por Leonardo L. Tavani
Calificación: MuyBuena (★★★★)

La madre de todas las batallas respecto de Away (Lejos) se resuelve felizmente con
bastante facilidad: la serie triunfa por sobre sus debilidades. Que existen,
están allí, pero acaban por superarse gracias a una realización muy digna que
no busca ni impactar porque sí ni bajar línea ideológica alguna. Y eso que las
posibilidades para hacerlo estaban a la mano, por decir poco. El mejor ejemplo
se halla en la cuestión de la homosexualidad reprimida de uno/a de los/as
astronautas. Cuando la cuestión aparece (a un par de episodios del inicio de
temporada) se experimenta la clara sensación de peligro que mencionábamos al
principio. ¿Era necesario? ¿No se podía evitar? ¿Siempre tiene que haber un
personaje queer en cualquier tipo de
serie o película moderna? Bueno, a poco de andar la trama resulta que la historia
está magníficamente escrita, es pertinente, tiene sustento dramático, contiene
un trasfondo político decisivo para el argumento y compromete al espectador de
modo eficaz. O sea que sí, esta vez tenía y tuvo sentido incluir a este
personaje y su problemática. Pues bien, casi todo en Lejos funciona,
afortunadamente, de esa manera. Al principio parece que nada era necesario,
pero a poco de andar todo resulta imprescindible. De hecho, el décimo y último episodio de Away
contiene una secuencia verdaderamente perfecta, resumen inmejorable de la
tensión que la sociedad abierta —encarnada en las democracias republicanas—
está experimentando en este preciso momento histórico, sacudida por los
totalitarismos que idolatran al estado, el integrismo religioso y el populismo
canalla. Ocurre que el casco de todo astronauta posee un cristal rebatible
antirreflejo que impide ver el rostro, imprescindible para evitar el daño
ocular cuando la luz solar llega de manera directa. Por acuerdo entre las
naciones que conforman la misión ATLAS ONE, y dado el fuerte aporte económico
de China a la misma, la científica de esa nacionalidad que es parte de la
tripulación deberá pisar suelo marciano antes que sus colegas y sacarse luego
una foto con la bandera nacional. Pero desde Houston llega una orden estricta
de parte de su enlace con el P.C. chino: deberá tener su cristal antirreflejo
visible al momento de fotografiarse, o sea que no se le podrá ver el rostro. La
noticia se la da su capitán, Emma Green, perfectamente consciente de la
profunda desilusión de su subordinada. Con lágrimas en los ojos, Lu responde: “Yo no
existo si no existe el Estado”. De hecho, Away está muy lejos de
ser perfecta, contiene una media tonelada de lugares comunes, la historia en
tierra no siempre está a la altura de lo que ocurre en la Atlas y algunos
episodios se alargan demasiado; pero esa sencilla frase, dicha con una emoción
y una carga tal que el espectador que haya visto los capítulos anteriores sabrá
muy bien comprender y dimensionar, hace que todas las demás objeciones se vayan
al trasto y solo quede en la superficie la intención real que se halla detrás
de esta historia.
Ambientada,
posiblemente, en un futuro muy cercano (algo que no se precisa jamás en la
trama), Lejos comienza con las horas previas al lanzamiento de la
misión Atlas One, iniciativa internacional liderada por la NASA que depositará
por vez primera a cinco seres humanos en suelo marciano. Con una duración total
de tres años, la misión buscará crear una base humana permanente que coordinará
una serie de experimentos científicos que incluirán la posibilidad de sembrar
en las áridas tierras del planeta rojo. El eje dramático está puesto sobre Emma
Green y su familia, compuesta por su marido (astronauta y científico que iba a
ser parte de la misión hasta que un problema de salud lo deja afuera de ella) y
su única hija adolescente. Al principio parece que todo marcha sobre ruedas,
pero a medida que se acerca la hora del lanzamiento el peso ominoso de los
próximos tres años de ausencia de Emma se harán sentir tanto en el ánimo como
en la conducta de la muchachita, e incluso en las del propio (y experimentado)
marido, que sabe muy bien que las cosas no serán tan fáciles como se pretende
en los almibarados discursos de despedida. Lógicamente, la otra pata de esta
historia —y la más importante— es la odisea a bordo de la Atlas One, en la que
se vivirán una sucesión de accidentes, fallas de funcionamiento y demás
obstáculos que pondrán tanto a la misión como a la vida de los tripulantes en
peligro mortal. Pero la clave de esta serie se halla en las peliagudas y
complejas relaciones entre los astronautas, quienes desde un principio descreen
de la capacidad de la capitana Green para liderarlos y llevarlos con éxito
hasta Marte. No haremos una descripción detallada acerca de ello porque
redundaría en una lamentable pérdida de efecto y novedad para sus posibles y próximos espectadores, pero lo que a priori
parecería otro lugar común que ya se ha visto hasta el cansancio, en Lejos
se transforma rápidamente en pura fortaleza. Porque sus personajes no son en
modo alguno macchiettas o meros arquetipos, sino personas reales con miedos,
fracasos personales, secretos y traumas, y por mucho entrenamiento que tengan
no podrán escapar de ellos a la hora de experimentar las fabulosas presiones
que la misión les deparará. El guión sabe avanzar cuando debe hacerlo y
retroceder cuando hace falta, y en esas idas y vueltas que experimentan las
relaciones a bordo se halla gran parte de la sabiduría que exuda esta
producción. Como
su único punto débil, Away sufre de ciertas
inconsistencias en cuanto a las peripecias de la familia de Emma, más que nada
en lo relativo a Lex, su hija adolescente, las que si bien no empañan para nada
la buena factura del producto bien podrían haber recibido un mejor “pulido” a
la hora de la escritura de los guiones. Es que se advierte cierta “contención”
de parte de los escritores, casi como si hubieran estado evitando a toda costa
exagerar los conflictos juveniles del personaje (algo que se agradece, por
cierto), pero que acaba por deshilachar la consistencia dramática de las
pequeñas rebeldías de la muchacha. En cambio, los desafíos emocionales y morales
que enfrenta Matt (el marido de Emma Green) están magníficamente ilustrados,
sin caer jamás en esos lugares comunes que no dejan de poblar los productos
norteamericanos. Él sufre un ACV precisamente cuando la misión se halla en la
base lunar de la NASA y a punto de despegar rumbo a Marte. Una adolescente cuya
madre se halla en el espacio (y cuya vida está en riesgo a cada minuto), se
encuentra ahora completamente sola con un padre en grave estado al que hay que
practicarle una cirugía cerebral complicadísima. Pues bien, esta primera
tragedia está magníficamente descrita en la serie y no se permite caer jamás en
manierismos ni subrayados, y lo mismo pasa con la lenta y dificultosa
recuperación de Matt, siempre bien resuelta en cuanto a su balance dramático.
Quizás, insistimos, algunos conflictos posteriores resultarán —en comparación y
en cuanto a su presentación— algo banales y en parte innecesarios, pero ello se
compensa siempre con la poderosa intensidad de los eventos en la Atlas One. La
ganadora del Óscar, Hillary Swank, realiza una labor encomiable en la piel de
la atribulada comandante Green, debatiéndose siempre entre su rol de madre y
esposa con el de líder de una misión histórica para la humanidad. Josh Charles,
por su parte, está perfectamente a su altura como Matt, el marido, quien ha
sabido poner en primer plano el amor por su esposa antes que los pequeños y
grandes egoísmos que hubieran llenado de escollos la titánica tarea de su
mujer. El suyo era un rol que presentaba no pocas complejidades, ya que a la
carga emocional previa a la misión (él iba a ser uno de los tripulantes, pero la
detección del problema de salud congénito que finalmente le provocaría el ACV
lo dejó fuera de ella) se le suman las secuelas de su ataque así como los
problemas de conducta de su hija producto de ello. Del resto del elenco, del
que solo caben los mayores elogios, destacaremos únicamente al israelí nacido
en Ucrania, Mark Ivanir, quien compone al personaje más complejo, polifacético
y problemático de la trama, Misha, un astronauta ruso veterano con un pasado
que le pasa demasiadas facturas, y por último al británico Ray Panthaki (cuyo
padre era hindú), quien interpreta a un personaje de múltiples capas que siente
mucho más que admiración o respeto hacia la capitán Green. La excelente labor
de todo el elenco, ciertamente, se halla a la misma altura de la realización integral
de esta serie, cuya intensidad dramática va in
crescendo paso a paso y que acaba por comprometer por completo al
espectador. Desde la fotografía, que es verdaderamente perfecta, hasta el
complejo diseño de efectos visuales, que resultan inusuales en un producto
pensado para streaming por su
altísima calidad técnica (digna de las mejores superproducciones cinematográficas),
Lejos
conforma una gratísima experiencia que no por poco original deja de ser
fascinantemente intensa y consistentemente dramática. Insistimos, no es
perfecta… pero se le acerca bastante. Vale la pena.-
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