DEVS: Una Buena Premisa Perdida en su Propio Laberinto


DEVS – EE UU / miniserie en 8 episodios (2020)
Por Leonardo L. Tavani
Calificación: Regular + (★★y ½)
Devs debería venir acompañada de un manual básico de física cuántica, y no le vendría nada mal, tampoco, obsequiar entre sus televidentes un curso intensivo de ingeniería electrónica. Una vez sorteado el obstáculo de la comprensión del asunto, que es bastante peliagudo, viene la cuestión de la trama en sí misma. Que tampoco es un dechado de Isaac Asimov, qué va, que era alguien que sabía muy bien como aderezar sus historias para que no fueran solamente un mero envoltorio de ideas fantacientíficas. Devs cuenta (¿cuenta…?) una plomífera trama según la cual un joven informático recién ascendido al misterioso proyecto “Devs” acaba siendo asesinado por intentar robarse el “código” de vaya a saber qué diantres. Devs es el acrónimo de “developments” (desarrollos, en inglés), y es el nombre de un proyecto ultra secreto de una empresa denominada Amaya, que se dedica a la investigación cuántica. Devs se halla en el medio de un bosque, resguardado por una jaula de Faraday (el autor confiesa haber oído hablar de tal artilugio alguna vez en su vida…) más algunas enigmáticas “cosas” rectangulares pintadas de oro, o directamente hechas en oro, vaya uno a saber.
Al ingresar al extraño edificio lo primero que se advierte son sus paredes, cuyos paneles adquieren formas rarísimas, todas de oro también (estos tipos están obsesionados con ese metal), un transbordador cuadrado que vuela (lo sostienen campos magnéticos, ¡qué cool!, ¿no?), y bien en el corazón de ese horroroso lugar la joya de la corona: una computadora cuántica. Nadie te explica qué mierda es eso ni para qué sirve, aunque un par de episodios después la cosa parece que puede “ver” el pasado. De hecho, los muchachos ven a Jesús en la cruz. Con algo de estática, todo hay que decirlo, pero no estamos como para buscarle el pelo al huevo… ¿no? Claro que inmediatamente después te aclaran que no se trataba realmente del controvertido palestino en cuestión, sino de una simulación basada en millones y millones de datos. ¿En qué quedamos? ¿Ve o no ve el pasado? ¿Predice el futuro o lo simula de acuerdo a patrones dados? ¿Ver el futuro está mal, es peligroso, o no lo hacen porque no quieren que les arruinen el final de American Idol? ¿Esta cuarentena de mierda se va a acabar alguna vez, “me cag… en la lech…? Y bué, que le vamos a hacer… Devs no te responde ninguna de estas incógnitas pero se desgañita por embolarte hasta que digas basta. ¡Báh…!, no seamos injustos, que al fin de cuentas la miniserie se deja ver, tampoco es que te aburrís como una ostra. No, no: simplemente te embola. Ya lo sabemos, no es un término muy académico que digamos ni tampoco uno muy digno de este blog, que se jacta de un nivel muy aceptable en sus artículos, pero esta vez no hay con qué darle… Devs es embolante, no aburrida. ¡Em-bo-lan-te!. ¿Se entiende?

 Lo mejor de la miniserie, para serles honesto, es un momento muy inteligente, una secuencia realmente lograda, en la que el siniestro Kenton (jefe de seguridad de Amaya) hace un alto en la tortura de un muchacho para fumarse un cigarrillo, y le dice a continuación: “Yo trabajaba para la CIA, más o menos cuando tenía tu edad, y todos decían que el próximo sería el siglo de los EE UU. Pero de pronto surgió una insurrección en China, que fue creciendo cada vez más, y al cabo millares de personas estaban en la calle pidiendo la caída del régimen. Yo estaba apostado en Asia central y pedí que me enviaran allí, pero me lo negaron. ‘Ya está’, me dijeron, ‘China está acabada. Será cuestión de tiempo, pero el gobierno caerá’. Parecía, nomás, que este sería el siglo de América. ¿Pero sabés lo que hizo el gobierno chino? Sacó a la calle todo el armamento posible y mandó todas las tropas que pudo y le dispararon a todo lo que se moviera. En la plaza esa, Tiananmén, no dejaron a nadie vivo. Y se acabó la revolución. China no era una potencia todavía, pero a partir de eso no dejó de crecer y de apoderarse de todo. Ahora, este es el siglo de China, no el nuestro. Así que ya sabés, las revoluciones se cortan de raíz, y sin remordimientos. ¿Entendés lo que quiero decir?”. Esta magnífica secuencia probablemente ilustre mejor que otra cosa la angustia de castración que en realidad se halla bajo la superficie de Devs, la miniserie. Su creador, autor, productor y director, Alex Garland (¿no será mucho para un solo tipo…?), se desgañita por transmitirnos su frustración ante la emasculación forzada a que se ha visto sometido EE UU, país que ya no solo dejó de liderar el mundo libre, sino que hasta se permite la extravagancia de sentar en el salón oval a un sociópata funcional. Lily Chen, la protagonista, es la mejor encarnación del espíritu americano actual. Hija de inmigrantes, díscola, poco afecta a entregarse por completo a quien la ama, muy inteligente, valiente, proactiva (alguien la define diciendo que prefiere morir haciendo algo que vivir sin hacer nada, perfecta analogía con la imagen de sí que tiene la cultura yanqui), Lily incluso tenía un novio que la bien quería y al que abandonó por capricho, para correr a los brazos de este rusito simpaticón que en realidad era un espía de su nación. Analogía más obvia entre el “romance” de Trump con Putin no puede haber ni en sueños. Así es toda Devs, pura metáfora, analogía, alegoría y la “mar en coche”, que te deja con ganas de agarrar a sus realizadores del cogote y degollarlos como a gallinas para puchero. Y para peor, a cada rato, a cada instante, nos meten con tirabuzón planos y planos y tomas decididamente “artísticos”, cosa que no olvidemos que esto es un producto bien “de qualité” y con “pretensiones”…, “¡no nos vayan a confundir con una fantasía ‘cualunque’, che!”.

            Hay, eso sí, otra secuencia muy pero muy lograda, aquella en la que el ex noviecito ahora reivindicado (el de la tortura, vean) acaba jugando al frisbee con el supuesto “malo” de la historia, el dueño, fundador y CEO de Amaya. Que en definitiva no es otra cosa que un papá culposo que llora la muerte de Amaya, su pequeña hijita, la que falleció junto a su esposa en un accidente automovilístico causado por la “criminal imprudencia” de hablarle por celular para saber qué carajos iban a cenar esa noche. Este torturado individuo, entonces, usa todo su dinero para que los cráneos de la empresa (resguardada por una colosal y espeluznante estatua hiperrealista de su finada hija) inventen la famosa computadora cuántica en cuestión, la que de algún modo (totalmente incomprensible para cualquier espectador que pretenda seguir el hilo lógico de la trama) deberá traerle a la niñita de vuelta a la vida. ¡Já, chúpense esa! Bueno, bueno, todo muy lindo, pero veamos, ¿no era que el dichoso cacharro apenas si “veía” el pasado? ¿O acaso no lo simulaba a puro cálculo? ¿O “a la final” esto era una copia descarada de Matrix realizada por personas no queers? ¿O acaso la payasa Filomena se fue a Hollywood para asesorar a los productores de la miniserie, después de que la viceministra Bisotti la echó por arruinarle la conferencia de prensa del día del niñe? No, no hay caso, este crítico ya no sabe qué hacer… comparada con nuestra realidad, Devs incluso puede parecer realista… El autor reconoce que si lo encerraran en un cuarto sin ventanas por 6 meses consecutivos, aun así jamás se le ocurriría la idea de brindar la cifra de muertos por Covid-19 del día anterior con la payasa Filomena haciendo morisquetas a su lado, así que en comparación, tal vez esta miniserie no sea tan mala después de todo y su percepción crítica esté nublada por la mera pertenencia a la especie “argenta”, cuyos especímenes viven (vivimos…) en una perpetua Macondo surrealista.

            En fin, dejemos las puyas a un lado y finalicemos de modo un tanto más profesional. Debemos decir, antes que nada, que Ex Machina (2014), el filme debut de Alex Garland (el realizador británico que hasta entonces había sido solo productor y guionista), nos pareció en su momento mucho mejor de lo que la crítica generalizada opinó de él. Era una cinta sugerente, sugestiva, bella y claustrofóbicamente fotografiada, y ciertamente actuada como los dioses. Obviamente hay mucho de esa película en el trasfondo de Devs, pero su creador se enmarañó esta vez con la necesidad de equilibrar una pretendida aspiración estética con un “mensaje” que se nos vende como serio, grave y profundo, pero la verdad es que —con las salvedades antes mencionadas— la miniserie no logra cumplir con las expectativas que genera, y eso incluso cuando, más allá de cierta morosidad del relato que recrudece aquí y allá, se trata de una trama bastante llevadera. Llevadera, de todos modos, por el hecho de que logra enganchar a sus televidentes para que estos deseen llegar a la resolución final, a pesar de sus vaivenes, oscuridades y baches narrativos. Es, a no dudarlo, un producto con dignísimas intensiones, pero al que se le pueden reprochar precisamente los excesos generados por dichas intensiones. A destacar, cómo no, la correctísima actuación de Sonoya Mizuno como Lily y la máscara de imperturbabilidad de Nick Offerman (Forest), quien tiene el difícil mandato de aparentar frialdad cuando su interior se halla desgarrado por el dolor ante la trágica ausencia de su niña. Emitida y producida por FX y Hulu, Devs resulta un híbrido que no alcanza a llenar los zapatos de otros ilustres antecedentes del género. La ciencia ficción no requiere “per se” tomarse a sí misma taaaaan en seeeeeriooootaaaaan autoconscientemente graaaveeetaaaannn autoreferencial… En fin, Devs no es una causa perdida, pero deja con sabor a poco.-

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