“LEJOS” (“AWAY”): Una Gran Apuesta de Netflix Que Cumple Y Atrapa

por Leonardo L. Tavani

Calificación: MuyBuena (★★★★)

    Empecemos por el principio, lo que no por obvio deja de ser importante. Y en este caso importa, puesto que Away nos presenta un obstáculo muy importante para sortear apenas se dispone el espectador a verla, que es el de la propia naturaleza de su trama. Pareciera que una gigantesca pancarta con la leyenda “warning” (peligro) se posara sobre el televisor al momento de encarar su visionado, y eso ocurre porque a esta historia ya la vimos un millar de veces y en todas sus posibles vertientes, desde el drama, la sci-fi pura y dura o el terror espacial. Alguien objetará que al cuento de cenicienta también lo vimos millones de veces en la pantalla y no por eso dejamos de engancharnos con él en cada nueva ocasión, pero ocurre que “Cinderella” pertenece a esos tipos de historias que están construidas en base a arquetipos universales, los que sirven de plantilla (si se nos permite la expresión) a casi todo tipo de trama que se pueda imaginar. De ahí la genialidad tanto de Charles Perrault como de los hermanos Grimm, cuyos cuentos infantiles presentan una maravillosa universalidad que ha vencido con éxito la prueba del tiempo. Otro tanto ocurre con Shakespeare y sus inmortales dramas y comedias, que llevan cinco siglos reciclándose en millares de argumentos que nunca queremos dejar de disfrutar. Pero este de ahora no es en modo alguno un arquetipo universal, sino un argumento producto de un desarrollo tecnológico y científico cuyas posibilidades eran puramente especulativas en el pasado y que ahora ya no lo son tanto. Queremos decir que aunque algunos lectores puedan tentarse con la idea de asimilar la historia de cinco astronautas “encerrados” en un trozo muy sofisticado de metal rumbo a un planeta distante con la de unos náufragos muertos de hambre y sed en el siglo XVIII, las diferencias entre ambas situaciones son tan radicales como opuestas sus intenciones. Quizás alguna tragedia en un submarino (caso Kursk, de 2019) pueda presentar alguna similitud por aquello del encierro forzado, pero aun así se trata de casos extremos de los que en última instancia se puede salir airoso, dado que transcurren en nuestro planeta y siempre hay algún recurso de última hora del que echar mano. Cuando la ciencia ficción (en su vertiente espacial, insistimos) se propone establecer analogías, generalmente lo hace con éxito y sin que haya que poner en duda la validez de sus metáforas, a lo sumo —entonces— echará mano de otros recursos, tales como apelar a géneros cinematográficos diferentes para contar esas historias. El mejor ejemplo de esto último lo hallamos en Atmósfera Cero (Outland, 1981; escrita y dirigida por Peter Hyams y protagonizada por Sean Connery), cuya trama es una confesa adaptación de A La Hora Señalada (High Noon, 1952; Fred Zinnemann), y como tal respeta a rajatabla el formato de western, solo que trasladándolo a Io (una de las lunas de Júpiter) un par de siglos en el futuro. Resumiendo, entonces, Lejos no puede de ninguna manera entenderse como una historia arquetípica, pero sí como un argumento moderno que ya se ha usado en demasía (y casi hasta el agotamiento), y a ello se debe que desde su misma concepción esta serie se tope con un par de intríngulis bastante peliagudos. ¿Cómo sorprendernos si ya sabemos de memoria lo que va a pasar?, y como corolario, ¿cómo generar credibilidad cuando adivinamos cada movimiento de antemano? Respondamos a esto, pues.

La madre de todas las batallas respecto de Away (Lejos) se resuelve felizmente con bastante facilidad: la serie triunfa por sobre sus debilidades. Que existen, están allí, pero acaban por superarse gracias a una realización muy digna que no busca ni impactar porque sí ni bajar línea ideológica alguna. Y eso que las posibilidades para hacerlo estaban a la mano, por decir poco. El mejor ejemplo se halla en la cuestión de la homosexualidad reprimida de uno/a de los/as astronautas. Cuando la cuestión aparece (a un par de episodios del inicio de temporada) se experimenta la clara sensación de peligro que mencionábamos al principio. ¿Era necesario? ¿No se podía evitar? ¿Siempre tiene que haber un personaje queer en cualquier tipo de serie o película moderna? Bueno, a poco de andar la trama resulta que la historia está magníficamente escrita, es pertinente, tiene sustento dramático, contiene un trasfondo político decisivo para el argumento y compromete al espectador de modo eficaz. O sea que sí, esta vez tenía y tuvo sentido incluir a este personaje y su problemática. Pues bien, casi todo en Lejos funciona, afortunadamente, de esa manera. Al principio parece que nada era necesario, pero a poco de andar todo resulta imprescindible. De hecho, el décimo y último episodio de Away contiene una secuencia verdaderamente perfecta, resumen inmejorable de la tensión que la sociedad abierta —encarnada en las democracias republicanas— está experimentando en este preciso momento histórico, sacudida por los totalitarismos que idolatran al estado, el integrismo religioso y el populismo canalla. Ocurre que el casco de todo astronauta posee un cristal rebatible antirreflejo que impide ver el rostro, imprescindible para evitar el daño ocular cuando la luz solar llega de manera directa. Por acuerdo entre las naciones que conforman la misión ATLAS ONE, y dado el fuerte aporte económico de China a la misma, la científica de esa nacionalidad que es parte de la tripulación deberá pisar suelo marciano antes que sus colegas y sacarse luego una foto con la bandera nacional. Pero desde Houston llega una orden estricta de parte de su enlace con el P.C. chino: deberá tener su cristal antirreflejo visible al momento de fotografiarse, o sea que no se le podrá ver el rostro. La noticia se la da su capitán, Emma Green, perfectamente consciente de la profunda desilusión de su subordinada. Con lágrimas en los ojos, Lu responde: “Yo no existo si no existe el Estado”. De hecho, Away está muy lejos de ser perfecta, contiene una media tonelada de lugares comunes, la historia en tierra no siempre está a la altura de lo que ocurre en la Atlas y algunos episodios se alargan demasiado; pero esa sencilla frase, dicha con una emoción y una carga tal que el espectador que haya visto los capítulos anteriores sabrá muy bien comprender y dimensionar, hace que todas las demás objeciones se vayan al trasto y solo quede en la superficie la intención real que se halla detrás de esta historia.
    Ambientada, posiblemente, en un futuro muy cercano (algo que no se precisa jamás en la trama), Lejos comienza con las horas previas al lanzamiento de la misión Atlas One, iniciativa internacional liderada por la NASA que depositará por vez primera a cinco seres humanos en suelo marciano. Con una duración total de tres años, la misión buscará crear una base humana permanente que coordinará una serie de experimentos científicos que incluirán la posibilidad de sembrar en las áridas tierras del planeta rojo. El eje dramático está puesto sobre Emma Green y su familia, compuesta por su marido (astronauta y científico que iba a ser parte de la misión hasta que un problema de salud lo deja afuera de ella) y su única hija adolescente. Al principio parece que todo marcha sobre ruedas, pero a medida que se acerca la hora del lanzamiento el peso ominoso de los próximos tres años de ausencia de Emma se harán sentir tanto en el ánimo como en la conducta de la muchachita, e incluso en las del propio (y experimentado) marido, que sabe muy bien que las cosas no serán tan fáciles como se pretende en los almibarados discursos de despedida. Lógicamente, la otra pata de esta historia —y la más importante— es la odisea a bordo de la Atlas One, en la que se vivirán una sucesión de accidentes, fallas de funcionamiento y demás obstáculos que pondrán tanto a la misión como a la vida de los tripulantes en peligro mortal. Pero la clave de esta serie se halla en las peliagudas y complejas relaciones entre los astronautas, quienes desde un principio descreen de la capacidad de la capitana Green para liderarlos y llevarlos con éxito hasta Marte. No haremos una descripción detallada acerca de ello porque redundaría en una lamentable pérdida de efecto y novedad para sus posibles y  próximos espectadores, pero lo que a priori parecería otro lugar común que ya se ha visto hasta el cansancio, en Lejos se transforma rápidamente en pura fortaleza. Porque sus personajes no son en modo alguno macchiettas o meros arquetipos, sino personas reales con miedos, fracasos personales, secretos y traumas, y por mucho entrenamiento que tengan no podrán escapar de ellos a la hora de experimentar las fabulosas presiones que la misión les deparará. El guión sabe avanzar cuando debe hacerlo y retroceder cuando hace falta, y en esas idas y vueltas que experimentan las relaciones a bordo se halla gran parte de la sabiduría que exuda esta producción.
 
    Como su único punto débil, Away sufre de ciertas inconsistencias en cuanto a las peripecias de la familia de Emma, más que nada en lo relativo a Lex, su hija adolescente, las que si bien no empañan para nada la buena factura del producto bien podrían haber recibido un mejor “pulido” a la hora de la escritura de los guiones. Es que se advierte cierta “contención” de parte de los escritores, casi como si hubieran estado evitando a toda costa exagerar los conflictos juveniles del personaje (algo que se agradece, por cierto), pero que acaba por deshilachar la consistencia dramática de las pequeñas rebeldías de la muchacha. En cambio, los desafíos emocionales y morales que enfrenta Matt (el marido de Emma Green) están magníficamente ilustrados, sin caer jamás en esos lugares comunes que no dejan de poblar los productos norteamericanos. Él sufre un ACV precisamente cuando la misión se halla en la base lunar de la NASA y a punto de despegar rumbo a Marte. Una adolescente cuya madre se halla en el espacio (y cuya vida está en riesgo a cada minuto), se encuentra ahora completamente sola con un padre en grave estado al que hay que practicarle una cirugía cerebral complicadísima. Pues bien, esta primera tragedia está magníficamente descrita en la serie y no se permite caer jamás en manierismos ni subrayados, y lo mismo pasa con la lenta y dificultosa recuperación de Matt, siempre bien resuelta en cuanto a su balance dramático. Quizás, insistimos, algunos conflictos posteriores resultarán —en comparación y en cuanto a su presentación— algo banales y en parte innecesarios, pero ello se compensa siempre con la poderosa intensidad de los eventos en la Atlas One.
    La ganadora del Óscar, Hillary Swank, realiza una labor encomiable en la piel de la atribulada comandante Green, debatiéndose siempre entre su rol de madre y esposa con el de líder de una misión histórica para la humanidad. Josh Charles, por su parte, está perfectamente a su altura como Matt, el marido, quien ha sabido poner en primer plano el amor por su esposa antes que los pequeños y grandes egoísmos que hubieran llenado de escollos la titánica tarea de su mujer. El suyo era un rol que presentaba no pocas complejidades, ya que a la carga emocional previa a la misión (él iba a ser uno de los tripulantes, pero la detección del problema de salud congénito que finalmente le provocaría el ACV lo dejó fuera de ella) se le suman las secuelas de su ataque así como los problemas de conducta de su hija producto de ello. Del resto del elenco, del que solo caben los mayores elogios, destacaremos únicamente al israelí nacido en Ucrania, Mark Ivanir, quien compone al personaje más complejo, polifacético y problemático de la trama, Misha, un astronauta ruso veterano con un pasado que le pasa demasiadas facturas, y por último al británico Ray Panthaki (cuyo padre era hindú), quien interpreta a un personaje de múltiples capas que siente mucho más que admiración o respeto hacia la capitán Green. La excelente labor de todo el elenco, ciertamente, se halla a la misma altura de la realización integral de esta serie, cuya intensidad dramática va in crescendo paso a paso y que acaba por comprometer por completo al espectador. Desde la fotografía, que es verdaderamente perfecta, hasta el complejo diseño de efectos visuales, que resultan inusuales en un producto pensado para streaming por su altísima calidad técnica (digna de las mejores superproducciones cinematográficas), Lejos conforma una gratísima experiencia que no por poco original deja de ser fascinantemente intensa y consistentemente dramática. Insistimos, no es perfecta… pero se le acerca bastante. Vale la pena.- 

 
 

 

           

 

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