Por Leonardo L. Tavani
Calificación:
Excelente ★★★★★
Jessica Jones. EE UU,
2019.
Producción de Marvel, ABC y Netflix.
Dirección:
Melissa Rosenberg (Creadora), Simon Cellan Jones, S.J. Clarkson, David Petrarca, Stephen Surjik, Uta Briesewitz, John Dahl,
Billy Gierhart, Rosemary
Rodriguez, Michael Rymer -Guión: Brian
Bendis, Melissa Rosenberg, Michael Gaydos, Jenna Reback, Dana Baratta - Elenco: Krysten Ritter, Rachael Taylor, Mike Colter,
Carrie-Anne Moss, Erin Moriarty,
Wil Traval, Ryan Farrell, Susie Abromeit, Eka Darville.-
Temporada de 13 episodios, por Netflix.-
¿Por qué causa
volveríamos a Marvel’s Jessica Jones si el año anterior le dedicamos un
extenso y sesudo artículo a sus, hasta entonces, dos magníficas temporadas? La
respuesta es sencilla: a causa de la asfixiante angustia que transmite cada
fotograma de sus impecables 13 episodios. A priori, nuestras palabras
parecerían más una propaganda en contra de la serie que una ferviente
invitación a recorrerla. Después de todo, ¿quién en su sano juicio desearía
angustiarse más de lo que la realidad ‘argenta’ le propone? Pues todo aquel con
sangre en las venas, ya que —más allá del obvio deseo de evasión que la
industria del entretenimiento satisface— toda serie nos mueve, inexorablemente,
a unirnos emocionalmente con su/s protagonista/s; nos aliamos a su pathos y sufrimos con su trágico ethos… en fin, por paradójico que
parezca, nuestra inmersión en el camino “expiatorio” del héroe/heroína nos
aleja proporcionalmente de nuestro personal devenir. Por ello existe el Drama y
la Tragedia, y a nadie en su sano juicio se le ocurriría censurar a Sófocles o
a Shakespeare por considerarlos dañinos para la moral popular…!!! Por todo lo dicho, y por mucho, muchísimo más, bien vale la pena ver la 3ª temporada de
Jessica
Jones; y por carácter transitivo —ya que París bien vale una misa— no podemos eludir la necesidad de escribir acerca
de ella. Allá vamos.
J.J.
3ª (así la llamaremos desde ahora para simplificar) resulta, antes que
nada, consecuente con su historia y se yergue —primordialmente— como un
policial negro urbano, un film noir
con todas las letras. Exactamente como los viejos y maravillosos filmes del
género que poblaron las pantallas en las décadas de los ‘40s y ‘50s, J.J.3ª
presenta una narración acompasada y siempre consciente de su propio ritmo, que nunca se debe confundir con
morosidad o lentitud alguna. Cada guión (de los 13 que la componen) se toma su
tiempo para definir caracteres, estados anímicos y espirituales, y —por
supuesto— para desarrollar su trama con la misma sutileza con que una dama
decimonónica abriría su abanico de tramo en tramo para seducir a su cortejante.
Jessica, que había concluido la temporada anterior intentando sobreponerse de
una tragedia suprema, se halla ahora intentando recoger los pedazos de su
propia existencia. Sigue bebiendo como un cosaco, permanece alejada de los
afectos humanos (aunque con mínimas excepciones), pero cuando menos ha
reorganizado su oficina y se ha permitido el exceso de contratar una asistente.
Cuando alguien le pregunte por qué diablos tiene trabajando a alguien que no
soporta, contestará: “Así no hay peligro de que me importe una
mierda sobre ella”. Krysten Ritter, quien sigue brindando lecciones
superiores de actuación, dota a su criatura de una fragilidad extrema que se
encarga de ocultar bajo ‘güarradas’ como esta, y se encarga —con una naturalidad
que asombra— de hacernos saber que todo esto es apenas una pantalla para jamás
confesar que necesita de todos mucho más que nadie. Su alma está tan quebrada,
tan llena de angustia, culpa y soledad, que no sabe cómo cuernos hacer para
entablar un lazo estable y “normal” con alguien. Su único amor real, su hermana
adoptiva y también única amiga —Trish Walker— ha matado a su madre psicótica y
desde entonces ni siquiera se ven. En medio de esta desolación aparece un
personaje cuasi marginal que porta un extraño don o poder, el de percibir por
simple acercamiento físico la oscuridad, la maldad de las personas. Si se queda
demasiados segundos a centímetros de alguien así llega a brotarle sangre de las
órbitas de los ojos y su cabeza parece a punto de estallar. Por razones que ustedes
deben descubrir, este don/maldición lleva a que ambos se topen, al principio
ignorándolo, con un feroz y peligrosísimo asesino en serie. Cuando la detective
y el muchacho queden en la mira de este predador, el infierno se desatará de
maneras insospechadas.
La
otra cara de la moneda será el personaje de Trish. Como ya lo sospechábamos, el
tratamiento al que se sometió (y que Jessica abortó en el final de la temporada
precedente) surtió efecto y la ex actriz infantil posee ahora poderes análogos
a los de su hermana. Sin embargo, tanto sus motivos para ansiar tenerlos como
el uso que hará de ellos, evidenciarán la grieta psíquica que su madre le ha
imprimido desde la infancia. La progresión dramática que las historias de ambas
experimentarán en este envío, se acerca sin duda alguna, a la absoluta
perfección narrativa. La australiana Rachael Taylor, a quien pudimos disfrutar
apenas un par de meses atrás en la deliciosa Ladies in Black (2018,
Bruce Beresford / ver nuestra crítica en este blog), muestra una ductilidad
asombrosa a la hora de encarnar a esta contradictoria, profundamente herida y
cuasi psicótica Trish. Entre ella y Ritter se producen, en ciertos episodios,
verdaderos duelos interpretativos que engalanan esta producción. El tercer
vértice de este trío lo conforma la siempre espléndida Carrie-Anne Moss, quien
compone a una Jeri Hogart más ambigua que nunca: su esclerosis lateral
amiotrófica avanza rápidamente y ella presiente que el final se acerca, pero en
vez de actuar con menos egoísmo, su calculado acercamiento a un amor del pasado
estará inundado de manipulación y petulancia. Todos los personajes, empero,
muestran esta vez que sus corazones están tan divididos como sus consciencias.
Uno de ellos será Malcolm, quien incluso boicoteará un amor genuino por no
poder conciliar las fuerzas contradictorias que lo tironean. Pero por sobre
todos ellos, sin duda alguna, reina la profunda piedad a que mueve la simple
visión del rostro de Jessica. Como apuntamos en la crítica a las primeras dos
temporadas de la serie, esta sigue siendo una moderna tragedia griega, y una en
la que su protagonista carga con todo el peso del mundo sobre sus hombros. Si
nada ni nadie puede convencerla de que no mató a su familia, ya que se culpa de
provocar el accidente fatal, ahora se castiga por no haber podido salvar a su
madre, ni en sentido moral ni en sentido físico, claro está. Ello y la progresiva pero rápida metamorfosis
de Trish, que la conduce inexorablemente al lado oscuro, hacen que nuestra
atiheroína se cuestione si acaso valió la pena tanta muerte para obtener sus
habilidades, las que ahora le parecen una maldición que va desparramando
miseria en cada persona que tocan. En una secuencia brillante, cuando el
psicópata tiene a Jessica a su merced y comienza a “psicoanalizarla”, le espeta
ciertas verdades acerca de sí misma que aterrorizan por lo acertadas.
Lamentable y paradójicamente, provienen de los labios de un monstruo, lo que
hará poco por el bienestar emocional de nuestra alcohólica detective. En esta
temporada se da un giro necesario e imprescindible en la voluntad de Jessica:
si hasta ahora parecía no querer salvar a nadie, ni siquiera a sí misma (lo
decíamos textualmente en nuestro artículo original), ahora se comprende que en
verdad “necesita” salvar a todos. Los guionistas nos ocultaron,
astutamente, lo que ella se ocultó tan hábilmente a sí misma —hasta ahora—, y
es que aunque no sepa cómo conectarse con ellas, en realidad le importa de las
personas; y aun mejor, que la única manera de darle sentido a la muerte de su
familia —que acabó por brindarle los dones que posee— es haciendo algo por los
demás. Y esta es la profunda, perversa
tragedia a que la exponen los hechos de la presente temporada, que lo vivido la
lleve a pensar que nada tiene sentido y que poner sus poderes al servicio de
otros sólo les acarreará más miserias.
Como
se ve, J.J.3ª no renuncia por nada a la amarga visión que la
caracterizó desde un principio, pero no lo hace ni por esnobismo estético ni
por seguir una moda narrativa, sino porque se compromete a radiografiar hasta
el tuétano la angustia existencial urbana, esa que —a despecho de los discursos
de izquierda— no proviene ni de la sociedad de consumo, ni del capitalismo
extremo ni de nada que se le parezca, sino de la neurosis profunda que se
transmite de padres/madres a hijos a causa de las íntimas frustraciones (y
excesivas expectativas) que los primeros les inculcan a los segundos. En este
sentido, resultará modélico el derrotero que ahora tendrá la relación entre
Trish y su obsesiva madre, permitiéndosenos ver el genuino origen de los
traumas que la muchacha acarrea, y el cómo ellos se conectan directamente con
la sombría y ambigua relación que tiene con sus recientemente adquiridos
poderes. Nada hay de gratuito en J.J.3ª, todo está conectado, y
—fundamentalmente— todo resulta, por asombroso que parezca, realista.
Y es este realismo, este amargo sentido de credibilidad e identificación que el
espectador experimenta, el que transforma a esta serie, y a esta temporada en
particular, en una experiencia profunda, hipnótica e imprescindible.
En
definitiva, actuada como los dioses, dirigida por manos expertas, musicalizada
magistralmente y escrita con una profundidad inusitada, Jessica Jones Season 3 resulta
un producto que dignifica a la tevé por streaming tanto como a los productos
basados en cómics, ofreciéndonos una mirada seria, amarga y profunda acerca de
personas dañadas por la vida que luchan por restañar sus heridas. Aunque vengan
con algunos “poderes” de regalo, ocurre que resultan tan parecidas a nosotros
que dejan un sabor agridulce en nuestras bocas. Pocos series dejan al
espectador pensando (y enganchado) como esta lo hace. Están todos invitados a
su mundo privado.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario