Por Leonardo L. Tavani
Calif.: Muy Buena
+ (★★★★1/2)
“Penny
Dreadful” es un término coloquial inglés propio del último tercio del
siglo XIX que refiere a un cierto tipo de publicación folletinesca, usualmente
de muy bajo precio, que contenía relatos de horror, crimen y misterio. Solía
tratarse de cuadernillos —o incluso un único pliego de papel— destinados a un
público poco exigente y ávido de sensacionalismo y golpes bajos. De este lado
del Atlántico apenas si podría establecerse una relación de parentesco con las
publicaciones pulp, llamadas así por el tipo de papel barato (de pulpa
prensada) con que se imprimían, pero estas “pulp fictions” eran cuando menos
novelitas en toda regla (tipo Corín Tellado), mediocres por cierto, pero
novelas al fin. Sus antecesoras, las ‘penny dreadfuls’, presentaban en cambio
un tipo de relatos cortos cuya naturaleza bien podría incinerarle la peluca al
Lord Chambelán. Se compraban en las esquinas londinenses por un penique y no
sin cierta incomodidad, similar a la que experimentaba cualquier jovencito en
los años ‘80s al momento de comprar una revista erótica (todo un desafío
contracultural que se incrementaba con la amonestadora mirada del kiosquero,
quien parecía decirnos sin palabras que estábamos a punto de arder en el
infierno).
Pues bien, en 2014 vio la luz el primer episodio de la serie británica Penny Dreadful, escrita y creada por John Logan (Gladiador, Star Trek: Nemesis) y producida por el director Sam Mendes (Belleza Americana; Skyfall) junto a su esposa Pippa Harris. Lanzada por Showtime, la producción contó con 3 intensísimas temporadas de un nivel dramático y psicológico impactante. Protagonizada por esa inmensa actriz que es Eva Green (Casino Royale; Los Soñadores; The Luminaries), junto al ex James Bond Timothy Dalton y Josh Harnett, la trama alcanzaba momentos de una perfección tal como quizás nunca se pensó posible en este género. Ahora, precisamente cuando la pandemia nos ha obsequiado un mundo mucho menos seguro, todo el equipo creativo de entonces vuelve por sus fueros y cruza el gran charco para instalarse en Los Ángeles, a lo largo del significativo año de 1938.
Pues bien, en 2014 vio la luz el primer episodio de la serie británica Penny Dreadful, escrita y creada por John Logan (Gladiador, Star Trek: Nemesis) y producida por el director Sam Mendes (Belleza Americana; Skyfall) junto a su esposa Pippa Harris. Lanzada por Showtime, la producción contó con 3 intensísimas temporadas de un nivel dramático y psicológico impactante. Protagonizada por esa inmensa actriz que es Eva Green (Casino Royale; Los Soñadores; The Luminaries), junto al ex James Bond Timothy Dalton y Josh Harnett, la trama alcanzaba momentos de una perfección tal como quizás nunca se pensó posible en este género. Ahora, precisamente cuando la pandemia nos ha obsequiado un mundo mucho menos seguro, todo el equipo creativo de entonces vuelve por sus fueros y cruza el gran charco para instalarse en Los Ángeles, a lo largo del significativo año de 1938.
Penny
Dreadful: City of Angels es una serie verdaderamente poderosa, un drama
policial, étnico y político en toda regla, cuyos sutiles componentes
sobrenaturales pasan casi desapercibidos, subsumidos por una trama en la que el
horror proviene del interior del corazón de las personas y de sus pequeñas
miserias transformadas en meras excusas para el crimen y la codicia. De hecho,
el único yerro de esta primera temporada consiste en la algo abrupta
presentación del episodio piloto, en la que dos seres sobrenaturales (Santa
Muerte, o el ángel de la muerte, y su pérfida hermana, Magda, la diosa —o
ángel— de la discordia) son introducidos al espectador sin darle tiempo para
masticar los hechos ni aceptar la lógica de los eventos. Sin embargo, este
prólogo permite de todos modos establecer algunas líneas directrices para lo
que vendrá después, así como deja en claro de qué lado están las simpatías de
los creadores del envío. La premisa de la historia nos presenta a la familia
Vega, campesinos mexicanos con ascendencia india cuyo patriarca murió años
atrás en un incendio agrario, quienes ahora se encuentran establecidos en la
gran ciudad californiana intentando sobrevivir a la pobreza, los prejuicios
raciales y el abuso policial. Tiago Vega (Daniel Zovatto), el segundo de 4 hermanos,
ha roto con parte de esos mismos prejuicios enquistados en su propio clan y acaba
de obtener la placa dorada que lo calificacomo Detective de la policía angelina.
No solo es el primero de su clase en lograrlo, sino que quizás sea el único por
mucho tiempo, teniendo en cuenta la escasa popularidad que su condición de chicano
le vale entre sus colegas. Tiago y su madre, María, serán personajes
fundamentales en esta historia, incluso cuando esta primera temporada se guarde
muchas revelaciones acerca de ellos. María es una ferviente católica, pero a la
vez —en un giro sincrético propio de todas las etnias mestizas o aborígenes
centro y sudamericanas— resulta una devota profunda de Santa Muerte (la que en
Argentina se llama erróneamente “san la muerte”), de la que incluso se sugiere
podría ser una suerte de alta sacerdotisa. Es esa extraña relación
sobrenatural, sumada a una especie de sino en el linaje familiar, la que hará
que la acción perversa de Magda tenga siempre en la mira a María y sus hijos.
Especialmente a Tiago, quien en el pasado fue literalmente marcado por Santa
Muerte, ya que evitó que el entonces niño muriera al mismo tiempo que su padre,
y que ahora se verá inmerso en una doble cadena de eventos en la que será tanto
juez como parte.
Pero
decíamos antes que el componente de horror en la historia es mucho menor en
comparación a sus otros elementos, los que si se quiere resultan todavía más
atractivos y fascinantes, pero esto no debe entenderse de ningún modo como un
reproche. Al contrario, es su fortaleza. Lo cierto es que Penny Dreadful: City of Angels
pone el foco en otro lado, y ese otro lado cautiva —y aterra— más que el horror
puro y duro. Magda, al ángel caído, se transforma en tres mujeres a la vez,
tres mujeres que se infiltrarán en ámbitos desde los cuales desencadenar una
antigua profecía concerniente a la aniquilación de la humanidad, cuando “cada hermano alce su mano contra el otro”.
A poco de andar se entenderá cabalmente que tal profecía se refiere a la
inminente segunda guerra mundial, para la que falta apenas un año, y a la que
Magda pretende prologar con más muerte, miseria, odio y división. El guión de
la serie nos llevará por líneas divergentes que irán convergiendo poco a poco,
cuando cada elemento del puzle encaje siniestramente en su lugar. Un horroroso
crimen que apunta a los pachucos, la torturada Hermana Molly, un ambicioso y
resentido funcionario municipal más una conspiración de espías nazis aliados
con personas poderosas e influyentes (cuya agenda resulta espeluznante
precisamente por lo realista que luce),todos estos elementos confluyen en un
fresco apasionante que radiografía el presente a través del pasado. Y lo hace
muy bien, que quede claro, evitando tanta alegoría tirada de los pelos que hoy
inunda las pantallas con su burda corrección política. Ahora, y para ser justos
con el producto, se encuentran aquí y allá un par de momentos verdaderamente
terroríficos, que producen escalofríos en la espalda y hacen justo honor al
género de pertenencia de la serie, pero por lo demás, insistimos en que el
drama político, policial y étnico luce más aterrador que el horror mismo.
Penny
Dreadful: City of Angels se zambulle de lleno en territorios pantanosos.
Uno de ellos es el de los cultos evangélicos personalistas y el oscuro negocio
que solía (y suele) estar tanto delante como detrás de ellos. La iglesia de la
Hermana Molly Finnister (excelente Kerry Bishé), en realidad una construcción
siniestra de su igualmente aterradora madre (Amy Madigan) —inspirada por cierto
en una congregación que prosperó en Los Ángeles en la década de los ‘30s,
liderada por una mujer— (nótese que Perry Mason, todavía en el aire por
HBO, muestra a la misma iglesia aunque cambiando todos los nombres), es en
realidad una enorme maquinaria perfectamente aceitada, lista para extraerle
dinero a sus fieles y para tender sus redes entre los adeptos más adinerados e
influyentes. La ambición de la madre de Molly, una mujer que jamás soltará a
esa gallina domesticada que es su hija (la verdadera proveedora de los huevos
de oro), la llevará a aliarse con personajes poco recomendables: nazis y
funcionarios ultra derechistas corruptos, un combo digno de temer. El Führer tiene
sus ojos puestos en esa tierra de promisión que es América, que está lista para
ser “purgada” de los elementos étnicos indeseables que le evitarían ser parte
del “nuevo orden”. Del otro lado tenemos al detective Michener (¡sensacional
Nathan Lane!, demostrando con creces que todos los grandes comediantes pueden
ser enormes actores dramáticos, pero jamás a la inversa…), un judío que conoce
en carne propia el significado de la segregación y por eso mismo acepta como
compañero al joven Vega. La trama obligará a Michener a ensuciarse las manos de
una manera tal que el espectador no solo siente compasión, sino que experimenta
dolor. Y es que todos los personajes, más tarde o más temprano, deberán
violentar sus propias creencias y cruzarán el charco de la ética para lograr un
objetivo superior. En el transcurso, sin embargo, sucederán cosas que
desafiarán a la lógica pero demostrarán que el ser humano es mucho más
complejo, y por ende imposible de ajustarse a reduccionismos, de lo que podemos
pensar. En un momento definitorio de la trama, a dos episodios del final de la
temporada, aquellos que podrían haber desatado una guerra en las calles se
llamarán a la reflexión: “no somos como ellos, les demostraremos que
somos mejores personas…”, dice el líder de los pachucos, pero
lamentablemente estará allí mismo Magda, bajo una de sus máscaras, lista para
influir decididamente en las pulsiones más oscuras de la gente.
Hasta
aquí hemos evitado ser más claros acerca de la trama ya que esta requiere de la
mayor discreción, pero sí podemos apuntar y destacar algunos aciertos que
enriquecen enormemente la historia. Entre ellos se halla el personaje de
Charlton Townsend, el ambicioso y racista funcionario municipal (interpretado
con absoluta maestría por Michael Gladis, el recordado Paul Kinsey de las
primeras tres temporadas de Mad Men), un hombre pequeño
empequeñecido aun más por la ominosa figura de su padre, un magnate de la
construcción que lo detesta por su condición sexual. Este hombre, que pretende
encarar la construcción de una autopista innecesaria (cuyo trazado existe con
el único fin de servir como excusa para eliminar todo el barrio de los chicanos
pobres), quien además terminará por ser un títere en manos de los nazis, podrá
—sin embargo— bailar en privado al son de un viejo jazz cantado por Fred
Astaire, soñando con el hombre que en realidad hubiera querido ser (un bailarín
de comedia musical), en una secuencia preñada de significados y no poca
belleza. Toda Penny Dreadful: City of Angels gira en torno, de hecho, al
concepto (o idea fuerza) de las contradicciones humanas, y de cómo estas pueden
servirnos de anclaje hacia el lado correcto de la vida —en unas ocasiones—, o
en su defecto llevarnos a aceptar aquello que en otras condiciones jamás
aceptaríamos. El personaje de Rory Kinnear, Peter Craft, resulta el mejor
ejemplo de ello. Este gran intérprete británico (directamente importado de la
serie original), hijo menor de ese otro gran actor que fue Roy Kinnear (A
Funny Thing Happened on the Way to the Forum, 1966/ How I
Won the War, 1967/ The Hill, 1965), encarna a un médico
alemán inmigrante, casado con una heredera de alcurnia, cuyas ideas pacifistas
lo expulsaron de su propio país, pero que sin embargo experimentará un giro
inesperado en sus ideas a causa de las contradicciones espoliadas por una de
las encarnaciones de Magda, quien lo llevará a aceptar la fuerza como la
supuestamente única manera de proteger a sus hijos. Las contradicciones, pues,
están en todos lados: un joven físico (que en todo lo demás es un gran chico),
al que los espías nazis reclutan porque está a punto de lograr la fórmula para
impulsar cohetes balísticos bastante antes que lo haga Wernher Von Braun,
pretende proseguir sus investigaciones —que le darán la llave de la fusión
nuclear controlada— a pesar de que se le advierte claramente que ello puede
abrir las puertas del infierno. Lo sabe, pero es más fuerte la petulancia de
saberse único poseedor de dicha llave. En fin, existen más ejemplos, pero
bastan los expuestos. En resumen, dueña de una trama ajustada y precisa,
coherente y atrapante, que equilibra con brillantez los elementos
sobrenaturales con aquellos demasiado materiales, Penny Dreadful: City of Angels
se transforma en un fresco de época impactante, retrato de las fuerzas morales
debilitadas que condujeron a la catástrofe más horrorosa de la historia
moderna, y también en una mirada sutil acerca de las peligrosas y profundas
contradicciones que están socavando los valores liberales con que el mundo
reedificó la sociedad después de aquella confrontación. Dramáticamente
perfecta, sólida, actuada como los dioses, impactante y desencantada, “Ciudad
de Ángeles” merece la pena y no dejará a nadie indiferente. Todo un
acierto.-
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