado antes: contratan a Laurie Johnson para que componga una nueva cortina musical, que será el inolvidable tema que hasta hoy suena como un ícono inconfundible del London Swingin’ y la cultura beatnik; encargan una nueva y atractiva secuencia de apertura; pasan a rodar todos los episodios en celuloide (con formato 1:33.1, aunque todavía en blanco y negro por razones presupuestarias); contratan los set televisivos de los Estudios Elstree y se animan a rodar también en exteriores. Deciden pulir y expandir el personaje de John Steed y, por vez primera, se conocerá el nombre de la agencia para la que trabajan los espías, la enigmática The Ministry (El Ministerio). Pero todo esto habría sido nada más que humo si no hubieran dado con el partenaire adecuado para Macnee, ¡y vaya si lo hicieron! Veamos. Nacida el 20 de junio de 1938 en Doncaster, condado de Yorkshire, Diana Rigg, la elegida, tenía 26 años a la hora de rodar su primer episodio y una amplia experiencia en teatro. Graduada de la Royal Academy of Dramatic Arts de Londres, Rigg se unió con apenas 21 años a la Royal Shakespeare Company cuando la dirigía esa gloria del teatro inglés que fue Peter Hall. Alta, bellísima, de ojos profundos y felinos, su fuerte carácter y su extraordinaria presencia en escena (y en pantalla) le abrieron las puertas del éxito. Clemens, quien asistió a los primeros “screen test” que se le hicieron, años después la definiría así: “la cámara la amaba. Resultaba imposible quitarle los ojos de encima. Incluso antes de actuar, entraba al set y todo el mundo presente quedaba como hipnotizado por ella. Poseía un magnetismo animal”. La guionista y productora Marie Donaldson, miembro del equipo de Clemens, fue la creadora del personaje, al que bautizó como Emma Peel en base a un juego de palabras en inglés con la expresión “M Appeal”. En la trama, se suponía que Mrs. Peel conformaba, junto a su marido, una pareja de eficientes agentes del Ministerio, hasta que (antes de su aparición en la serie) su esposo desaparece misteriosamente durante una misión en el Amazonas. Todos suponen, y ella también, que ha enviudado, pero sin embargo no hay pruebas fehacientes de la muerte de su conyugue ni ha transcurrido la totalidad del tiempo requerido para declararlo legalmente muerto, por lo que la inmediata química sexual entre Peel y Steed se ve siempre constreñida por este elemento.

 La serie, definitivamente, adquirirá el tono preciso y la fascinante química entre sus protagonistas que la convertirán en un ícono de la cultura pop a nivel global. En su pico más alto llegó a emitirse en 120 países y el furor por sus dos estrellas no tenía techo. Las adolescentes se vestían como Emma Peel y el bombín característico de Steed se vendía como pan caliente, por no hablar del idéntico modelo de paraguas con mango de caña que, a modo de sofisticado bastón o como verdadera arma letal, blandía eternamente el espía. En Argentina, por cierto, fue estrenada por el  Canal 13 de Buenos Aires (por entonces todavía propiedad de Goar Mestre, su fundador y director) en otoño de 1967, emitiéndose los martes a las 22:30 hs. Tenemos registrado, con certeza, que el canal de Constitución la siguió emitiendo en dicho horario central hasta finales de 1969, cuando la serie ya había sido cancelada en su país de origen. Luego pasaría a días y horarios móviles, casi siempre de lunes a viernes. Del 13 saltaría a canal 9, poco antes de serle expropiado a Alejandro Romay, y luego, ya en los primeros años ‘80s, sería parte obligada de las tardes de varios canales, entre ellos el entonces poco visto canal 2 de La Plata. 
 
            ¿Pero qué demonios convirtió a The Avengers en una experiencia tan hipnótica y atrapante? Pues, antes que nada, a la fascinante flema inglesa llevada hasta extremos delirantes: unas mortales abejas mecánicas, por caso, literalmente llueven sobre el dúo de agentes y estos, con total indiferencia, las eliminan de forma tan eficiente como glamorosa, para luego —mientras se acomodan displicentemente la ropa— tener el siguiente diálogo, “mi querida Sra. Peel, ¿no cree que nos hemos retrasado demasiado para el té de las cinco…?” ,a lo que la dama responde,  ¿Y qué estamos esperando, Sr. Steed? ¿Su casa o la mía?” Peel, por su parte, fue la mujer más deseada de la década, incluso por encima de la Catwoman de Julie Newmar: enfundada en ajustadísimos catsuits negros, luciendo botas altas, lanzando hombres por encima de sus hombros con estilizadas tomas de judo, asumiendo los disfraces más exóticos, y —en definitiva— jugando pícaramente al gato y al ratón con el propio Steed, esta agente secreto no sólo estaba a la altura de los hombres, sino que usualmente se ubicaba muy por encima de ellos. Inteligente y astuta, arriesgada e indiferente al peligro, Diana Rigg construyó un personaje para el que los adjetivos se agotan incluso antes de intentar utilizar alguno. Cuando se bajaba de su Blue Lotus parecía que todas las vampiresas del cine se hubieran fundido en ella. Luego, por cierto, tenemos la cuestión de la absoluta genialidad de los guiones. Con total imperturbabilidad inglesa, cada episodio presentaba tramas deliciosamente disparatadas, tales como robots asesinos o sociedades criminales del espacio exterior, pero todo ello en medio de un clima absorbente que las tornaba creíbles e incluso plausibles. Peel y Steed, que se había convertido ya en el apuesto dandy londinense que enfrentaba al peligro sin perder ni por un instante la sonrisa (¡ni mucho menos su bombín!), podían ensayar juntos complicadísimas coreografías de ataque cuando tenían que enfrentar a más de un oponente, y realmente lucían como una aceitada pareja bien capaz de matar sin que se les moviera un pelo. Los diálogos entre ellos eran de una acidez vitriólica, con tanto sarcasmo como para ahogar a una ballena, y los enfrentamientos con los respectivos villanos realmente de antología.
 A los pocos meses de debutar el nuevo dúo los norteamericanos por fin se interesaron por la serie, pero los británicos (que solían comenzar sus temporadas en enero) no tenían precisamente fama de regularidad en sus cronogramas de producción y emisión. Desde la pública BBC hasta las privadas como la ABC (que es la que nos ocupa) o la ITV, las televisoras inglesas acostumbraban acortar o extender las temporadas de acuerdo a la disponibilidad de fondos, los vaivenes puntuales del rating o las dificultades que podían aparecer durante la fase de rodaje y preproducción. Esto importunaba  a la eficiente maquinaria yanqui, que siempre cumplía a rajatabla con los plazos de emisión y extensión de las temporadas. Así que las negociaciones se estancaron por un tiempo, hasta que en octubre de 1965 la ABC norteamericana celebra finalmente el contrato y compra los derechos de emisión de la serie (asociándose también con los productores ingleses), la que lanza en enero de 1966. Poco después, en marzo, Macnee y Rigg realizarán una gira promocional por los EE UU que será un absoluto suceso. Sin embargo, este acuerdo resultará, a la postre, fatal para Los Vengadores. La cada vez mayor sofisticación y complejidad de sus tramas así como las exigencias contractuales tornarán imperativo recibir fondos desde América, pero esos dólares llegarán —desde el minuto cero— con excesivas exigencias. Sin embargo, no nos adelantemos, puesto que ello no afectará todavía a la calidad del envío. Es más, sin dicha asistencia no se hubiera podido pasar a rodar a todo color la última temporada estelarizada por el tándem Peel/Rigg, la que usualmente se cita como la segunda de la actriz, aunque ello no sea estrictamente exacto, puesto que —si de cantidad de episodios se trata, además de los tiempos de emisión en U.K.— Rigg habría completado en realidad tres temporadas: las de mediados de 1965, 1966 y 1967, más algunos episodios restantes que se emitieron en los primeros meses de 1968. La hecatombe, por cierto, llegaría poco después. Veremos cómo.
Fotograma del episodio "La Casa que Jack Construyó", clásico de culto entre los fans.

            Si bien The Avengers tenía pautado desde un principio su cronograma de producción y emisión (con ‘más menos’ los típicos vaivenes británicos que hemos indicado más arriba), los constantes requerimientos de la ABC América volverían literalmente locos a sus realizadores. Hasta el día de hoy resulta virtualmente imposible citar correctamente los números de cada temporada de la serie, tema acerca del cual se han escrito cerca de media docena de libros en idioma inglés (por increíble que parezca), y nuestros lectores podrán interiorizarse sobre ello en numerosos sitios web que celebran la serie. El autor, por razones de espacio y para no aburrir a los seguidores de “El Cine por Asalto”, opta por evitar profundizar en el tema. Nuestras fuentes son todas bibliográficas (como en la mayoría de nuestros artículos histórico-biográficos), y para estos casos —en los que se requiere algo más de investigación— tan solo recurrimos a un cierto y limitado número de datos tomados de páginas web oficiales, ya que la internet (incluida “Wikipedia”) suele presentar muchos e importantes errores que, a través del tiempo, se han ido clonando y multiplicando de sitios en sitios web. Ustedes encontrarán, entonces, que se habla habitualmente de temporadas “5-a”, “5-b”, “6-c”, etc., lo que indudablemente mueve a más y más confusión.

 Los obstáculos de producción de Los Vengadores por supuesto que incluyeron la cuestión presupuestaria como razón central,  pero lo que realmente la afectó profundamente fue el hecho de que la cadena yanqui decidiera, apenas emitida su primera tanda de episodios, proseguirla en el período estival, el usualmente destinado a los shows de “media temporada”, nunca mayores a 12 episodios. En los primeros años‘60s las temporadas para las series iban de setiembre a mayo del año siguiente, pero ya hacia el final de la década (Star Trek es una prueba de ello) se estandarizaría el período octubre-junio, vigente hasta el día de hoy en la tevé abierta o en los canales de cable no Premium. Los americanos exigieron de inmediato más episodios para rellenar espacio, pero los ingleses —aun trabajando a toda máquina— no pudieron satisfacer tales demandas y se encontraron con que las arcas se estaban agotando; la producción se tornaba cada vez más costosa y se volvía por demás dependiente de los fondos provenientes de allende el Atlántico; por otra parte, los propios telespectadores ingleses tenían que padecer semanas (o meses) de hiato a pedido de la cadena norteamericana, que no deseaba quedar tan atrás en las fechas de emisión de los episodios estreno. Para cuando se lanza la que sería, pues, la última etapa de Diana Rigg como Emma Peel, ahora sí a todo color, la actriz (al igual que su compañero) se encontraría virtualmente exhausta. Semanas agotadoras de rodaje, escasísimos días de descanso y —por sobre todo— el hecho de cobrar muchísimo menos que su coprotagonista por la sencilla razón de pertenecer al género femenino, pusieron a la actriz en pie de guerra. Fueron meses desgastantes, en los que incluso llegó a contar con la solidaridad explícita de Macnee en lo concerniente a este tema (actitud inusual en la época), pero —en vista de no contar con una respuesta favorable— Rigg, a poco de terminar los rodajes para esa temporada, envía a los productores un ultimátum exigiendo tres veces más de lo pagado hasta el momento. Sabe que no se lo otorgarán y esa será la excusa perfecta para su marcha. A la inversa de lo que se (des)informa en la casi totalidad de las páginas web dedicadas al agente 007, Diana Rigg no abandonó la serie para sumarse al elenco de Al Servicio Secreto de su Majestad (On Her Majesty’s Secret Service, 1969; Peter Hunt), ya que fue convocada por sus productores mucho después de partir de la serie; de hecho —y como ella rememoraría años después— el propio “Cubby” Broccoli se contactó con el representante de la actriz recién en diciembre de 1968, cuando la suplente de su personaje ya hacía de las suyas en la pantalla chica. El primer filme Bond sin Sean Connery se estrenó el 16 de diciembre de 1969, ya que se requería rodar las escenas en Suiza en pleno invierno (del hemisferio norte, se entiende) y su preproducción no empezó sino hacia finales de enero de dicho año. En marzo de 1969 Los Vengadores acababa de dejar el aire para siempre, luego de lo que se entiende (según la óptica seguida) como una temporada y media con el nuevo personaje de Tara King. Allá vamos.
Linda Thorson como Tara King, de la temporada final
            Diana Rigg, decíamos, abandona la serie cuando aún no ha completado los restantes episodios exigidos desde Norteamérica. Su contrato para ese último año indicaba, si nuestras fuentes no se equivocan, 24 capítulos. Pero la ABC americana exige unos 4 más por razones de producción y para que se explique, de algún modo, la partida de Peel, ya que la continuidad del envío se ha asegurado cuando menos para un año más. En los primeros meses de 1968, cuando la jovencísima actriz Linda Thorson queda confirmada como la sucesora de Rigg, esta última retorna fugazmente —en medio de los rodajes con la recién llegada— para completar los episodios solicitados gracias a un contrato temporario altamente beneficioso para ella. Así es que se logrará finalizar The Forget me Knot, su capítulo despedida. La que se considera entonces, a grosso modo, como la sexta y última temporada de la serie, se emitirá pues en Inglaterra a partir de octubre de 1968 (existen divergencias sobre este arranque) hasta marzo de 1969 (mayo en EE UU). Clemens y Fenell estaban desesperados por hallar una reemplazante que pudiera calzarse los zapatos dejados por Diana Rigg pero nunca pudieron seguir su propio criterio. Los ejecutivos yanquis, con la excusa económico-contractual como escudo, les impondrán la elección de una recién descubierta intérprete cuyo padre era inglés, pero que había nacido en territorio americano, la recién citada Linda Thorson, cuyo personaje se bautizará como Tara King. Ciertamente bonita, era —sin embargo— inexperta y lucía claramente insegura, especialmente al lado de Patrick Macnee, quien a casi una década de interpretar a Steed comenzaba a lucir algo mayor y por cierto que en ciertas secuencias parecía más su padre que un compañero de aventuras.

 La química entre ambos resultó inexistente, las picardías sexuales se esfumaron, y aunque vistos en retrospectiva resultan unos muy sólidos episodios —los más delirantes y disparatados en cuanto a sus argumentos, lo que debe leerse como un elogio— en su momento causaron no poca decepción. Sin embargo, en Gran Bretaña los ratings decayeron en un rango variable entre los 9 y los 11 puntos, casi nada comparado con otros programas poseedores de menor cantidad de años al aire. Fue en EE UU donde los niveles de audiencia sí cayeron estrepitosamente, debido —fundamentalmente— a que la emisora decidió, en una de esas resoluciones históricamente inexplicables, cambiar su día y horario de emisión para enfrentarla al mítico show Laugh-In, un envío humorístico en vivo que revolucionó la comedia en América. El programa fue el primero en reírse y satirizar a la propia cultura y sociedad americana. El team de Laugh-In se metía con las nuevas formas de la sexualidad, criticaba a la Casa Blanca y ridiculizaba a todos los políticos, temas tabú hasta entonces en la tevé de ese país. Los Vengadores, disminuida por una pareja protagónica que había perdido brillo y sex-appeal, no pudo contra tal competencia y fue cancelada por los americanos, quienes de inmediato cesaron todo envío de dólares hacia la madre patria. Sin embargo, dicha temporada —lo repetimos— no había sido un total desperdicio. Clemens, que intuía la grave pérdida que implicaba la ausencia de Rigg, ideó un nuevo personaje, Mother (Madre), quien no era otro que el jefe de Steed y King, un excéntrico individuo en silla de ruedas interpretado por el actor Patrick Newell, quien a pesar del corto tiempo que participó de la serie quedó eternamente en el recuerdo de fans y demás admiradores. Los productores, a pesar de todo, intentaron mantener su show lo suficientemente vivo como para lograr un regreso triunfal uno o dos años después, si es que lograban obtener nueva financiación, para lo cual idearon un último episodio (Bizarre) con final abierto. En el colmo del delirio, Steed le presenta a Tara su cohete espacial personal, que se halla en el jardín de su casa. Ambos ingresan a la cabina de control para celebrar el logro con una botella de champán, cuando —inesperadamente— Steed se apoya accidentalmente en el tablero de mandos accionándolo, de modo que el cohete se activa y parte con rumbo desconocido. Madre, que aparece subrepticiamente en el jardín de Steed, mira a la cámara y asegura: “Ellos volverán”. Con ese formato, lamentablemente, no lo harían jamás; pero casi una década después, en 1976, una prestigiosa marca de champán francés logra reunir a Thorson y Macnee para un corto publicitario en el que evocaban a sus respectivos personajes. La nostalgia invadió a muchos y el mismo productor galo, meses después, consigue tentar a Clemens (dueño de los derechos en exclusividad) para resucitar la serie. Se trataría de una coproducción entre americanos, canadienses e ingleses, titulada The New Avengers.
Steed, King y "Madre" (el jefe) en uno de los últimos episodios

            Los Nuevos Vengadores, también emitida en nuestro país, salió al aire desde octubre de 1976 hasta noviembre de 1977, con un total de 26 episodios. Pero el problema de la nueva serie consistió en el rumbo elegido. Steed estaba en ella, pero ya no era el protagonista absoluto ni compartía pantalla con una sexy espía que mantuviera una reprimida química sexual con él, sino que ahora era casi como el guía o “padrino” de una nueva pareja de agentes, Purdey  (interpretada por Joanna Lumley), y Mike Gambitt (a cargo del actor Gareth Hunt), quienes no solo carecían de química alguna entre ellos, sino que parecían no saber muy bien qué hacer con Patrick Macnee cada vez que este aparecía en pantalla. La única temporada del envío lució seca, desangelada, incluso alejada del original en aspectos clave como el vestuario y la ambientación, que de la sofisticación y el glamour de la original pasó a verse como una versión opaca de Los Profesionales. Al respecto, dice Macnee en el reportaje ya citado: “El problema allí consistió en mi presencia. No debí aceptar participar en ella. Los chicos tenían que desarrollar su relación en escena por sí mismos, además, yo me estaba poniendo viejo, para qué negarlo, y ya no podía estar a la altura de lo que se requería para mi personaje”. Macnee es demasiado modesto, por cierto, ya que si bien es cierto que se forma un inesperado triángulo que no va a ninguna parte, la serie realmente no funcionó porque careció de sólidos guiones y traicionó el formato tanto estético como estilístico del original. Fue como volver a aquellos thrillers de una hora del año 1961, con Ian Hendry como protagonista, cuando el envío tenía otra muy diferente personalidad, pero recreado ahora hacia el final de una década en la que todo eso había quedado perimido y lucía anticuado. Respecto de Linda Thorson, rememora: “Recién ahora, con este reestreno en A & E, he podido ver todos los episodios por vez primera. Me crea o no, en los años que rodábamos la serie no la vi en absoluto. No solo carecíamos de tiempo, sino que se esperaba de un inglés bien nacido mostrarse escéptico e indiferente ante el éxito, casi como si esperásemos fracasar. Dado que nos iba muy bien, lo más que usted podría haber escuchado de mis labios entonces era un seco ‘¿no debe estar nada mal, verdad?’. Lo mismo ocurrió con Linda Thorson poco después de cancelada la serie. Había visto unos pocos capítulos por obligación, para entender por qué nos cancelaban, y en un reportaje fui muy injusto con ella. Ahora que los he visto con la distancia que brinda el tiempo, puedo decir que ella estaba maravillosa y de ningún modo merecía mis reproches. Lo que en realidad estaba pensando entonces era ‘¡diablos, estoy demasiado viejo para estar al lado de esta chica!’, pero lo que salía de mi boca era ‘¡esta actriz es demasiado joven para el papel!’. Hoy es una actriz maravillosa y espero me haya perdonado.”
"Los Nuevos Vengadores"
            Los Vengadores, por cierto, contó con un total de 161 episodios (104 en blanco y negro y 57 a color, emitidos, como ya hemos dicho, entre enero de 1961 y marzo de 1969 (en Inglaterra). Fue sin lugar a dudas una serie revolucionaria, hija de su tiempo pero a la vez adelantada a su época. Dejó una huella indeleble, marcó a generaciones e imprimió su sello grabado a fuego en toda la cultura pop contemporánea y subsiguiente, lo que sólo logran productos selectos que resisten el paso de las generaciones. Por eso mismo, la marcada imposibilidad de recrearla hasta el presente deja en evidencia la falta de brújula de quienes lo han intentado. Por ejemplo, ni siquiera hemos mencionado hasta ahora la abominable película de 1988, dirigida (si se puede llamar así a ese desastroso trabajo) por Jeremiah Chechik (Benny & Joon, 1993), espantosa producción yanqui (¿cuándo entenderán que hay cosas que sólo los británicos saben hacer…?) a cargo del chapucero Jerry Weintraub, quien se dio el dudoso lujo de desperdiciar a dos buenos actores como Ralph Fiennes y Uma Thurman, quienes eran tan Peel y Steed como Silvio Soldán sería James Bond. Nuestros ciberlectores no merecen ser torturados por un comentario acerca de tal bazofia. Apenas si nos sirve de ejemplo sobre qué cosas pueden salir mal cuando se ignoran adrede los elementos vitales de una historia. Un único detalle bastará: erróneamente ambientada en el presente, desde la anacrónica vestimenta de Steed/Fiennes hasta el pathos de su trama (un clon de película Bond, algo en lo que nunca incurrió la serie), no encajan en absoluto con el ethos de estos personajes.
La fallida película de Chechick
Puede sonar algo pomposo, es cierto, pero es el efecto que el espectador realmente percibe aunque no pueda o no sepa ponerle un nombre a ello. Así pues, dejémonos de rememorar fallidas y descafeinadas versiones, para invitar —ahora sí— a que cada lector busque en la web (o en algún canal de cable), cuando menos un par de episodios de esta maravillosa y atemporal serie que hizo historia. Y ya nos vamos, porque —como finalizaba cada aventura del inmortal dúo— acabamos de escuchar la voz de Steed diciendo: “¡Sra. Peel, nos necesitan!”. Eso es todo.-

           
           

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