Penny Dreadful: City of Angels (EE UU/ U.K./España, 2020) Una Mirada Escalofriante al interior del Corazón Humano

 
Por Leonardo L. Tavani
Calif.: Muy Buena + (★★★★1/2)
Penny Dreadful” es un término coloquial inglés propio del último tercio del siglo XIX que refiere a un cierto tipo de publicación folletinesca, usualmente de muy bajo precio, que contenía relatos de horror, crimen y misterio. Solía tratarse de cuadernillos —o incluso un único pliego de papel— destinados a un público poco exigente y ávido de sensacionalismo y golpes bajos. De este lado del Atlántico apenas si podría establecerse una relación de parentesco con las publicaciones pulp, llamadas así por el tipo de papel barato (de pulpa prensada) con que se imprimían, pero estas “pulp fictions” eran cuando menos novelitas en toda regla (tipo Corín Tellado), mediocres por cierto, pero novelas al fin. Sus antecesoras, las ‘penny dreadfuls’, presentaban en cambio un tipo de relatos cortos cuya naturaleza bien podría incinerarle la peluca al Lord Chambelán. Se compraban en las esquinas londinenses por un penique y no sin cierta incomodidad, similar a la que experimentaba cualquier jovencito en los años ‘80s al momento de comprar una revista erótica (todo un desafío contracultural que se incrementaba con la amonestadora mirada del kiosquero, quien parecía decirnos sin palabras que estábamos a punto de arder en el infierno).
Pues bien, en 2014 vio la luz el primer episodio de la serie británica Penny Dreadful, escrita y creada por John Logan (Gladiador, Star Trek: Nemesis) y producida por el director Sam Mendes (Belleza Americana; Skyfall) junto a su esposa Pippa Harris. Lanzada por Showtime, la producción contó con 3 intensísimas temporadas de un nivel dramático y psicológico impactante. Protagonizada por esa inmensa actriz que es Eva Green (Casino Royale; Los Soñadores; The Luminaries), junto al ex James Bond Timothy Dalton y Josh Harnett, la trama alcanzaba momentos de una perfección tal como quizás nunca se pensó posible en este género. Ahora, precisamente cuando la pandemia nos ha obsequiado un mundo mucho menos seguro, todo el equipo creativo de entonces vuelve por sus fueros y cruza el gran charco para instalarse en Los Ángeles, a lo largo del significativo año de 1938.
Penny Dreadful: City of Angels es una serie verdaderamente poderosa, un drama policial, étnico y político en toda regla, cuyos sutiles componentes sobrenaturales pasan casi desapercibidos, subsumidos por una trama en la que el horror proviene del interior del corazón de las personas y de sus pequeñas miserias transformadas en meras excusas para el crimen y la codicia. De hecho, el único yerro de esta primera temporada consiste en la algo abrupta presentación del episodio piloto, en la que dos seres sobrenaturales (Santa Muerte, o el ángel de la muerte, y su pérfida hermana, Magda, la diosa —o ángel— de la discordia) son introducidos al espectador sin darle tiempo para masticar los hechos ni aceptar la lógica de los eventos. Sin embargo, este prólogo permite de todos modos establecer algunas líneas directrices para lo que vendrá después, así como deja en claro de qué lado están las simpatías de los creadores del envío. La premisa de la historia nos presenta a la familia Vega, campesinos mexicanos con ascendencia india cuyo patriarca murió años atrás en un incendio agrario, quienes ahora se encuentran establecidos en la gran ciudad californiana intentando sobrevivir a la pobreza, los prejuicios raciales y el abuso policial. Tiago Vega (Daniel Zovatto), el segundo de 4 hermanos, ha roto con parte de esos mismos prejuicios enquistados en su propio clan y acaba de obtener la placa dorada que lo calificacomo Detective de la policía angelina. No solo es el primero de su clase en lograrlo, sino que quizás sea el único por mucho tiempo, teniendo en cuenta la escasa popularidad que su condición de chicano le vale entre sus colegas. Tiago y su madre, María, serán personajes fundamentales en esta historia, incluso cuando esta primera temporada se guarde muchas revelaciones acerca de ellos. María es una ferviente católica, pero a la vez —en un giro sincrético propio de todas las etnias mestizas o aborígenes centro y sudamericanas— resulta una devota profunda de Santa Muerte (la que en Argentina se llama erróneamente “san la muerte”), de la que incluso se sugiere podría ser una suerte de alta sacerdotisa. Es esa extraña relación sobrenatural, sumada a una especie de sino en el linaje familiar, la que hará que la acción perversa de Magda tenga siempre en la mira a María y sus hijos. Especialmente a Tiago, quien en el pasado fue literalmente marcado por Santa Muerte, ya que evitó que el entonces niño muriera al mismo tiempo que su padre, y que ahora se verá inmerso en una doble cadena de eventos en la que será tanto juez como parte.

            Pero decíamos antes que el componente de horror en la historia es mucho menor en comparación a sus otros elementos, los que si se quiere resultan todavía más atractivos y fascinantes, pero esto no debe entenderse de ningún modo como un reproche. Al contrario, es su fortaleza. Lo cierto es que Penny Dreadful: City of Angels pone el foco en otro lado, y ese otro lado cautiva —y aterra— más que el horror puro y duro. Magda, al ángel caído, se transforma en tres mujeres a la vez, tres mujeres que se infiltrarán en ámbitos desde los cuales desencadenar una antigua profecía concerniente a la aniquilación de la humanidad, cuando “cada hermano alce su mano contra el otro”. A poco de andar se entenderá cabalmente que tal profecía se refiere a la inminente segunda guerra mundial, para la que falta apenas un año, y a la que Magda pretende prologar con más muerte, miseria, odio y división. El guión de la serie nos llevará por líneas divergentes que irán convergiendo poco a poco, cuando cada elemento del puzle encaje siniestramente en su lugar. Un horroroso crimen que apunta a los pachucos, la torturada Hermana Molly, un ambicioso y resentido funcionario municipal más una conspiración de espías nazis aliados con personas poderosas e influyentes (cuya agenda resulta espeluznante precisamente por lo realista que luce),todos estos elementos confluyen en un fresco apasionante que radiografía el presente a través del pasado. Y lo hace muy bien, que quede claro, evitando tanta alegoría tirada de los pelos que hoy inunda las pantallas con su burda corrección política. Ahora, y para ser justos con el producto, se encuentran aquí y allá un par de momentos verdaderamente terroríficos, que producen escalofríos en la espalda y hacen justo honor al género de pertenencia de la serie, pero por lo demás, insistimos en que el drama político, policial y étnico luce más aterrador que el horror mismo.
            Penny Dreadful: City of Angels se zambulle de lleno en territorios pantanosos. Uno de ellos es el de los cultos evangélicos personalistas y el oscuro negocio que solía (y suele) estar tanto delante como detrás de ellos. La iglesia de la Hermana Molly Finnister (excelente Kerry Bishé), en realidad una construcción siniestra de su igualmente aterradora madre (Amy Madigan) —inspirada por cierto en una congregación que prosperó en Los Ángeles en la década de los ‘30s, liderada por una mujer— (nótese que Perry Mason, todavía en el aire por HBO, muestra a la misma iglesia aunque cambiando todos los nombres), es en realidad una enorme maquinaria perfectamente aceitada, lista para extraerle dinero a sus fieles y para tender sus redes entre los adeptos más adinerados e influyentes. La ambición de la madre de Molly, una mujer que jamás soltará a esa gallina domesticada que es su hija (la verdadera proveedora de los huevos de oro), la llevará a aliarse con personajes poco recomendables: nazis y funcionarios ultra derechistas corruptos, un combo digno de temer. El Führer tiene sus ojos puestos en esa tierra de promisión que es América, que está lista para ser “purgada” de los elementos étnicos indeseables que le evitarían ser parte del “nuevo orden”. Del otro lado tenemos al detective Michener (¡sensacional Nathan Lane!, demostrando con creces que todos los grandes comediantes pueden ser enormes actores dramáticos, pero jamás a la inversa…), un judío que conoce en carne propia el significado de la segregación y por eso mismo acepta como compañero al joven Vega. La trama obligará a Michener a ensuciarse las manos de una manera tal que el espectador no solo siente compasión, sino que experimenta dolor. Y es que todos los personajes, más tarde o más temprano, deberán violentar sus propias creencias y cruzarán el charco de la ética para lograr un objetivo superior. En el transcurso, sin embargo, sucederán cosas que desafiarán a la lógica pero demostrarán que el ser humano es mucho más complejo, y por ende imposible de ajustarse a reduccionismos, de lo que podemos pensar. En un momento definitorio de la trama, a dos episodios del final de la temporada, aquellos que podrían haber desatado una guerra en las calles se llamarán a la reflexión: “no somos como ellos, les demostraremos que somos mejores personas…”, dice el líder de los pachucos, pero lamentablemente estará allí mismo Magda, bajo una de sus máscaras, lista para influir decididamente en las pulsiones más oscuras de la gente.
            Hasta aquí hemos evitado ser más claros acerca de la trama ya que esta requiere de la mayor discreción, pero sí podemos apuntar y destacar algunos aciertos que enriquecen enormemente la historia. Entre ellos se halla el personaje de Charlton Townsend, el ambicioso y racista funcionario municipal (interpretado con absoluta maestría por Michael Gladis, el recordado Paul Kinsey de las primeras tres temporadas de Mad Men), un hombre pequeño empequeñecido aun más por la ominosa figura de su padre, un magnate de la construcción que lo detesta por su condición sexual. Este hombre, que pretende encarar la construcción de una autopista innecesaria (cuyo trazado existe con el único fin de servir como excusa para eliminar todo el barrio de los chicanos pobres), quien además terminará por ser un títere en manos de los nazis, podrá —sin embargo— bailar en privado al son de un viejo jazz cantado por Fred Astaire, soñando con el hombre que en realidad hubiera querido ser (un bailarín de comedia musical), en una secuencia preñada de significados y no poca belleza. Toda Penny Dreadful: City of Angels gira en torno, de hecho, al concepto (o idea fuerza) de las contradicciones humanas, y de cómo estas pueden servirnos de anclaje hacia el lado correcto de la vida —en unas ocasiones—, o en su defecto llevarnos a aceptar aquello que en otras condiciones jamás aceptaríamos. El personaje de Rory Kinnear, Peter Craft, resulta el mejor ejemplo de ello. Este gran intérprete británico (directamente importado de la serie original), hijo menor de ese otro gran actor que fue Roy Kinnear (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, 1966/ How I Won the War, 1967/ The Hill, 1965), encarna a un médico alemán inmigrante, casado con una heredera de alcurnia, cuyas ideas pacifistas lo expulsaron de su propio país, pero que sin embargo experimentará un giro inesperado en sus ideas a causa de las contradicciones espoliadas por una de las encarnaciones de Magda, quien lo llevará a aceptar la fuerza como la supuestamente única manera de proteger a sus hijos. Las contradicciones, pues, están en todos lados: un joven físico (que en todo lo demás es un gran chico), al que los espías nazis reclutan porque está a punto de lograr la fórmula para impulsar cohetes balísticos bastante antes que lo haga Wernher Von Braun, pretende proseguir sus investigaciones —que le darán la llave de la fusión nuclear controlada— a pesar de que se le advierte claramente que ello puede abrir las puertas del infierno. Lo sabe, pero es más fuerte la petulancia de saberse único poseedor de dicha llave. En fin, existen más ejemplos, pero bastan los expuestos. En resumen, dueña de una trama ajustada y precisa, coherente y atrapante, que equilibra con brillantez los elementos sobrenaturales con aquellos demasiado materiales, Penny Dreadful: City of Angels se transforma en un fresco de época impactante, retrato de las fuerzas morales debilitadas que condujeron a la catástrofe más horrorosa de la historia moderna, y también en una mirada sutil acerca de las peligrosas y profundas contradicciones que están socavando los valores liberales con que el mundo reedificó la sociedad después de aquella confrontación. Dramáticamente perfecta, sólida, actuada como los dioses, impactante y desencantada, “Ciudad de Ángeles” merece la pena y no dejará a nadie indiferente. Todo un acierto.-  
             

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