Tres Series: "Un Equipo Muy Especial", "The Sandman" y "Slow Horses"

 

 por Leonardo L. Tavani        

    Hay demasiadas plataformas, demasiadas “bocas de expendio”, demasiada oferta para una demanda a veces elusiva. Apenas un aspecto (y no es el único) de un cóctel amargo que desemboca en productos de porquería como A League of Their Own (Un Equipo Muy Especial) (Regular ★★), la insulsa serie que Amazon Prime Video acaba de estrenar. Vampirizando ideas ajenas, que parece ser lo único que una gran parte de la industria yanqui sabe hacer hoy día, este bofe se apropia de aquella ¡MA-RA-VI-LLO-SA! película de 1992 dirigida por la diosa de Penny Marshall (¡cómo te extrañamos Penny…!, a vos y a tu hermano Garry, otro monstruo) y escrita por esos dos genios de Babaloo Mandel y Lowell Ganz. Basada en hechos reales (la liga femenina de béisbol creada durante la segunda guerra mundial debido a la masiva ausencia de hombres destinados al frente bélico), aquella espléndida comedia dramática fue una colección de aciertos, genialidades y viñetas entrañables, dirigida con mano firme y pulso amoroso por Marshall, y actuada como los dioses gracias a una colección de actrices y actores de lujo, como las brillantes Geena Davis, Lori Pety, Rosie O’Donnell, Megan Cavanagh (quien tuvo el rol más complicado de interpretar, siempre al borde de caer en el ridículo, y lo resolvió a puro talento y magia), más la mismísima Madonna; y junto a actores de la talla de Tom Hanks, Jon Lovitz, David Strathairn, Eddie Jones (entrañable como el padre del rol de Cavanagh), Garry Marshall (haciéndole una divertida “gauchada” a su hermana, en el rol del empresario chocolatero que auspició la liga) y Bill Pullman. Se trata de una de las pelis que tengo incluida en lo que podría denominar mi “top ten” personal, el grupito selecto de filmes que veo y reveo desde hace décadas con absoluta y minuciosa regularidad, así que puedo describirla fotograma a fotograma. Acepto que es difícil seducir a un fanático como yo, pero tampoco imposible; de hecho, la reciente secuela de Los Cazafantasmas dirigida por el hijo del desaparecido Ivan Reitman me encantó, aun cuando profeso un amor incondicional por la cinta de 1984 y la considero “sagrada”. Si algo está bien hecho (y con respeto) es imposible no abrirle los brazos, excepto que se padezca de insensatez extrema. Bueno, hechas estas aclaraciones, espero que me crean cuando les digo que la nueva versión en formato serie es una reverenda bosta. Poco académico de mi parte, lo sé, e igualmente poco ortodoxo en lo lingüístico, pero les ruego tengan en cuenta que evité escribir “mierda” y “cagada”, términos que quedan muy mal en un blog decente. Ahora, ustedes —especialmente quienes ya hayan visto un par de episodios al menos— tal vez protesten y aduzcan que no está tan mal, que la ambientación es impecable, que tiene momentos graciosos y que la música utilizada es excelente. Okay, lo admito, ¿y qué…? ¿Alguien va a decirme que en la producción mainstream americana estos aspectos se dejan librados al azar o se producen chapuceramente? No, mis amigos, el envase y el continente siempre son, como mínimo, muy buenos en un producto yanqui. El problema es el contenido, la realización artística y la desesperante falta de ideas que los acosa. O peor aún, la EXCESIVA IMPOSICIÓN DE IDEAS. Me explico: Un Equipo Muy Especial, la serie, es otro ladrillo más en el muro de la vergüenza “woke”, esa colección impúdica de imbecilidades de género, raza, progresismo tipo “Palermo Rúcula”, corrección política, feminismo desaforado, y así por el estilo. No hay trama, no hay argumento sólido, no hay subtexto rico en matices ni nada que se le parezca. A cada minuto de metraje hay, en cambio, una lista de ítems que no se pueden obviar so pena de muerte social y laboral, que van desde el manifiesto LGBT (y vaya uno a saber cuántas letras más lleva la sigla…), la cuestión negra en EE UU, el anti patriarcado, etc, etc, etc, etc, etc, etc… (y siguen los “etcéteras”…). En gran parte del tiempo es aburrida, discursiva, obvia, pomposa y en el resto se muestra altamente desesperada por complacer a todos los colectivos que se supone podrían ofenderse si un personaje gay hace un mohín con el ojo derecho que se podría malinterpretar. Agota; te desmaya; te deja exhausto. Por ejemplo, no hubo  mujeres negras en la liga, que era segregada, y eso fue así y punto. Es un hecho histórico y no hay con qué darle. Criticálo, enojáte, hacé berrinches, pero no lo podrás cambiar. Bueno, los productores de este bofe sí. A medias, eso sí, ya que al personaje que crearon (junto a una amiga íntima fanática de los cómics, que habla como una mina educada en Princeton en 2022) no lo dejan pertenecer de manera directa, pero la meten con fórceps en la trama desde el primero hasta el último episodio. Lo repetiré, por si no se entendió: al filme de 1992 no le faltaba nada, ni siquiera el discurso feminista, porque LO TENÍA y LO TIENE —y de hecho es la columna vertebral de la cinta—, pero la repugnante progresía woke que maneja los medios hoy día cree que la sutileza y la belleza narrativa son basura y que hay que ir a los bifes y poner toda la ideología en el asador, sin metáforas ni medias tintas. Así salen las series, como las tres inmundicias vomitivas que usurpan la marca Star Trek, de la que los sufridos fans tuvimos que huir para refugiarnos en The Orville, la auténtica Trek del universo catódico. La serie que nos ocupa, lamentablemente, presenta todas las obviedades del catálogo, cae en sentimentalismos tipo culebrón de la tarde y logra la hazaña de que veamos a personajes del año 2022, con la mentalidad, los gestos y el lenguaje de 2022, trasplantados mágicamente a 1943. Es como si lo único genuino de aquella época fuera el vestuario, los automóviles y los cortes de cabello. En fin, permítanme concluir con una nota personal a la showrunner de este esperpento: flaca, si no te gusta el pasado, o cómo se pensaban las cosas en ese pasado, tené la decencia de construirte una máquina del tiempo y andá a cambiar las cosas “allá”. ¿Qué…, cómo…? ¿Qué no existe aun la tecnología para viajar en el tiempo? Entonces tratá de no insultar mi inteligencia y evitá producir series o películas. Dedicáte a otra cosa. Los seres verdaderamente pensantes te lo agradeceremos.-         

    The Sandman, (Excelente ★★★★★) la nueva apuesta de Netflix, salió bien. O mejor aún, salió magníficamente bien. Nunca leí el cómic ni estoy demasiado familiarizado con Neil Gaiman (más allá de American Gods, a la que odié, y Good Omens, a la que amé), y creo honestamente que esto ha sido una ventaja comparativa. Incluso, lo confieso, ingresé en este universo con ciertas ideas preconcebidas, debido a que cometí el pecado de leer un par de críticas negativas antes de emprender su visionado. “Big mistake”: trama atractiva, ambientación perfecta, personajes fascinantes, soberbias actuaciones (lo de David Thewliss es para 7 Óscars uno arriba del otro) y como mínimo una obra maestra suprema, el episodio 4, una pesadilla de horror psicológico ambientada íntegramente en el interior de un clásico “dinner” americano, en la que Thewliss juega a ser un titiritero siniestro de mentes y voluntades. Dividida en dos partes muy marcadas que fluyen y dialogan entre sí con absoluta maestría, The Sandman abre puertas a la imaginación que otros productos de género similar no han llegado a atisbar siquiera. Los fans del cómic, como siempre, protestarán por cambios, alteraciones, traiciones y demás sacrilegios, pero lo cierto es que aquí hay una serie de género fantástico y terror que logra aunar todos sus elementos consumando un producto sólido y sugestivo, atractivo y difícil de soltar. Si Netflix buscaba una franquicia de género que le asegurara navegar con mayor comodidad las turbulentas aguas corporativas de su presente empresarial, lo ha logrado con creces. Por lo menos en lo que atañe a esta magnífica primera temporada. Más allá de que este artículo es un regreso a mis viejas “multicríticas”, por lo que no puedo extenderme demasiado en los comentarios (ya lo hice en el anterior, por puro enojo contra ese producto), la ausencia de mayores precisiones y detalles acerca de la trama y sus circunstancias será sin dudas beneficioso para sus posibles espectadores. The Sandman merece —y requiere— acercarse a ella libre de prejuicios y en completa ignorancia, de modo que su intenso clima y su espiral ascendente dramático golpeen al espectador en el plexo solar de su psique. Es un viaje de ida, y uno del que no se quiere volver. Impecable.- (Post Data: en su “segunda parte”, y ya casi cerca del final, la serie cuenta con otro episodio brillante, análogo al ya citado de la cafetería, que transcurre en un hotel que alberga una convención de… ¡¡asesinos seriales!! Decir que es una genialidad sabe a poco. Se los recomiendo vivamente)    

    Slow Horses, (Excelente ★★★★★) absoluta genialidad británica lanzada por Apple Tevé, es el feliz regreso del espionaje entendido en toda su “gloriosa” suciedad y turbulencia. Con toda sus mierdas, sus cloacas y, cómo no, sus chapucerías menos reconocidas. Con absoluta maestría narrativa, la serie nos arroja a una de esas cuevas secretas que sirven de “aguantadero” para agentes que han metido la pata o que están acabando su carrera. La Slow House es la sede de los Slow Horses, o sea los “caballos lentos” según los estándares del MI5, el servicio de espionaje interior. Su jefe, el irascible Jack Lamb (un excelente Gary Oldman, a sus anchas en un rol que le queda a medida) está de vuelta de todo, es un sobreviviente del caos que trajo la caída del muro y el fin de la guerra fría, pero no sin la culpa del sobreviviente, puesto que es el único que se salvó de una “batida” que acabó con la vida de todos sus colegas en Berlín oriental. Recluido por voluntad propia en la casa lenta, dirigiendo a puros insultos a quienes considera un grupo de inútiles (pero “sus inútiles”, como dirá en algún momento), una conspiración cocinada a espaldas de la directora del MI5 intentará acabar con él y su gente para que sirvan de chivo expiatorio de una arriesgada operación no autorizada que está saliendo muy pero muy mal. Su primer episodio, que debe exponer una trama compleja y presentar a un grupo heterogéneo de personajes con gran riqueza conceptual, es una muestra soberbia del natural talento británico para establecer una narrativa sólida que se va desplegando como un abanico multiforme. Para cuando comience la cacería y la adrenalina del espectador se dispare a niveles de alarma, ya se estará irreductiblemente abducido por el destino de estos ajustadísimos personajes. Basada en una de las primeras novelas de Mick Herron y creada y co escrita por Will Smith (no confundir con el actor yanqui afecto a dar sopapos en la entrega de los Óscar, este es un talentoso guionista, comediante, productor y novelista inglés que ha producido, entre otras, The Thick Of It  de BBC y Avenue 5 de HBO), Slow Horses sorprende por su tratamiento de los personajes (tridimensionales, realistas, humanos), por la aparente simpleza de su realización visual y narrativa, que en realidad esconde un complejo diseño de relojería, y por la amarga mirada que hecha sobre la comunidad de Inteligencia, cuestionando a sus cúpulas y a la excesiva autonomía que adquirieron con la irrupción cierta de la amenaza terrorista fundamentalista. Pero también se aboca, con admirable honestidad, a diseccionar un nada velado racismo latente en la sociedad inglesa, su profundo “provincionalismo” y la consecuente xenofobia que conlleva. Pero hace todo esto muy bien, sin que se note apenas, sin andar por allí pontificando ni dando cátedras ideológicas camufladas en la serie. Todo lo opuesto a Un Equipo Muy Especial, como se advierte. Y por supuesto, el suspenso y la acción están magníficamente dosificadas y estallan en el rostro de los espectadores con una fuerza que ya quisieran muchos productos de este lado del Atlántico. A esto hay que sumarle no menos de cuatro o cinco actuaciones que son para poner en un cuadrito, entre las cuales destaca todo el arrollador talento de Kristin Scott Thomas en un rol de antología. Sinceramente, se trata de una de las mejores series del año, si no directamente la mejor. La buena noticia es que la segunda temporada se rodó en simultáneo con esta y se estrenará antes de fin de año, y en ella el personaje de Jonathan Pryce (el abuelo del protagonista, un agente retirado que parece guardar más de un secreto) tendrá un protagonismo casi absoluto. Y no solo esto, sino que Apple ya la ha renovado para una tercera y una cuarta temporadas. A no perdérsela.-  

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